Santiago Abascal, presidente del partido español de ultraderecha Vox, llegó a México invitado por sus iguales del Partido Acción Nacional (PAN) para promocionar la denominada Carta de Madrid a fin de “detener el avance del comunismo en la Iberosfera”. Con ese nombre intenta rebautizar al Continente Americano –incluidos Estados Unidos y Canadá–, al cual considera en su totalidad de raíces hispánicas.
Del visitante y sus anfitriones panistas el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, dijo el 3 de septiembre: Vinieron unos extremistas de España, del Vox. Se unieron con el PAN, porque son lo mismo, ultraconservadores, casi fascistas, y está retoñando todo eso en España.
“Vienen los de Vox, y hay un besamanos ahí en el Senado, una vergüenza; llegan los senadores, creo que 16 al besamanos de este grupo, que es equivalente al Yunque, ultraconservadores.”
Anticomunismo y la pretendida Iberosfera
El PAN, de ideología anticomunista igual que Vox, firmó dicha carta y calificó ese acto de “alianza entre México y España”, como si en realidad ese partido venido a menos en las últimas elecciones intermedias, fuese el representante de esta nación.
Abascal, que hace años vive de su primitivo anticomunismo gracias a la existencia de millonarios o de líderes del PAN, quienes piensan como él, vende a sus albaceas una “estructura internacional” que bautiza con ese nombre de Iberosfera.
Aunque de entrada le da un apelativo español peninsular polémico y rechazable hasta a los ojos de Estados Unidos, es peregrina la pretensión de que algo de ese tipo operará “como una auténtica oposición en defensa de las libertades y la democracia”.
Ofensas a México y Latinoamérica
Las ofensas a México y Latinoamérica del huésped del PAN son olímpicas. En la conmemoración por los 500 años de la caída de Tenochtitlán, señaló que “España logró liberar a millones de personas del régimen sanguinario y de terror de los aztecas”.
También que lo hecho por Hernán Cortés no fue una masacre ni saqueo de recursos, sino un acto de civilización que los gobiernos de Latinoamérica deberían de agradecer.
Pero más allá del interés comercial de su producto iberosférico y de los cálculos financieros tal como hizo cuando vendió la idea de su partido Vox a la ultraderecha europea y estadunidense, Abascal se comporta como un burdo copiador de ideas de contenido, por demás ya fracasadas, como las que adornan a la Organización de los Estados Americanos (OEA).
Lo mismo que la OEA
Quien lea el Acta Final de la VII Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores en Punta del Este, Uruguay, en enero de 1962, para aplicar el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca contra Cuba y expulsarla de la OEA, se dará cuenta que las ideas anticomunistas de la presunta Iberosfera de Abascal son repetitivas y carecen de imaginación.
Su proclamada “deriva comunista” actual en América Latina, en la cual basa su propuesta de crear –ni más ni menos que desde España– una institución para enfrentar el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla (a los que presenta como ejemplos de comunismo), ni siquiera aporta algo diferente a los capítulos I y II de aquella bochornosa reunión en Uruguay contra Cuba.
Es muy clara su búsqueda de dinero y oportunismo para aprovechar la crisis irreversible de la OEA que, de desaparecer como exige una mayoría creciente de países, dejaría en teoría a Estados Unidos sin su instrumento de excelencia para intervenir militar y políticamente en América Latina y el Caribe. Y justificar violaciones de sus propios principios al apoyar la invasión a Las Malvinas, cuando debió combatirla, y avalar su robo por parte de Reino Unido.
Aceptación del retroceso de la derecha
Sin embargo, algo se rescata de esa alucinación abascalesa, y es la aceptación de la tendencia bien marcada en esta parte del mundo de un regreso al establecimiento de gobiernos progresistas por vías electorales.
Estos fueron interrumpidos momentáneamente por efímeros triunfos de Mauricio Macri en Argentina, Jair Bolsonaro en Brasil y la traición de Lenín Moreno en Ecuador.
Las trampas en Ecuador para arrebatarle la victoria a un candidato no derechista, el golpe de Estado en Bolivia para impedir la continuación de Evo Morales en el gobierno, la brutal represión en Chile y Colombia contra opositores de Sebastián Piñera e Iván Duque, son expresiones de la degradación de la ultraderecha a la que este español viene a reclutar.
El momento escogido es complicado pues hay una efervescencia popular contra malos gobernantes, y los casos más connotados son las recientes manifestaciones en Brasil, Chile y Colombia contra lo más retrógrado de la región, incluido el creciente clamor de que desaparezca la OEA.
Así lo demuestra también la debacle del Grupo de Lima, creado por el secretario general de la OEA Luis Almagro, que se fue a bolina con la victoria electoral de Pedro Castillo en Perú.
Esto, a pesar de los cientos de millones de dólares invertidos y los intentos de golpe de Estado para entregarle el poder a la ultraderechista y obsesiva Keiko Fujimori, y la consolidación en Bolivia del gobierno de Luis Arce a pesar de todo tipo de presiones.
También la resistencia de la Nicaragua sandinista ante una alianza furibunda de la derecha para deponer a Daniel Ortega, o una declinación del antichavismo que aceptó la mesa de negociaciones tanto rechazada.
Un desfase histórico
La propuesta que trae a México el cabecilla de Vox, de crear otro organismo anticomunista en América, es un desfase histórico y un oportunismo político evidentes.
Frente a todas esas realidades hay otras más innegables en América, y es que el continente tiene que soltar amarras ante un mundo cambiante que la pandemia de Covid-19 puso patas arriba, y en el cual ya no pueden prevalecer políticas neoliberales, de opresión y de tanta desigualdad social, económica y humana.
Si no hay soluciones comunes y masivas las invasiones por hambre, miseria, enfermedades y violencias serán indetenibles; el éxodo de hoy es simplemente un pequeño adelanto de lo que podrá ser mañana, y eso no es consecuencia, ni mucho menos, de una “deriva comunista” como pretende hacer creer Abascal.
Lo sensato no está en la aplicación de instrumentos de sometimiento y represión como la OEA a la que remeda Abascal, sino en los nuevos mecanismos de respeto a la soberanía nacional. Hay que lograr estructuras de vida, no de muerte.
Luis Manuel Arce Isaac/Prensa Latina
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