París, Francia. Este país cierra un 2018 de relativa calma electoral dada la ausencia de escrutinios, pero ya comienza a prepararse para las elecciones europeas previstas en mayo de 2019, que muchos consideran un momento crucial para el gobierno de Emmanuel Macron.
Luego de un intenso 2017 marcado por los comicios presidenciales y legislativos, el país galo volverá a las urnas en la próxima primavera, para seleccionar a sus representantes ante el Parlamento Europeo.
De acuerdo con numerosos analistas, la ocasión será un momento clave, pues por primera vez permitirá tomar el pulso en las urnas a la opinión pública y sus criterios ante la gestión del gobierno de Macron, quien desde su llegada al poder está rodeado de polémicas, crisis y controversias.
Hasta el momento, los sondeos de opinión ofrecen cifras de intención de votos con algunas similitudes a los resultados de las elecciones presidenciales en su primera vuelta.
Como ocurrió en la primavera de 2017, las dos formaciones más apoyadas vuelven a ser el movimiento La República En Marcha (LREM), del presidente Macron, y el partido ultraderechista Reagrupación Nacional (RN), de Marine Le Pen, ambas en el entorno del 20 por ciento de respaldo.
Luego se ubican el partido derechista Los Republicanos (LR) y el movimiento izquierdista Francia Insumisa (FI), pero esta vez se amplía su brecha con los punteros al no superar el 15 por ciento de intención de voto.
Por otro lado, se confirma la seria crisis en el Partido Socialista (PS), que tras gobernar de 2012 a 2017 con François Hollande y tener una mayoría parlamentaria en ese periodo, ahora no logra alcanzar el 10 por ciento del respaldo.
De esta forma, hacia las elecciones europeas se dibuja un panorama similar al de las presidenciales, pero nada está seguro cuando todavía quedan varios meses por delante.
En este sentido, la incertidumbre se concentra en tres ejes: el primero se refiere a si Macron logrará que su movimiento LREM consiga otra vez un amplio apoyo de la ciudadanía.
Una segunda interrogante se centra en si podrán recuperarse los dos partidos tradicionales, LR y el PS, los cuales habían dominado el panorama político francés en los últimos años y ahora, por primera vez, se encuentran relegados a un segundo plano.
Por último, muchos se preguntan por las dos formaciones emergentes –el RN y la FI– y sus posibilidades de consolidar su liderazgo en el escenario galo.
De hecho, la más reciente encuesta sobre el tema apunta en este sentido, pues por primera vez sitúa al ultraderechista RN a la cabeza en las intenciones de voto.
Según el sondeo del instituto Ifop, la formación de Le Pen acapara el 21 por ciento de la intención de voto, con un aumento de cuatro puntos en las últimas semanas; mientras LREM perdió un punto y logró el 19 por ciento.
Un 2018 de reacomodos
A la luz de las encuestas y de otros factores, los analistas coinciden en que durante 2018 se produjeron algunos cambios en el panorama político, principalmente para la fuerza gubernamental.
Gracias a su amplio dominio parlamentario, Macron ha podido aplicar su batería de reformas económicas y sociales sin grandes contratiempos, pero el rechazo popular a la mayoría de las transformaciones se ha hecho sentir con constantes manifestaciones en las calles.
La popularidad del jefe de Estado ha caído en picada en más de 30 puntos, según los sondeos recientes, que reportan una aceptación de apenas el 25 por ciento, frente al 64 registrado al inicio de su mandato.
Al mismo tiempo, la labor de los parlamentarios de LREM es cada vez más cuestionada, y muchos políticos los consideran un mero ejército encargado de aprobar en bloque todas las leyes y medidas impulsadas por Macron.
Asimismo, se ha criticado en muchos casos los problemas derivados de la falta de experiencia, pues la mayor parte de los diputados de LREM son novatos en política, con ningún historial en el trabajo parlamentario.
Sin embargo, esas señas de debilitamiento en el bando gubernamental no significan directamente un fortalecimiento en la oposición. En el caso de los partidos tradicionales, la recuperación tras el descalabro de 2017 todavía no se concreta.
En 2018, los dos partidos hicieron procesos internos para seleccionar nuevos líderes e impulsar una renovación en sus respectivas filas, pero los recién estrenados dirigentes, el derechista Laurent Wazquiezy el socialista Olivier Faure, no han logrado el relanzamiento esperado.
Del lado de la extrema derecha, Marine Le Pen realizó un proceso de actualización del antiguo Frente Nacional y hasta le cambió el nombre por Reagrupación Nacional, con el fin de distanciarse de la historia más radical de ese partido ultraconservador.
Sin embargo, algunos factores le dificultan el avance como los problemas judiciales derivados del caso de los presuntos empleos ficticios en el Parlamento Europeo.
A raíz de ese conflicto, la justicia francesa decidió decomisar una parte importante de la subvención anual que le corresponde al RN, equivalente a un millón de euros, lo que afecta notablemente el funcionamiento y la capacidad de actuar del partido.
Por otro lado, Jean-Luc Melenchon se enfrasca en impulsar su movimiento Francia Insumisa como principal formación de oposición, y así lo demostró al iniciar su campaña con vistas a las elecciones europeas.
“Vamos a hacer de la elección europea un referendo anti-Macron. Vamos a invitar a los franceses a darle una paliza democrática”, instó recientemente en la ciudad sureña de Marsella.
De acuerdo con analistas, el principal desafío para el político es superar las tradicionales divisiones en la izquierda francesa, como única vía para reunir el apoyo suficiente que le permita constituirse como una oposición fuerte.
Luisa María González/Prensa Latina
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