Stella Calloni*/Prensa Latina
La ofensiva contrainsurgente de guerra de baja intensidad de Estados Unidos, contra los gobiernos claves en el más avanzado proceso de integración que ha logrado América Latina, tiene como nueva estrategia la simultaneidad en el ataque, como se está viendo especialmente en Venezuela, Argentina y Brasil, triángulo estratégico en la política integradora.
El golpismo encubierto actuando en forma simultánea logra disminuir la solidaridad entre los países en la mira, que deben recurrir a todas sus defensas ante la serie de acciones tendientes a la desestabilización, el caos, a desacreditar a los gobiernos y a deslegitimar los procesos electorales que ya no son favorables a Washington como en otros tiempos, y otras amenazas más graves aún.
Varios hechos se conjugan para advertir los preparativos que se realizan alrededor de las elecciones parlamentarias del próximo 6 de diciembre –ni siquiera presidenciales– en Venezuela.
Declaraciones del jefe del Comando Sur de Estados Unidos, John Kelly, el pasado 22 de octubre, durante una entrevista televisiva con CNN, admitiendo que dedica “algo así como 40 segundos al día pensando en Venezuela, y todo es por una plegaria: rezo por su pueblo que está sufriendo terriblemente, con una economía a punto de implosión”, configuraron el más directo mensaje injerencista de los últimos tiempos. Habló además de una inflación del 200 por ciento, corrupción, narcotráfico, mostrando a Venezuela dentro de las características de un “país fallido”, en los trazados estadunidenses plausible de una intervención “salvadora”.
Más aún, lo dejó entrever claramente al argumentar que lo que lo mantiene despierto en las noches es que “cualquier organización militar, si necesitara planear algo […] si hay alguna crisis humanitaria importante, es decir, un colapso de la economía al punto de que necesiten desesperadamente alimentos, agua y otras cosas, entonces podríamos reaccionar a eso. Y lo haríamos”. Pero eso sí, aclaró que: “Sólo [lo haríamos] si se nos pidiera desde organismos como la Organización de las Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos”.
Proviniendo nada menos que del jefe del Comando Sur, es una amenaza real y ya sabemos en donde terminan las “invasiones humanitarias” o en “favor de la democracia”, argumentos falsos y perversos para invadir y ocupar países.
La respuesta no se hizo esperar. El presidente Maduro habló de los fracasos de Kelly en su supuesta lucha contra el narcotráfico, y le advirtió que “deje de conspirar y de meterse en asuntos que sólo son de interés de los venezolanos”. También sostuvo que Kelly habló como “líder político de un imperio que se cree dueño de nosotros” y aseguró que hay “signos alarmantes de desesperación en la derecha estadunidense y la elite imperial. Están dando órdenes para tratar de destruir a Venezuela”.
Por su parte, el ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, en un comunicado de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), denunció que “este tipo de declaraciones vienen ocurriendo de manera sistemática, como parte de un plan preconcebido, especialmente después del decreto mediante el cual el presidente Barack Obama señaló que Venezuela representaba una amenaza a los intereses de la seguridad nacional de Estados Unidos”.
La declaración también señala que “el imperio estadunidense”, con el subterfugio de la defensa de los derechos humanos y de la libertad, pretende una vez más crear las condiciones para intervenir en nuestro país”.
Otras campañas
El paso siguiente fue comenzar una campaña contra el presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, Diosdado Cabello, al que acusan de narcotraficante. Funcionarios estadunidenses sostienen con absoluta falsedad que la droga que produce Colombia pasaría por territorio venezolano. Y pretenden utilizar a un narcotraficante entregado por Colombia a Estados Unidos para tratar de montar una nueva campaña contra Diosdado y, por cierto, contra el proceso de paz colombiano.
Basta unir los ejes de esa campaña y todo suma como un argumento para intentar intervenir militarmente. Ahora están enfrascados en la Operación Elecciones, como la podríamos llamar.
