Se  sabe que cuando Ernesto Zedillo pasaba frente a la mesa donde le exponían periódicos y revistas, de un manotazo los tiraba al suelo mientras maldecía a la prensa y sus libertades constitucionales. No fue la excepción entre los presidentes en impedir su ejercicio, ya fuera con abiertas advertencias, con amenazas cumplidas o condicionando la publicidad. Luis Echeverría embistió al Excélsior de Julio Scherer y Enrique Peña al informativo de Carmen Aristegui, para imponer la intolerancia y la censura con inquisiciones administrativas y judiciales. Los peñistas han dejado testimonios documentales de cómo vomitan su fastidio para con los medios que critican su presidencialismo. A la par de los desgobernadores, jueces y ministros. Es así que con el peñismo, las libertades de expresión para informar y criticar han tenido que abrirse paso al costo de más de 30 homicidios. Cientos de agresiones. Encarcelamientos, intimidaciones y amenazas.

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Tenemos el caso de la secretaria de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, Rosario Robles Berlanga, hoy peñista y experredista enredada en corrupciones amorosas con un corruptísimo empresario argentino, al que favoreció cuando ella ocupó la jefatura del gobierno de la hoy Ciudad de México. La quitaron de Secretaría de Desarrollo Social por sus maniobras electoreras a favor del Partido Revolucionario Institucional, sobre todo del exdesgobernador Javier Duarte, de Veracruz. Y como defensora de César Duarte, de Chihuahua, escupió el rencor que contra la prensa escrita muestra el peñismo, con Peña a la cabeza. “Luego de encabezar un acto de entrega de viviendas a personas de escasos recursos en el municipio de Parral, recordó el accidente aéreo que sufrió Duarte Jáquez hace 1 año en compañía de su esposa Bertha Gómez y la periodista Lolita Ayala. ‘Me da mucho gusto verlos a los dos bien porque, miren, lo he vivido, las tormentas van y vienen; los periódicos se hicieron para matar moscas y limpiar vidrios, pero la vida que Dios les dio en una segunda oportunidad no la compra uno con nada y ustedes están aquí vivos, fuertes, sanos y eso es lo importante” (Rubén Villalpando, La Jornada, 25 de agosto de 2016).

Está por demás decir que por todo el país se multiplican los asaltos a las redacciones, golpizas y asesinatos a los reporteros por parte de funcionarios y delincuentes, para silenciar a los medios de comunicación escritos. Sin que se salven la radio y televisión y la comunicación digital. Pero en lo que se equivocó la señora Robles es que los periódicos fundamentalmente sirven para informar y criticar las conductas de funcionarios, delincuentes, empresarios y todos los actores de la vida pública. Que la Robles y los peñistas maten moscas y limpien vidrios con ellos es muy su derecho; pero los periodistas y la prensa han de estar pendientes de sus actos y omisiones, para cuestionarlos públicamente y exhibir sus conductas, corrupciones, abusos y el incumplimiento de sus obligaciones.

Y es por esto que los ataques se dirigen contra los medios de comunicación impresos, pues si bien en el contexto de la sangrienta inseguridad que priva por todo el país, y que ya ha arrojado un millón de esos delitos –contabilizados de Calderón a Peña–, para que con palabras de Shakespeare exclamemos: “¡oh, tiempo de corrupción!”, por un presidencialismo incapaz e inoperante para cumplir con su obligación de salvaguardar la vida individual y colectiva; las agresiones hacia todos aquellos que ejercen cualquier modalidad del periodismo han aumentado.

Como las agresiones que algunos integrantes de la CNTE, en Oaxaca, realizaron contra Jamilet Carranza y Citlalli Cid (Diana Manzo, La Jornada, 23 de septiembre de 2016). De igual manera, Rafael Pérez Gay, Héctor de Mauleón, Denise Maerker y Olivia Zerón han sido criminalmente advertidos en la capital del país por los delincuentes, y publicado en la edición mensual del periódico Unión de periodistas (septiembre de 2016). Mostrado en las páginas de El Universal y Reforma (23 de septiembre de 2016), y en internet. Así que, en general, la vida de los periodistas pende de un hilo. Sobre todo cuando esos viles personajes cumplen sus amenazas, como lo prueban los homicidios del calderonismo al peñismo pasando por entidades donde los desgobernadores hacen la vista gorda; o como Duarte que permitió más de 16 asesinatos.

Así que dentro del catálogo de delitos que se ceban contra la población, no han encapado los periodistas. Y, sobre todo, los reporteros. Pero no obstante la mayor inseguridad que pone condiciones para más agresiones, homicidios y amenazas cumplidas contra el periodismo y sus trabajadores, es indispensable cuestionar esos hechos y exhibirlos ante la opinión pública. Porque no impedirán que los periodistas sigan investigando periodísticamente para informar y criticar hasta sus últimas consecuencias; desempeñando puntualmente su labor en periódicos, la radio y la televisión, como en las diferentes modalidades de la comunicación digital.

La criminalidad de la delincuencia y de los funcionarios contra los periodistas para que estos abandonen su actividad, no será obstáculo para que las libertades de prensa sigan ondeando a toda asta. Mantendrán los reporteros su fidelidad a esas conquistas, como hace el resto de los mexicanos, para sobrevivir en la inseguridad del peñismo y el duartismo de los desgobernadores y presidentes municipales que en lugar de ofrecer garantías para la prensa, buscan silenciar la información y acallar la crítica a punta de pistola, agresiones físicas y amenazas para intimidar. En esto, ni un paso atrás, porque hasta en las más elementales democracias es indispensable la presencia de los medios de comunicación con sus trabajadores, para exhibir sus agresiones, amenazas y homicidios, con los que buscan lo imposible: acabar con quienes deciden ser periodistas para, por medio de la prensa y sus libertades, buscar información, darla a conocer. Y criticar.

Álvaro Cepeda Neri

[Defensor del periodista]

Contralínea 517 / del 05 al 11 de Diciembre 2016

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