Maestría en alta dirección: un posgrado de elite en la UNAM

Maestría en alta dirección: un posgrado de elite en la UNAM

Empresarios pagan la primera generación de la maestría en alta dirección en la UNAM. La convocatoria para cursar el posgrado a cargo de la Facultad de Contaduría y Administración fue exclusiva para las compañías “vinculadas” a la institución educativa. Para la primera generación del posgrado, 16 empresas enviaron a 20 de sus directivos a graduarse en la “máxima casa de estudios” del país. Los “alumnos-ejecutivos” cursaron sigilosamente los dos primeros semestres fuera del complejo del posgrado de la Facultad, mientras se concluyó la construcción de las instalaciones especiales con aulas réplica de las de la Universidad de Harvard y en las cuales la UNAM invirtió, al menos, 76 millones de pesos. Es la privatización silenciosa de la UNAM, señala el consejero universitario Alfonso Bouzas

 

Cursa en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) la primera generación de la maestría en alta dirección. Sin que se hubiera emitido convocatoria pública y sin que, asimismo, se hubieran hecho públicos los planes de estudio, 16 empresas envían a sus directivos a capacitarse en la universidad más importante del país. La “máxima casa de estudios” mexicana reconoce que el posgrado exclusivo que ofrece a los empresarios tiene un costo pero rechaza revelar los montos que las compañías pagan a la institución.

La Facultad de Contaduría y Administración (FCA), a cargo de la maestría, construyó un nuevo conjunto de edificios, por más de 76 millones de pesos, para albergar al nuevo posgrado con dos aulas “réplica” de las de la Universidad de Harvard, de acuerdo con los contratos de las obras obtenidos por Contralínea a través de la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental.

En entrevista con Contralínea, el coordinador de la maestría en alta dirección, Scott Michel Da Gama Darby, reconoce que la convocatoria para la primera generación de este posgrado no fue pública: fue exclusiva para las “empresas vinculadas” a la FCA.

“La convocatoria fue limitada a estas organizaciones”, señala. Y ataja: “ya más adelante sí va a ser una convocatoria, como se hace con los demás posgrados.”

El maestro en administración de negocios por el Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresas (IPADE) –la escuela de negocios de la Universidad Panamericana a cargo del Opus Dei– explica que la primera generación del proyecto que se llevó a la UNAM fue integrada a invitación directa porque “es un arranque; queríamos arrancar y probar”.

Rechaza que el nuevo posgrado haya sido diseñado exclusivamente para las grandes empresas, pues –explica– incluso en las empresas familiares se toman decisiones de alta dirección. Asegura que el grupo de 20 alumnos está integrado en un 30 por ciento por enviados de grandes empresas, un 25 por ciento por enviados de pequeñas y medianas empresas, otro 25 por ciento por empresas familiares “y el resto son gente, perfil de 30 años para arriba, con una experiencia de más de 5 años que ocupan cargos medios y gerenciales”.

Sin embargo, descarta informar del nombre de las empresas que participan en la maestría y los montos que han pagado a la UNAM. No sería “pertinente”, considera. Lo que sí accede a explicar el funcionario universitario es que al alumno, de manera particular, el posgrado no le cuesta nada: quienes pagan son las empresas que lo envían. Los pagos se realizan por medio de un convenio que cada una de las entidades económicas firma con la Universidad.

En respuesta a la solicitud de información F9472, presentada por Contralínea ante la UNAM por medio de la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental, la institución señala que los convenios aún están en trámite y, por ello, no puede informar con quiénes los firmará ni los montos.

En su alegato, dice: “Los instrumentos jurídicos que esta Casa de Estudios pretende celebrar, a través de la Coordinación del Programa de Posgrado en Ciencias de la Administración, se encuentran en trámite ante las diferentes instancias universitarias que intervienen en su formalización, o bien en proceso de negociación con las diferentes contrapartes [sic].

“Por lo que, una vez que los convenios se encuentren debidamente suscritos por ambas partes, se publicarán en la página electrónica: http://siep.posgrado.unam.mx/sica para su consulta.”

Los alumnos de la maestría en alta dirección cursan ya el tercer semestre y la UNAM no ha informado cuáles son las empresas que pagan los cursos. En la página electrónica a la que remite sólo se encuentran tres convenios firmados hace más de 12 y 8 años: en 2002, con la Universidad Autónoma de Coahuila y con la Universidad Autónoma de Chihuahua, y en 2006 con la Universidad Complutense de Madrid. Así, la universidad no reporta acuerdo alguno con empresas privadas.

