Mientras Peña y sus peñistas están conspirando para ver cómo sabotean las próximas elecciones, tratando de derrotar, en este orden: a López Obrador y a Anaya, pues el resto son paleros puestos, creados y permitidos con el claro objetivo de hacer triunfar a José Antonio Meade Kuribreña, ha iniciado el mexiquense su mea culpa. Es decir, por fin declararse fracasado ya “que no resultaron suficientemente acertadas las políticas y no han dado aciertos y en particular en el ámbito de la seguridad”. Las reporteras Erika Hernández y, al alimón, Rosa Elvira Vargas y Rosalía A Villanueva (Reforma y La Jornada, 21 de abril de 2018), con otros medios de comunicación nos informaron de esa confesión de Peña; quien ya está empacando sus pertenencias para desocupar Los Pinos.
La misma residencia que López Obrador ha ofrecido convertir en un museo del presidencialismo antirrepublicano, antidemocrático y totalmente corrupto que ha imperado desde 1940, y que está rematando con gran dramatismo en este 2018; y cuyo desastroso resultado ha provocado la rebelión ciudadana que según las encuestas –hasta las pagadas para que inclinen la balanza a favor de quien aporta su costo– vaticinan que López Obrador-Morena puede llevarse de calle a sus adversarios y alzarse con el triunfo en las urnas. Mientras esto sucede –y la conspiración peñista no logra el fraude electoral al precio del levantamiento popular–, de su persistente e ilusorio triunfalismo, el señor Peña ha pasado a medio reconocer que sus –pésimas y mediocres, afirma quien esto escribe– políticas no dieron resultado.
Y no solamente eso, ya que su sexenio ha sido un maldito fracaso: acumuló 55 millones de pobres. Veinte millones de mexicanos sobreviviendo en la informalidad, o sea en el total desempleo y vendiendo de todo para poder medio comer. Contabilizando más de medio millón de homicidios, incluyendo los miles de feminicidios; además de miles de secuestros, otros tantos desaparecidos y cientos asesinados por disparos directos de las Fuerzas Armadas, en estúpidas confusiones –llamados errores o hasta “daños colaterales”–, en el fuego cruzado contra ese creciente monstruo de las delincuencias lideradas por el narcotráfico.
Al respecto y acertadamente, la analista Soledad Loaeza escribió: “La reforma político-electoral de 2014 fue una de las ocho reformas estructurales que integran el desafortunado Pacto por México, que en su momento muchos aplaudieron como si se tratara de una extraordinaria hazaña política de salvamento de la patria”. Y ese mismo día en La Jornada (19 de abril de 2018), el periodista Enrique Calderón Alzati puntualiza: “Hace un par de años, una frase que se difundió en las redes sociales hablaba de Enrique Peña Nieto como el presidente que no entiende (es decir, que no se da cuenta) que no entiende”.
Sus reformas han sido contrarreformas apegadas al neoliberalismo económico que radicalizó el capitalismo salvaje y tensó las relaciones de los pobres y clase media con los millonarios; y ha llevado al país con sus 120 millones de mexicanos, a un total desastre. Por lo que podemos decir con total certeza que Peña ha sido un grave terremoto de 6 años, cuyas consecuencias han dejado un saldo de miseria, injusticias, corrupción, impunidad y autoritarismo; acrecentada esta catástrofe con las continuas y persistentes violaciones a los derechos humanos, torturas y desapariciones forzadas como las perpetradas contra los 43 de estudiantes de la Normal Rural “Isidro Burgos” en Ayotzinapa, localizada en el estado de Guerrero, entre la noche del 26 y la madrugada del 27 de septiembre del cada vez más lejano 2014. Hechos que aún no han sido esclarecidos a cabalidad, pues al parecer están involucrados altos jerarcas de todos los niveles de gobierno.
Pero inmune a todo el dolor ocasionado, el señor Peña se hace llevar en helicóptero a los campos de golf, donde va a jugar este deporte para despejar de su mente tanto “estrés” a que ha sido sometido durante su pésimo gobierno. Actividad que realiza junto con sus amigos del alma: Videgaray, Luis Miranda y otros de su séquito que han robado y cometido graves abusos; en cuya interminable lista está haber arremetido contra las libertades de prensa, espiado a tirios y troyanos con su sistema Pegasus y favorecido a empresarios. Así como haber encubierto el soborno de Odebrecht; igual que hizo con Rosario Robles y “Mid” por los 2 mil millones de pesos desaparecidos en Sedesol.
Así que con pleno conocimiento de causa se confirma que han sido casi 6 años en los que el peñismo, con su alter ego, Videgaray, su priísmo defraudador y sus más de 20 desgobernadores rateros a los que llenó de elogios, hundieron a la nación en los peores males económicos, políticos y sociales. Es Peña, con su maldito sexenio, el causante de todo el desastre que ha creado la indignación de los mexicanos que quieren verlo sentado ante un tribunal constitucional para juzgarlo con juicio político. Y con él, el resto del corrupto peñismo.
Álvaro Cepeda Neri
[OPINIÓN][CONTRAPODER]