La nueva ofensiva estadunidense se da a pocas semanas de las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre, cuando arrecian los mecanismos para desestabilizar económicamente al país con el objetivo de promover –justamente– la situación que describe el general John Kelly.
Todos los indicios llevan a imaginar un escenario en que se intentará dar por ganadas las elecciones parlamentarias por la oposición y los voceros del Pentágono, las cacatúas les llaman algunos, disfrazados de “preocupados demócratas” como los expresidentes Felipe González, José María Aznar, incluso el exsociólogo que denunciaba la dependencia, el exmandatario brasileño Fernando Henrique Cardoso, y toda la troupe que también integra el escritor peruano Mario Vargas Llosa, se están moviendo para convertir en un “héroe” democrático al golpista de principios de 2014, Leopoldo López. El mismo que confesó públicamente por televisión que en las marchas presuntamente estudiantiles iban a tomar las calles y no las iban a dejar hasta el derrocamiento del gobierno del presidente Maduro. Más claro imposible.
El resultado fue 43 muertos, más de 800 heridos, edificios quemados, incluso universidades e intentos de incendiar hasta una sede de gobierno con todos adentro, y los paramilitares infiltrados desde Colombia, disparando a cuanto blanco pudieran. ¿Qué haría Estados Unidos si eso hubiera sucedido en Washington?
Vargas Llosa advierte ahora que si gana el gobierno de Maduro será por fraude, y hasta inventan encuestas dando ventajas irrisorias a los opositores –que aún ni siquiera se ponen de acuerdo– de hasta 30 puntos de diferencia sobre el oficialismo. La jugada opositora en Venezuela, ayudada por sus medios locales, verdaderos monopolios, y por las agencias de Estados Unidos y de Europa, es que se muestran como ganadores absolutos, para fundamentar la existencia de un fraude y crear violencia al finalizar los comicios.
Razón tiene el periodista y exvicepresidente José Vicente Rangel cuando habla de una Operación Tenaza sobre Venezuela, y advierte que este país “es un objetivo asediado. Factores poderosos, internos y externos, tienen al país en la mira. No pasa 1 día sin que haya algún tipo de agresión en su contra. Quien escribe no recuerda algo similar en el pasado. De una nación acosada por múltiples factores que emplean vastos recursos para llevar a cabo la desestabilización. La coordinación de esfuerzos en el mundo y el cinismo de dirigentes políticos, empresarios, parlamentarios, expresidentes y exjefes de Estado, instituciones sin información debidamente verificada acerca de lo que sucede en el país, no tiene precedentes. La conjura no tiene fronteras”.
Es lo que está sucediendo. Por su parte el embajador de Venezuela ante España, Mario Isea Bohórquez, denunció la existencia de una estrategia conjunta de diversos factores políticos, económicos y mediáticos, nacionales e internacionales, encaminada a desconocer los resultados de las próximas elecciones parlamentarias del 6 de diciembre. Y remarcó que la guerra económica sigue en Venezuela, según el viejo manual de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por su sigla en inglés) estadunidense aplicado en Chile, donde Henry Kissinger ordenó “hacer chirriar la economía chilena” para crear descontento social y justificar el golpe de 1973.
Por supuesto que el golpismo contrainsurgente se acentúa ahora con motivo de las próximas elecciones “a las que los detractores le asignan connotaciones que van más allá de lo que institucionalmente representan”, advierte también Rangel. Por eso es que “las expectativas en torno a ellas conducen a que un triunfo de la oposición equivaldría a un cambio inmediato de gobierno y al fin del proceso bolivariano. Que en el fondo es lo que persiguen”, sostiene el periodista, recordando que sólo se trata de elecciones para elegir diputados a la Asamblea Nacional. ¿Por qué le dan otra dimensión, si no es que preparan un nuevo esquema de golpismo?