La maestra María Elena Flores Becerril, consejera universitaria por la FCA, señala que se trata de empresas con las cuales se ha vinculado la institución. Y “ahí están medianas y también de las grandes”.

La representante de la Facultad ante el Consejo Universitario, el órgano colegiado responsable de expedir todas las normas y disposiciones generales que gobiernan la UNAM, considera que la nueva maestría constituye una oportunidad para que las empresas mexicanas accedan “a formación directiva y reciban el beneficio que les da la [ciencia de la] administración”.

De “preocupante” califica el consejero universitario Alfonso Bouzas Ortiz lo que ocurre en la FCA. El doctor en derecho social e integrante del Consejo Universitario por el Instituto de Investigaciones Económicas señala que en la UNAM no se puede instrumentar un plan o programa selectivo no público. Tampoco, “que se haga una convocatoria [para un posgrado] con destinatario”.

El investigador y catedrático se muestra sorprendido de las declaraciones del coordinador de la maestría en alta dirección, pues la legislación no prevé la selección de estudiantes por su procedencia, en este caso empresarial.

Scott Da Gama, por su parte, rechaza que la nueva maestría discrimine a los aspirantes por motivos extraacadémicos. El coordinador del nuevo posgrado es enfático en señalar que la “nueva oferta” académica es para empresarios de todos los estratos.

—¿Las pequeñas empresas tienen alta dirección? –se le pregunta.

—Deben de tener alta dirección –explica Da Gama–. Seguro. Se le llama “alta dirección”, porque es donde se toman las decisiones, decisiones que rigen el futuro de una empresa pública, privada, pequeña, mediana o grande. Llámale dueño; llámale, a lo mejor, la persona de más confianza del dueño, o de una familia; inclusive, también de una familia.

—¿La alta dirección es también para una empresa familiar?

—Por supuesto. Alta dirección es básicamente donde se toman las decisiones y la estrategia a seguir. Puede ser desde empresas grandes mexicanas o de otros países, o también la señora que tiene un restaurantito en un mercado y que no sabe manejar… o que quiere comprar el localito de al lado y “cómo me financio, cómo le hago…”

—¿Para ellos sería necesario una maestría?

—Pues… No lo sé. Yo creo que los que tienen que decidir son ellos […].

—¿Este tipo de empresas entonces podrían ser aceptadas aquí en la maestría?

—Todas. De ese tipo también. Por supuesto. Ésa es la labor de la UNAM. Que [acepta a quienes] posiblemente no puedan pagar una maestría en una escuela particular. La UNAM es lo que les aporta.

Instalaciones especiales

Entre el 21 de febrero de 2011 y el 1 de julio de 2013, la UNAM había gastado 83 millones 585 mil 974 pesos con 20 centavos en obras para la FCA. El 91.83 por ciento de estos recursos (76 millones762 mil 829 pesos con 49 centavos) se utilizaron para construir un nuevo conjunto académico en la antigua reserva ecológica de la Facultad.

El 8.17 por ciento restante (6 millones 823 mil 144.71 pesos) se utilizó para construir locales de alimentos (1 millón 965 mil 163.66 pesos), locales comerciales (244 mil 893.40 pesos), rampas de comunicación (4 millones 77 mil 951.97 pesos) y para pagar los servicios de supervisión de las obras que se realizan en la institución (535 mil 135.68 pesos).

De acuerdo con los 54 contratos y convenios modificatorios celebrados entre la UNAM y una veintena de personas físicas y morales –de los cuales Contralínea posee copia–, el nuevo conjunto académico consta del Centro de Enseñanza de Idiomas de la FCA, el Centro de Actualización Docente y el Centro Nacional de Apoyo a la Pequeña y Mediana Empresa (Cenapyme). Este último, sede de la Maestría en Alta Dirección y el cual consta de dos aulas que son “réplica” de las de la Universidad de Harvard.

Los documentos obtenidos por Contralínea a través de la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental señalan que hasta mediados de 2013 la UNAM había erogado 1 millón 519 mil 806.99 pesos en el Centro de Actualización Docente; 31 millones 260 mil 917.45 pesos en el Centro de Enseñanza de Idiomas, y 43 millones 56 mil 88.65 pesos en el Cenapyme; además había adquirido elevadores semipanorámicos por 926 mil 16 pesos con 40 centavos sin que se especifique a qué edificio corresponden.

