Durante los últimos años me ha tocado participar activamente en los diferentes sondeos de opinión organizados por Hora Cero, empresa que ha sido reconocida como la tercer mejor casa encuestadora en la República Mexicana.
El trabajar en estos ejercicios de opinión pública me ha permitido darme cuenta de cómo ha ido cambiando el ánimo de la gente cuando se trata de escoger a un candidato para un cargo de elección popular.
De hecho, acercarse a una persona e invitarla a participar en una encuesta para conocer las preferencias del electorado antes de un proceso electoral, también es una excelente forma de ver cómo está tomando la gente las campañas políticas.
Tengo que reconocer que con el paso de los años el fastidio, la molestia y hasta el enojo, son sentimientos que han ido creciendo entre la población cada vez que se lleva a cabo una elección.
Hoy más que nunca resulta muy complicado que alguien acepte siquiera participar en una encuesta pues, explican, “están hartos de los partidos y los políticos”.
Como si se hubieran puesto de acuerdo, cada vez son más las personas que nos dicen que no quieren saber nada de campañas, candidatos o instituciones políticas, pues están cansados de que sólo quieran los puestos “para robar”.
Este sentimiento, que en honor a la verdad siempre ha existido entre los ciudadanos, ha crecido de manera preocupante durante los últimos meses.
Me llama mucho la atención que no obstante el descontento de las personas está tan a la superficie, los candidatos, dirigentes y partidos y políticos en general parece que no se han dado cuenta de cómo están las cosas y siguen con sus mismas tácticas para buscar el voto de la ciudadanía.
¿Estarán ciegos? ¿O acaso son tan cínicos que definitivamente no les importa el descontento de los electores?
La respuesta a esta pregunta solamente la tienen ellos y me queda muy claro que cada vez se vuelve más urgente que la busquen, pues la supervivencia del sistema político como lo conocemos está en juego.
La mejor de las pruebas la podemos encontrar entre la comunidad estudiantil, que se ha organizado alrededor de un movimiento denominado “Yo soy 132”, que nació después de aquella desastrosa visita de Enrique Peña Nieto a la Universidad Iberoamericana.
Miles de jóvenes se decidieron a tomar las calles del país indignados pues tras la manifestaciones de rechazo al candidato tricolor, hubo quienes los tacharon de “una minoría”, “porros”, “acarreados de López Obrador”.
Estoy seguro que quienes decidieron utilizar esta estrategia inicial, nunca se imaginaron que iban a provocar un movimiento que hoy crece con la velocidad de las redes sociales y va solidificando una ideología en donde los viejos estilos de hacer política e informar a la sociedad están caducos.
Es impresionante ver las fotografías y escuchar las crónicas de cada una de las reuniones de este grupo de estudiantes, que nos permiten darnos cuenta que esta no es una moda o algo temporal.
Desgraciadamente, los dirigente de los partidos políticos y sus candidatos parece que no han entendido el mensaje y siguen creyendo en su realidad alterna en donde todo está bien en el país y la gente los mira como una especie de salvadores de la patria.
Si tuvieran aunque sea un poco de inteligencia, estos políticos romperían la burbuja de felicidad en la que están atrapados y bajarían al mundo real, en el que hay que trabajar para vivir.
Quizás, y solo quizás, de esta manera estos personajes se darían cuenta del daño que le han hecho al país, y que se merecen todo el desprecio que los ciudadanos les están manifestando el día de hoy.