Una pareja de comunistas dejó una huella imborrable en la vida política, social, artística y cultural de México y del mundo en el siglo XX: Frida Kahlo y Diego Rivera. Su historia no puede entenderse solo como un matrimonio de artistas, sino como la confluencia de dos trayectorias marcadas por la lucha política, la búsqueda de justicia social y una profunda pasión por el arte.
Frida nació el 6 de julio de 1907 en Coyoacán, entonces un poblado a las afueras de la Ciudad de México. El nombre del lugar, de origen náhuatl, significa “lugar de coyotes”. Su padre, Wilhelm Kahlo, emigró de Alemania en 1891; en México adoptó el nombre de Guillermo. Ocho años después se casó con Matilde Calderón, madre de Frida, quien provenía de una familia de Oaxaca.
La niñez de Frida transcurrió en medio de la Revolución Mexicana. Tenía apenas tres años cuando estalló el levantamiento que puso fin al largo gobierno de Porfirio Díaz. El país vivía entonces una época de violencia, convulsión política y esperanza popular.
En esa etapa, se sucedieron figuras como Francisco I Madero, cuyo gobierno terminó abruptamente con su asesinato; Victoriano Huerta, quien instauró una dictadura militar; y los triunfos de los ejércitos revolucionarios encabezados por Emiliano Zapata, Francisco Villa y Álvaro Obregón.
En 1913, cuando tenía seis años, Frida contrajo poliomielitis. La enfermedad le dejó con secuelas físicas que marcaron su andar y le ocasionaron burlas en la escuela. Sin embargo, mostró desde niña un carácter fuerte, irreverente y desafiante.
A los 15 años ingresó a la Escuela Nacional Preparatoria, la institución educativa más prestigiosa del país, que recién abría sus puertas a mujeres. Solo 35 alumnas compartían las aulas con casi 2 mil varones. Frida se integró a un grupo de jóvenes intelectuales y rebeldes, conocidos como “Los Cachuchas”, que cuestionaban la autoridad y se interesaban por la política. Fue en esos años cuando conoció a Diego Rivera, quien pintaba un mural en el auditorio de la escuela.
La vida de Frida cambió radicalmente en 1925. El 17 de septiembre de ese año, un tranvía chocó contra el autobús en el que viajaba. Sufrió múltiples fracturas en la columna, la pelvis y las costillas, además de graves lesiones internas. A lo largo de su vida sería sometida a más de 30 cirugías y conviviría con dolores crónicos que jamás desaparecieron.
Durante su convalecencia, Frida comenzó a pintar. Su padre le fabricó un atril especial para que pudiera trabajar acostada. Su primer autorretrato, fechado en 1926, mostraba ya la intensidad con que retrataría su propio cuerpo y su sufrimiento.
Al mismo tiempo, desarrolló un interés profundo por la política. Admiraba la Revolución de Octubre y las ideas de Lenin. En 1927, ingresó al Partido Comunista de México, donde coincidió con artistas e intelectuales como Tina Modotti, Julio Antonio Mella, David Alfaro Siqueiros, Concha Michel y Benita Galeana. Ese entorno la acercó nuevamente a Diego Rivera, con quien pronto comenzó una relación más estrecha.
Diego había nacido en Guanajuato en 1886. Desde joven, mostró gran talento para la pintura y viajó a Europa, donde convivió con artistas de la talla de Picasso. Sin embargo, su obra encontró su verdadero cauce cuando regresó a México y se integró al movimiento muralista, que buscaba llevar el arte a los espacios públicos y expresar la historia y la lucha del pueblo en imágenes.
Sus murales no solo eran obras artísticas, sino también manifiestos políticos. En ellos representó la historia del país desde el mundo prehispánico hasta la revolución. Exaltó, también, al campesino y al obrero como protagonistas.
Diego militaba en el Partido Comunista y se declaraba marxista convencido. Su vida personal, intensa y llena de polémicas, se entrelazó con sus compromisos políticos y su producción artística.
El 21 de agosto de 1929, tras divorciarse de Lupe Marín, Diego se casó con Frida. Ella tenía 22 años; y él, 43. La diferencia de edades y estaturas dio pie al apodo con el que se conoció a la pareja: “el elefante y la paloma”.