En el Informe de Actividades de la Facultad de Contaduría y Administración. Periodo 2009-2013, presentado por el director de la Facultad Juan Alberto Adam Siade, se especifica que el nuevo conjunto académico está integrado por los edificios H, I y J.

 

El doctor en ciencias de la administración por la UNAM –quien fue reelecto a finales de octubre pasado como director de la FCA para el periodo 2013-2017– señala en el documento que el edificio I cuenta con 1 mil 473 metros cuadrados. Además, “tiene en la planta baja dos aulas para 80 personas cada una, que son réplicas de las que tiene la Universidad de Harvard con isóptica y el equipamiento indicado para aplicar en forma adecuada el método de caso, y que serán ocupadas por la maestría en alta dirección y por los alumnos de licenciatura que en el nuevo plan de estudios aplicarán, entre otros, el método del caso en su formación profesional”.

Acerca del mismo edificio, el documento señala que en el primer nivel se encontrará la sede del Centro Nacional de Apoyo a la Pequeña y Mediana Empresa, “que cuenta con tres cubículos para brindar, atender y dar consultoría de hasta ocho grupos de micro, pequeños y medianos empresarios; cuatro aulas para brindar consultoría, cursos de capacitación y talleres a grupos de hasta 27 participantes; y tres salones para 25 personas que se comunican y que en conjunto forman un auditorio de 75 personas, además del área administrativa y dos cubículos para realizar las funciones de incubación. En el segundo nivel contamos con una terraza para realizar eventos de hasta 200 personas con cocina de montaje, para ofrecer servicio como el de las comidas que brindamos en los congresos internacionales de investigación”.

En el mismo Informe se señala que se construye una sede alterna de la maestría en alta dirección, la cual estará fuera de Ciudad Universitaria. También constaría de una aula “tipo Harvard” con seis salones aledaños. El director informa que, para ello, la FCA ha destinado 4 millones de pesos.

Las aulas tipo Harvard, explica en entrevista el coordinador de la maestría en alta dirección, Scott Da Gama, son “auditorios para 60-80 personas con dos características: isóptica e isoacústica. La isóptica: que tú veas a todos los participantes y que todos te vean. Isoacústica: que a pesar de ser de 60-80 personas seas escuchado y escuches. La otra, no hay ventanas: no te distraigas: estate metido en el caso, en la discusión, toma notas, participa. [En las aulas hay] seis pizarrones para que no borres y todo el análisis del caso quede escrito. Ésos son los salones para el método del caso”.

Juan Alberto Adam Siade señala –en su Informe de Actividades– que la totalidad de las obras fueron financiadas con recursos propios de la FCA generados con “ingresos extraordinarios”, es decir, con dineros provenientes de los convenios, cursos, asesorías, servicios y trabajos que pagan estudiantes y público en general a la institución.

El director de la Facultad agradece la política de la UNAM “de reintegrar tres cuartas partes de lo retenido por la administración central de la Universidad a las dependencias que generan dichos recursos”. En cuatro años, la FCA reportó por “ingresos extraordinarios” 337 millones 751 mil 643.13 pesos.

Al respecto, el consejero universitario y doctor en derecho social Alfonso Bouzas señala que la figura de ingresos extraordinarios “se está convirtiendo en una práctica poco adecuada en varias dependencias. Está bien que tengan recursos extraordinarios. Pero también la legislación universitaria establece la forma y los términos como se utilizarán. E, insisto, ninguna asignación de recursos extraordinarios daría pauta para crear un posgrado ad hoc o con destinatario específico, así sea el que otorga los recursos”.

Toda vez que el edificio sede de la maestría en alta dirección no había sido concluido, el primer semestre del posgrado se impartió en el tercer piso del edificio D de la Unidad de Posgrado de la UNAM, fuera de las instalaciones de la FCA, a pesar de que esta facultad cuenta con una Unidad de Posgrado propia, donde se imparten todos los demás doctorados, maestrías y diplomados de la institución.

Las cuatro asignaturas del primer semestre (Dimensión Humana y Procesos de Cambio; Economía de la Empresa y Macroeconomía; Ética, Responsabilidad Social y Liderazgo, y Métodos Cuantitativos y Finanzas) se cursaron los días viernes y sábado, entre las 16 y las 22 horas y las 7 y las 13 horas, respectivamente. Los catedráticos fueron los doctores Juan Manuel Larios Prado y Mario Humberto Hernández López, y los maestros Tomás Rosales Mendieta y Enrique Canseco Rodríguez.

