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La visita a México del dirigente del partido español Vox, Santiago Abascal, vino a confirmar que la ultraderecha confesional encuentra cobijo en el sector dominante del Partido Acción Nacional (PAN). Orgullosa, la propia bancada panista en el Senado de la República difundió imágenes del encuentro. No niega la cruz de su parroquia, pues.

Fueron 16 legisladores del PAN los que declararon su coincidencia ideológica con la xenófoba, antiinmigrante, antiindígena, ultracatólica y franquista Vox. Los mismos legisladores mexicanos dejaron constancia de su querencia con la firma del documento que les trajo el español, llamado “Carta Madrid”.

Vox señalo que no sólo recibieron los plácemes de legisladores del PAN sino también del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Los priístas señalados tuvieron que salir a declarar que no, que ellos no estuvieron en la reunión de ultraderechistas ni firmaron su documento.

La “Carta” es una declaración político ideológica donde los españoles de Vox consideran parte de la “Iberosfera” (sic) a los países de América Latina. De ellos, señalan que “una parte” está “secuestrada por regímenes totalitarios de inspiración comunista, apoyados por el narcotráfico y terceros países. Todos ellos, bajo el paraguas del régimen cubano e iniciativas como el Foro de São Paulo y el Grupo de Puebla, que se infiltran en los centros de poder para imponer su agenda ideológica” (sic).

En su delirio, Vox advierte de un “proyecto ideológico y criminal” para el “avance del comunismo”. Por ello, propone una protección “especial” a la propiedad privada y a la libertad de expresión, entre otros.

De nueva cuenta, el PAN es refugio de las estructuras más retrógradas y delirantes de la derecha. No debe olvidarse que este partido surgió como reacción a la Revolución Mexicana y, particularmente, a las políticas del presidente Lázaro Cárdenas del Río. Y también deben recordarse que entre los grupos que convergieron en su fundación se encontraron filofascistas y filonazis desde aquel 1939

El PAN siempre dio cobertura a organizaciones ultraderechistas aunque formalmente se dice de “centro-derecha”. Al ganar la Presidencia de México en 2000, llevó al poder no sólo a Vicente Fox, empleado de la Coca-Cola, sino a una de las sociedades secretas fundamentalistas más poderosos del país: El Yunque. Puso como secretario del Trabajo, y luego de Gobernación, a Carlos María Abascal Carranza, uno de los más fundadores y líderes de esa organización.

Y como secretario de Gobernación, Abascal Carranza tuvo a su disposición el entonces Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen), organismo de inteligencia civil del Estado mexicano. Especialistas han señalado que en este periodo se perdió gran parte del archivo histórico, precisamente el que daba cuenta de las investigaciones contra los grupos desestabilizadores de la ultraderecha.

No sólo. Encontró la manera de instalar El Yunque en España. Ahí creció y formó las organizaciones fachada Hazte Oír y Citizen Go. Como reveló Wikileaks en alianza con Contralínea. Con el financiamiento y el apoyo político desde México construyeron una red hacia 50 países. El objetivo: “instaurar el reino de Dios en la Tierra”.

Para ello, y según sus propios documentos, vale el chantaje, la amenaza, la presión política y “el dolor”.

A su vez, Hazte Oír y Citien Go, decepcionados porque el ultraderechista español Partido Popular no es lo suficientemente ultra, fundan Vox. Se trata del partido que, con su vista a México, regresa a su origen: los sótanos del PAN. No es extraña, pues, esta alianza. La ultraderecha española y mexicana se sienten una sola: festejan la Conquista de México y justifican las masacres, el saqueo y el despojo que siguieron a la caída de México-Tenochtitlan y que continúan hasta ahora.

Vox, por supuesto, no es la España de la República, de la Confederación Nacional del Trabajo, de Malatesta, de Durruti; tampoco la de Unamuno, Ortega y Gasset o Adela Cortina. Vox es la España de la decadente monarquía, de Hernán Cortés, de la Falange, de Franco, de la que se sueña imperialista, supremacista e intolerante, Con esa España es con la que se siente identificado el sector dominante del PAN.

Entre los legisladores panistas que agasajaron al líder de Vox, Santiago Abascal, y sellaron su alianza con ese partido son: en primer lugar, el coordinador de la bancada en el Senado Julem Rementería, Lilly Téllez, Víctor Fuentes, Mayuli Latifa Martínez, Nadia Navarro, Indira Rosales, Minerva Hernández, Guadalupe Murguía, Guadalupe Saldaña, Elizabeth Núñez y Roberto Moya. Los priístas Manuel Añorve Baños y Lorena Piñón, en un principio, también fueron señalados por el propio Santiago Abascal como sus adherentes del PRI. Los legisladores tuvieron que deslindarse de vehementemente.

A los panistas les da pena decir lo que son. Les da pena reconocerse adherentes de Vox y salen a “deslindarse”. Saben que su lucha no tiene gloria, no es algo de lo cual deban sentirse orgullosos o medianamente puedan presumir. Pero es su razón de ser.

¿Y qué dice la el PRI, de orígenes anticlericales, de sus aliados? ¿Y el Partido de la Revolución Democrática (PRD), el otro aliado panista de “izquierda” moderna? ¿También les dará pena?

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