Su matrimonio estuvo marcado por pasiones intensas, infidelidades, rupturas y reconciliaciones. Se casaron dos veces, en 1929 y en 1940; y se divorciaron una vez, en 1939. Sin embargo, más allá de su vida íntima, compartieron un proyecto político y artístico común.
Frida no pudo tener hijos debido a las secuelas del accidente. Sus abortos y operaciones se reflejaron en su pintura, en cuadros como Frida y la cesárea (1931) y Hospital Henry Ford (1932). Su obra se convirtió en una expresión personalísima de dolor, resistencia y compromiso político.
Frida adoptó con orgullo los trajes tradicionales mexicanos; en especial, el de tehuana. Se rodeó de objetos prehispánicos, animales y plantas. Construyó así una identidad profundamente ligada a la cultura popular. Su casa en Coyoacán, la Casa Azul, se convirtió en un centro de vida cultural y política.
En 1930, Frida y Diego viajaron a Estados Unidos, donde él recibió encargos para pintar murales en ciudades como Detroit y Nueva York. Uno de ellos, El hombre en el cruce de caminos, pintado en el Rockefeller Center, fue destruido por orden de la familia Rockefeller, porque Diego incluyó un retrato de Lenin. Años más tarde lo reproduciría en el Palacio de Bellas Artes.
Durante su estancia en el país vecino, Frida se mostró muy crítica del estilo de vida estadunidense. En sus cartas y obras expresó su rechazo al capitalismo y su admiración por la cultura mexicana. En esa etapa pintó cuadros como Mi nacimiento (1932), donde exploró sus pérdidas personales y su identidad como mujer.
De regreso en México, Diego consolidó su obra muralista. Pintó en la Secretaría de Educación Pública, en el Palacio Nacional y en la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo. En 1946, realizó Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, donde plasmó la historia de México y criticó la exclusión del pueblo durante el porfiriato.
Frida, por su parte, fue reconocida cada vez más como pintora. Aunque su obra era más íntima y personal, estaba cargada de símbolos políticos y sociales. En su pintura, aparecieron el sufrimiento físico, la maternidad frustrada, su relación con Diego y su amor por México.
Ambos participaron en causas políticas de la época. Apoyaron investigaciones históricas, como la que defendió la autenticidad de los restos de Cuauhtémoc hallados en Ixcateopan en 1949, en contra de la postura oficial. Recibieron en su casa a León Trotsky, cuando él buscaba asilo político en México.
La salud de Frida se deterioró en la década de 1950. En 1953, pese a estar postrada en cama, asistió a la inauguración de su primera exposición individual en México. Fue llevada en una camilla y recibió a sus invitados recostada, con el mismo carácter desafiante que la caracterizó toda su vida.
El 2 de julio de 1954, participó en una marcha contra el golpe de Estado organizado por la CIA en Guatemala. Once días después, el 13 de julio, murió en la Casa Azul de Coyoacán.
Diego reaccionó con dolor profundo. En respuesta a los acontecimientos en Guatemala, pintó Gloriosa Victoria, una obra que denunció la intervención estadunidense, a través de la United Fruit Company y la CIA. Mostró las consecuencias de décadas de violencia en Centroamérica.
Tres años después, el 24 de septiembre de 1957, Diego murió en la Ciudad de México. Había nacido en Guanajuato, ciudad cuyo símbolo era el sapo, y lo adoptó como emblema personal en muchos de sus autorretratos.
La obra de Frida y Diego ha sido valorada de manera desigual. A menudo se ha reducido la figura de Frida a su vida íntima y a su imagen, convertida en ícono cultural, mientras que la de Diego se ha encasillado en la monumentalidad de sus murales. Sin embargo, ambos compartieron ideales de justicia y un compromiso político que dio contenido a su arte.
Más allá de su relación sentimental, Frida Kahlo y Diego Rivera representan la unión entre arte y política en un México convulso, en transformación y en búsqueda de identidad. Sus obras siguen siendo estudiadas, admiradas y discutidas en todo el mundo, como testimonio de una época y de una lucha que aún resuena en la memoria colectiva.
Pablo Moctezuma Barragán*
*Doctor en estudios urbanos, politólogo, historiador y militante social



