    

Convocatoria exclusiva

Todo el proceso de selección y desarrollo de la maestría no ha sido público. La primera generación no se integró mediante una convocatoria abierta. De hecho, nadie en la Facultad sabe del lugar en que se realizan las clases ni los nombres de los profesores. No existen folletos informativos sobre este posgrado, como tampoco información alguna en la página oficial de la FCA. Al preguntarle al coordinador de la maestría, Scott Da Gama, sobre las características de selección de los alumnos, señala:

“Te puedo hablar de la selección. Fue de empresas vinculadas con la UNAM, con la Facultad [a quienes se les dijo]: ‘propónganme alumnos’. De ser aprobados, adelante. [El alumno propuesto] es admitido. Empresa, ‘¿lo apoyas?’ Va que va. Adelante.

—¿Pero hubo alguna convocatoria? No se conoció –se le señala.

—Básicamente la convocatoria fue limitada a estas organizaciones. Por lo mismo que es un arranque; queríamos arrancar y probar y, bueno, ya más adelante sí va a ser una convocatoria, tal como se hace con los demás posgrados.

—¿Por ser de “arranque”, el grupo que cursa actualmente se integró a invitación directa?

—Exactamente. No. Bueno, invitación directa sí y sólo sí, sujeta, a los requisitos de la Universidad. ¿Sí me explico? Que cumpliera el aspirante con los requisitos.

—Es decir, que tuviera licenciatura…

—Por supuesto: es licenciatura y experiencia, preferentemente mínima de 5 años; el proceso de selección, que son entrevistas, son los exámenes y que pasara inclusive por el Comité de Admisiones del Programa de Posgrado de Ciencias de la Administración.

“Definitivamente eso no es justificación”, dice el doctor en derecho y consejero universitario Alfonso Bouzas al referirse al “arranque” como excusa para limitar un posgrado a las “empresas vinculadas” a la FCA.

“Los planes y programas se aprueban y se ponen en instrumentación. No está previsto, por decir algo, una generación piloto o una generación previa. No, no, no. Desde la primera, se cumple el protocolo. Puede haber errores en la mecánica, pero esos son errores humanos que en la siguiente promoción se corrigen. Definitivamente no puede arrancar ninguna maestría con esta particularidad de destinatario establecido.”

Scott da Gama informa que todos los integrantes del actual grupo que cursa la maestría cuentan con más de 5 años de experiencia, “porque la metodología lo requiere. Básicamente es una maestría para perfeccionar habilidades”. Rechaza que el requisito de 5 años de experiencia sea excluyente.

“Si un alumno con poca experiencia en tiempo, digamos que acaba de egresar, y quiere estudiar una maestría, la Facultad le da una oferta: maestría en administración de organizaciones, negocios internacionales… digo: hay oferta”. Agrega que con la maestría en alta dirección se amplía la oferta de posgrados en la UNAM, y precisamente con “una oferta que no había”.

Asimismo, la selección de los profesores fue a invitación directa de la Coordinación. Los requisitos que debieron reunir los académicos, a decir de Scott Da Gama son: experiencia en el método del caso, experiencia directiva en organismos privados, públicos o no lucrativos y que esté sujeto al Estatuto del Personal Académico de la UNAM.

Sobre las características del método del caso, Da Gama explica: “se basa en la mayéutica. El maestro básicamente es un moderador. La riqueza se da entre los participantes”.

Empresas y costos, ocultos

En el Informe de Actividades del director se señala que los 20 alumnos que actualmente cursan la primera generación de la maestría en alta dirección provienen de 16 “empresas, despachos y organismos”.

Sin embargo, la UNAM omite informar a cuánto ascienden las participaciones económicas de estas empresas.

Da Gama señala: “Los alumnos como tal no pagan nada. Todo esto es por convenio con la empresa. La empresa es la que manda al alumno-ejecutivo y paga. Qué hay de atractivo. Cómo se convence a las empresas. [Se les dice:] ‘Vas a mandar a un gerente o a un directivo o a un primer nivel a la Universidad a que estudie, que vea casos; después, al final, en el último semestre elabora un caso de negocio o de organización que es una consultoría interna para la empresa’ ¿Sí me explico?”.

—¿Cuáles son los costos?

—No lo sé. Desconozco los costos pero tengo entendido que estamos muy por debajo [del ITAM y el IPADE].

—Pero de cuánto serían.

—No. Desconozco. Es por convenio.

