A inicios de diciembre, el presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Luis María Aguilar, entregaba –sonriente– un cheque por 2 mil 183 millones de pesos como “donativo de la Corte” para la reconstrucción de las zonas afectadas por los sismos del pasado 7 y 19 de septiembre, que enlutecieron al país y que dañaron la estructura social de miles de familias que perdieron a alguno de sus miembros, además de sus viviendas y otros bienes.
Aunque el dinero “donado” forma parte del presupuesto asignado a ese órgano del Poder Judicial, es justo decir que dicho “donativo” se hace con recursos públicos, con dinero de todos los mexicanos, y no con recursos que salgan de los bolsillos o de los sueldos de los 11 ministros de la Corte.
Hubiera sido en realidad una gran noticia que fueran estos ministros quienes entregaran parte de sus onerosos salarios para los damnificados por los sismos, más aún cuando sabemos que cada ministro de la Corte recibe más de 500 mil pesos por mes entre salario y prestaciones, suma abusiva en un país en donde la mitad de su población, más de 53 millones de mexicanos, se debate en la miseria.
El problema de México es precisamente esa élite de burócratas que al paso del tiempo se ha convertido en una enorme carga económica para todos los trabajadores que con dificultades cubren sus impuestos y que obligadamente deben pagar altísimos salarios a los funcionarios de los tres niveles de gobierno.
Por eso, cuando el presidente de la Corte habla de un “donativo” del máximo órgano judicial, en realidad debe saber que se trata de dinero arrancado del salario de millones de mexicanos que son exprimidos a través del pago de impuestos. Y por más que esa clase en el poder, enriquecida brutalmente a costa de los mexicanos, pretenda promover su imagen y colgarse medallas en medio de la tragedia que dejaron los sismos, sólo exhibe sus abusos que cada sexenio van en aumento, pero que algún día la historia los juzgará.
Mientras esa simulación y abuso de los altos mandos de servidores públicos continúe sin pudor, millones de mexicanos seguirán sumidos en la crisis económica y social que ahora enfrentan, manteniendo a una burocracia inútil, gastalona, onerosa y corrupta.
PRI abandona su interés por la capital del país
Relegado hasta un cuarto lugar en las encuestas para las elecciones de 2018 rumbo a la jefatura de gobierno de la Ciudad de México, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) decidió redireccionar su estrategia y olvidarse de la capital del país –en donde no tiene oportunidad alguna–, para enfocar todos sus esfuerzos en favor de la campaña del aspirante presidencial priísta José Antonio Meade.
Por eso los movimientos en la presidencia del PRI capitalino para nombrar al mexiquense Eruviel Ávila y en la candidatura para el gobierno local a Mikel Arriola parecen absurdos, pero el objetivo de esos cambios es apoyar desde el centro del país al candidato priísta a la Presidencia que, que según las últimas encuestas se ubica entre el segundo y tercer lugar para la contienda, muy por debajo del candidato de la izquierda por el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), Andrés Manuel López Obrador. Por cierto, este último y su partido se han mantenido en la punta y, aunque aún faltan 6 meses para el proceso electoral, se perfila fuertemente para ser el próximo presidente de la República.
¿Por qué el PRI da por perdida la Ciudad de México con tanto tiempo de antelación? Pues simplemente porque desde hace 20 años la izquierda, con el entonces líder moral Cuauhtémoc Cárdenas, asumió la jefatura de gobierno y desde entonces el oficialista PRI y el partido de derecha Acción Nacional (PAN) han sido rechazados por los millones de habitantes de la capital del país.
Hay que señalar que, entre otros argumentos para que los capitalinos no voten por el PRI y el PAN, la Ciudad de México tiene el mayor nivel educativo del país y en consecuencia, la población más politizada; y aunque también aquí las condiciones de miseria son altas, son mucho menos graves que las que se presentan en otros estados de la República, principalmente en los del Sur y centro del territorio nacional.
Por eso un priísta mexiquense como Eruviel aceptó asumir el liderazgo de su partido en la capital, posición que en un simple análisis parecería un cargo pequeño para quien había gobernado el mayor bastión priísta del país, pero a petición del presidente de la República consideró esa posición política no para aspirar a recuperar la jefatura de gobierno, sino para hacer campaña con todas sus mañas y experiencia para posicionar al candidato del PRI a la Presidencia.
Lo mismo sucede con Mikel Arriola, quien es uno de los hombres cercanos al aspirante presidencial José Antonio Meade, quien operará desde el centro del país no como un candidato al gobierno local sino como un promotor entre los capitalinos para que voten por su amigo para la Presidencia. Son las nuevas estrategias que el PRI ha establecido cuando ya no puede echar mano del magisterio oficialista que antes estaba concentrado en el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, y que su lideresa Elba Esther Gordillo –ahora presa– manipulaba en favor de los aspirantes priístas.
Hasta ahora es más que evidente el adelantado triunfo de la morenista Claudia Sheinbaum, destacada investigadora universitaria y exjefa delegacional de Tlalpan –además de ser una de las personas más cercanas a López Obrador–, para ser la próxima jefa de gobierno de la capital del país, pues todas las encuestas confirman que le saca una ventaja de dos a uno a su más cercano competidor.
Así, Morena quitará la gubernatura capitalina al Partido de la Revolución Democrática (PRD) que, desde hace años, está en decadencia y sus principales líderes lo han abandonado para quedarse sólo oportunistas acostumbrados a vivir del presupuesto. Además, con Sheinbaum como jefa de gobierno esperamos que sí se investigue a fondo el uso de recursos públicos en las distintas áreas del gobierno, en donde seguramente habrá muchas sorpresas.
El PAN, por su lado, también enfrenta una aguda crisis interna y una división que ni con la alianza de otros pequeños partidos podrá colocarse como segunda fuerza del país y hasta podría caer al tercer lugar en las preferencias electorales.
Miguel Badillo
[Oficio de papel]