Con las declaraciones de Kelly y otros funcionarios de Estados Unidos, más las actitudes de países vecinos como Colombia y Guyana, la Operación Tenaza aparece como una realidad.
En Guyana, el entonces alumno de la Escuela de las Américas David Granger, hoy presidente, resucitó un viejo conflicto fronterizo en la zona del Esequibo, algo que se estaba resolviendo siempre en forma pacífica. Hoy quieren arrebatar el territorio que corresponde a Venezuela, alentado por la transnacional petrolera Exxon Mobil, que descubrió un yacimiento petrolífero importante en esa zona. Incluso en los últimos informes, Granger está entrenando tropa bajo asesoría de Estados Unidos en la zona limítrofe, como una abierta provocación a Venezuela.
En Colombia –es necesario recordar– hay siete bases militares de Estados Unidos y otros establecimientos con Tropas Especiales y de Despliegue Rápido, además de un ejército paramilitar, algunos de los cuales han estado actuando en asesinatos, sabotajes y actos de terrorismo en Venezuela. José Vicente Rangel menciona parte de la campaña contra Venezuela en Colombia y recuerda que, por un lado, “repiten el manual de los abrazos hipócritas, por otro auspician el contrabando de productos venezolanos: petróleo, comida, artículos del hogar, sin importarles el desabastecimiento que generan en Venezuela, y deliberadamente ignoran el desplazamiento de paramilitares o facilitan el ataque al bolívar (moneda venezolana)”.
Se sabe ya que miles de toneladas de alimentos y otros productos fueron llevados a Colombia desabasteciendo regiones enteras de Venezuela. Y millones de dólares en gasolina se fueron por la larga frontera común y a empresas mafiosas manejadas por paramilitares, algo que el gobierno colombiano no podía ignorar. El cierre de esa frontera en diversos puntos es por lo tanto un acto de defensa del pueblo venezolano. También Rangel advierte sobre el rearme de la Fuerza Armada colombiana, “justo cuando está a punto de culminar la guerra interna; la adquisición de sofisticados y costosos equipos bélicos; la asesoría estadunidense, in situ, en las bases que funcionan del otro lado de la frontera, y la manera cómo el alto mando castrense asume un plan elaborado por el Pentágono –Minerva– para alcanzar mayor operatividad y eficacia ante la amenaza exterior. ¿Contra quién se arma cuando prácticamente concluye la guerra interna?”, se pregunta.
Sin lugar a dudas, en el caso de Venezuela el golpismo se ha sostenido en forma permanente desde el fracasado golpe cívico-militar de abril de 2002 hasta ahora, tomando diversas formas. Aunque hay que advertir que a partir de la muerte del líder venezolano Hugo Chávez Frías, el 5 de marzo de 2013, y el impacto que esto significó para el pueblo venezolano y para la región, los métodos contrainsurgentes fueron escalonando hasta la guerra económica, paramilitar y sicológica que continúa preparando el terreno de una intervención militar. Esto requiere actuar rápidamente. La desesperación por acabar con el triángulo clave de Venezuela, Argentina, Brasil, llevará a acciones cada vez más violentas con esquemas contrainsurgentes que no deben encontrar a la región ni desunida, ni distraída en la serie de maniobras que intentan precisamente acorralar a los gobiernos. Nunca como ahora deben moverse los organismos de integración para enfrentar el intervencionismo ilimitado. Tenemos el derecho absoluto a la defensa de nuestros países frente al ataque externo, desenmascarando los financiamientos a las derechas de cada nación y de la región, que sólo pueden funcionar con el permanente asesoramiento y los millones de dólares que reciben, configurando esto no sólo el más aberrante acto de corrupción, sino también de traición a la patria.
Stella Calloni*/Prensa Latina
*Periodista e intelectual argentina
[BLOQUE: OPINIÓN] [SECCIÓN: ARTÍCULO]
Contralínea 463 / del 16 al 22 de Noviembre 2015