—Quién puede proporcionar entonces la información –se le insiste al coordinador de la maestría.

—No lo sé.

—Es importante saber, si queremos demostrar que los costos de la UNAM están muy por debajo de los de las universidades privadas –se le hace hincapié.

—Sí es por abajo. Sé que es por abajo y que es por convenio. Ya cada empresa hizo el convenio con la Universidad. No están definidos los costos todavía, ¿eh? Inclusive por eso fue el convenio.

—¿Y con quién fue el convenio?

—Con el Programa de Posgrado en Ciencias de la Administración, del que la Facultad forma parte.

La UNAM formalmente ha respondido a Contralínea que la firma de los convenios está en trámite y por ello no puede hacerlos públicos aún. Lo anterior, a pesar de que la generación cursa ya el tercer semestre y de que el funcionario universitario Scott Da Gama asegura que los convenios ya fueron firmados y están vigentes.

Sobre las empresas que están pagando los cursos de la primera generación de la maestría en alta dirección, Da Gama considera que no es “pertinente” revelar sus nombres. Se limita a señalar que “son las que están vinculadas con la Facultad”.

Para el abogado, investigador y consejero universitario Alfonso Bouzas este tipo de convenios estarían violando la legislación universitaria.

“La Universidad es pública. Sus convocatorias tienen que ser públicas y las contribuciones tienen que ser aprobadas por las instancias correspondientes. Y hasta donde yo tengo conocimiento no ha habido modificación alguna en materia de cuotas de inscripción o de establecimiento de colegiaturas. No hay colegiaturas en la Universidad. Y menos, la posibilidad de que se haga una convocatoria con destinatario. Eso atenta contra el carácter público de la Universidad.”

Alta dirección

La maestría en alta dirección es formalmente impartida por el Programa de Posgrado en Ciencias de la Administración, en el que participan las facultades de Contaduría y Administración; de Química; de Estudios Superiores Cuatitlán; de Estudios Superiores Zaragoza, y los institutos de Investigaciones Jurídicas y de Investigaciones Sociales.

Fue aprobada por el pleno del Consejo Universitario el 25 de enero de 2013 en su primera sesión ordinaria. De los 13 acuerdos alcanzados en esa sesión, el séptimo señala: “Aprobar la creación de la Maestría en Alta Dirección y el grado correspondiente que se adicionan al Programa de Posgrado en Ciencias de la Administración” (sic). Los acuerdos de las sesiones ordinaria y extraordinaria de ese día fueron publicados en la Gaceta del Consejo Universitario, correspondiente al periodo enero-marzo de 2013.

Antes de la UNAM, la maestría en alta dirección ha sido ofrecida por 15 instituciones en el país, de acuerdo con el proyecto Maestría en alta dirección, elaborado en 2010 por la FCA, cuando comenzó las gestiones para que fuera aprobada por el Consejo Universitario

Según el documento, del cual Contralínea posee copia, las 15 instituciones que ofrecen maestría en alta dirección son el IPADE; la EGADE [Escuela de Graduados en Administración y Dirección de Empresas] Business School, del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), en sus campus Monterrey, México, Zona Centro y Guadalajara; el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM); la Universidad Anáhuac, campus Norte y Sur; la Universidad de las Américas Puebla; la Universidad de Monterrey; la Universidad Iberoamericana; el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, de la Universidad Jesuita de Guadalajara; la Universidad Regiomontana; la Universidad de las Américas Distrito Federal; el Centro de Enseñanza Técnica y Superior Universidad; y la Universidad de Guadalajara. Con excepción de esta última, las demás instituciones son de carácter privado.

El documento señala que los precios de estos posgrados oscilaban entonces entre los 67 mil pesos, que costaría en la pública Universidad de Guadalajara, y los 585 mil pesos que costaría en la EGADE del ITESM y en el ITAM.

El objetivo académico de la maestría en alta dirección que ya ofrece la UNAM, en palabras de Michel Martin Scott Da Gama Darby, coordinador de este posgrado, es “el perfeccionamiento de habilidades directivas, pero para directores de empresas privadas de cualquier tamaño: pequeñas, medianas, grandes; empresas públicas u organizaciones públicas también y no lucrativas”.

El doctor en administración de empresas por el IPADE agrega: “todo, dentro de un marco de ética, de responsabilidad social, con el liderazgo situacional que te puede dar el trabajar en una empresa”. Insiste: “no es [la maestría] para la empresa privada básicamente; es una necesidad social perfeccionar a los directivos de empresas públicas y privadas, y no lucrativas”.

