“Ahora es el turno del ofendido por años silencioso, a pesar de los gritos”, dijo el poeta Roque Dalton. Ahora le toca a los indignados y agraviados mexicanos, con “puños, uñas, saliva, corazón, entrañas, tripas, cosas de varón [y de mujer, agrego por mi parte] y dientes”, como escribió Miguel Henríquez, defender sus anhelos republicanos, de justicia y bienestar, sus esperanzas y utopías de un mundo mejor, políticamente democrático, participativo y económicamente posneoliberal, socialmente incluyente, con dignidad y autonomía frente al exterior, que fueron sepultados por la avalancha de detritus vertidos por el bloque hegemónico durante las elecciones, con tal de tratar de encaramar en la Presidencia a Enrique Peña Nieto, por cualquier medio, y que terminó por ensuciar, deslegitimizar y envilecer todo el proceso.