La maestría que ya se está cursando se programó finalmente con 13 materias, a decir de Scott Da Gama. El funcionario explica que, debido a la heterogeneidad del grupo, “las cuatro primeras materias son obligatorias y son homogeneizantes”.

Abunda: “Posiblemente al médico o al abogado hay que darle un poquito de estadística […]. Al ingeniero, factores humanos […]”.

Así, las materias diseñadas para el primer semestre de la primera generación de la maestría en alta dirección son: Economía y Microeconomía; Métodos Cuantitativos y Finanzas Básicas; Dimensión Humana y Proceso de Cambio, y Ética, Responsabilidad Social y Liderazgo.

Da Gama informa que para el segundo y el tercer semestre se cursarán cuatro materias optativas. “Y el último semestre es un seminario integrador para elaborar un caso […] específico sobre algún problema o sobre algún rediseño que se quiera hacer en la organización”.

Agrega que las materias optativas se escogen de tres campos de conocimiento: “recursos financieros, es decir, dinero; procesos de negocio, que es mercadotecnia, operaciones, distribución, cadena de suministro, comercialización; y la persona: tanto individual como comunidad, la organización en un entorno nacional, la política de la empresa”.

Explica que de las 21 materias optativas posibles, cada estudiante debe elegir ocho en toda su formación de maestro en alta dirección.

Si bien como maestría la alta dirección es un nuevo posgrado, la disciplina no era desconocida en la UNAM. Desde hace años, la propia FCA imparte una especialidad en alta dirección, la cual sigue vigente ahora que ha iniciado la maestría.

—La Facultad ya contaba con una especialidad en alta dirección que, además, ya tiene muchos años. ¿Por qué la necesidad de hacer una maestría? ­­–se le pregunta a Scott Da Gama.

—Es una metodología distinta, básicamente. E incluso [la especialidad] se ofrece a estudiantes de licenciatura como opción de titulación. La gran diferencia es la metodología y el perfil de ingreso. La maestría en alta dirección se basa en casos; casos, notas técnicas, simuladores. Y en la especialidad, tengo entendido que son seminarios básicamente. Y dura un año, además.

—Y desde el punto de vista del contenido, ¿hay diferencias en las materias?

—Desconozco bien la especialidad. Una disculpa: debería saber, porque estoy aquí en la Universidad; pero creo que es lo mismo… Digo, no está tan categorizado [en la especialidad] como [con] nosotros [la maestría]. Y básicamente es el maestro que dicta teoría [en la especialidad]. Y aquí, otro rollo con la metodología.

El ingreso a la maestría en alta dirección será anual. En las oficinas administrativas de la FCA ni siquiera aparece como una de las opciones para los aspirantes a cursar un posgrado.

—¿Por qué no hay información de la maestría ni en la Facultad ni en su página de internet? –se le pregunta al coordinador.

—Básicamente es porque estamos arrancando; pero sí ya… Para el nuevo proceso de selección.

—¿Quién organiza el posgrado?

—¿La cuestión académica? Yo, un servidor.

Según el doctor Bouzas Ortiz, es necesario investigar si las acciones realizadas para el desarrollo de la maestría en alta dirección se encuentran dentro del marco normativo de la UNAM o si se “está incurriendo en responsabilidad en ejercicio de la función sancionable por el estatuto”.

Agrega: “No es posible que la Universidad esté transitando a una privatización soterrada de facto”. De acuerdo con el investigador adscrito al Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, se debe denunciar y solicitar al Tribunal Universitario y al rector, José Narro Robles, que se investigue y se sancione.

“El carácter público de la educación en la UNAM, desde la Ley Orgánica hasta el último reglamento, lo vamos a encontrar. Por lo tanto, no puede haber un programa específico con un destinatario.”

Bouzas Ortiz señala que el caso de la FCA no es único: otras escuelas y facultades compiten por “ingresos extraordinarios” y ofertan posgrados ad hoc. “Pero pues eso es parte de la liberalidad con la que se está dirigiendo ahorita la Universidad y que, en un momento dado, nos va a estallar en las manos. Esto hay que denunciarlo. Esto hay que abrirlo. Si la comunidad universitaria quiere un proceso de privatización, adelante; pero no soterrado”.

Zósimo Camacho / @zosimo_contra

 

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 Zósimo Camacho

  Contralínea 401 / 31 agosto de 2014