Philippe Lazzarini, comisionado general de UNWRA, describe las consecuencias que el bloqueo de Israel ha tenido sobre la población civil palestina en la Franja de Gaza
Jerusalén Este. A partir de este lunes –16 de octubre–, mis colegas de la Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Cercano Oriente (UNRWA, por su sigla en inglés) en Gaza ya no pueden proporcionar asistencia humanitaria. Mientras escribo, Gaza se está quedando sin agua y sin electricidad. De hecho, Gaza está siendo estrangulada y parece que el mundo ahora mismo ha perdido su humanidad.
Si nos fijamos en la cuestión del agua –todos sabemos que el agua es vida– Gaza se está quedando sin agua, y se está quedando sin vida… Pronto, creo, con esto tampoco habrá alimentos ni medicinas. En los últimos ocho días, no se ha permitido la entrada de ni una gota de agua, ni un grano de trigo, ni un litro de combustible en la Franja de Gaza.
El número de personas que buscan refugio en nuestras escuelas y otras instalaciones de UNRWA en el sur es abrumador. Ya no tenemos capacidad para atenderlas.
Mi equipo –que se trasladó a Rafah para mantener las operaciones tras el ultimátum israelí– está trabajando en el mismo edificio, en el cual miles de desplazados desesperados racionan su comida y su agua.
De hecho, una catástrofe humanitaria sin precedentes se está desarrollando bajo nuestros ojos. Antes de la guerra, Gaza llevaba 16 años bloqueada. Básicamente, más de 60 por ciento de la población dependía ya de la ayuda alimentaria internacional. Antes de la guerra, ya era una sociedad de bienestar humanitario.
Cada hora recibimos más llamadas desesperadas de ayuda de personas de toda la Franja. Nosotros –como Unrwa– hemos perdido a 14 miembros del personal. Eran profesores, ingenieros, guardias y psicólogos, un ingeniero y un ginecólogo. La mayoría de nuestros 13 mil empleados están desplazados o fuera de sus hogares.
Mi colega Kamal perdió a su prima y a toda su familia. Mi colega Helen y sus hijos fueron sacados de entre los escombros. Sentí un gran alivio al saber que seguían vivos. Mi colega Inas teme que Gaza deje de existir. Todas las historias hablan de supervivencia, desesperación y pérdida.
Miles de personas han muerto, incluidos niños y mujeres. Gaza se está quedando incluso sin bolsas para cadáveres. Familias enteras están siendo destrozadas.
Al menos 1 millón de personas se han visto obligadas a huir de sus hogares sólo en una semana. Un río de gente sigue fluyendo hacia el sur. Ningún lugar es seguro en Gaza. Al menos 400 mil personas desplazadas se encuentran en escuelas y edificios de la Unrwa. La mayoría no están equipados como refugios de emergencia.
Las condiciones sanitarias son terribles. Tenemos informes en nuestra base logística, por ejemplo, donde cientos de personas comparten un solo retrete. Ancianos, niños, mujeres embarazadas y personas discapacitadas se ven privados de su dignidad humana básica ¡Y es una vergüenza total! A menos que llevemos suministros a Gaza, la Unrwa y los trabajadores humanitarios no podrán continuar con las operaciones.
Las operaciones de Unrwa son la mayor huella de Naciones Unidas en la Franja de Gaza, y estamos al borde del colapso. Esto no tiene ningún precedente.
Seguimos recordando que el Derecho Internacional Humanitario tiene que estar en el centro de nuestras preocupaciones. Las guerras, todas las guerras, incluso esta guerra, tienen leyes. El Derecho Internacional Humanitario es la ley de cualquier conflicto armado. Establece las normas mínimas que deben prevalecer en cualquier momento.
La protección de los heridos y los civiles –incluidos los trabajadores humanitarios– no es negociable en virtud del derecho humanitario. El ataque de la semana pasada contra Israel fue horrendo: siguen apareciendo imágenes y testimonios devastadores.
El ataque y la toma de rehenes constituyen una violación flagrante del Derecho Internacional Humanitario. Sin embargo, la respuesta a la matanza de civiles no puede ser matar a más civiles.
Imponer un asedio y bombardear infraestructuras en una zona poblada no traerá la paz y seguridad a la región. El asedio de Gaza –de la forma en que se impone– no es más que un castigo colectivo. Por ello, antes de que sea demasiado tarde, debe levantarse el asedio y las agencias de ayuda deben poder hacer llegar con seguridad suministros esenciales como combustible, agua, alimentos y medicinas ¡Y lo necesitamos ahora!
En los últimos días, hemos abogado por la entrada de combustible porque lo necesitamos para la estación de agua y la planta desalinizadora del sur de Gaza. Por desgracia, seguimos sin combustible.
Todas las partes deben facilitar un corredor humanitario para que podamos llegar a los que necesitan ayuda. La Unrwa y las agencias deben poder hacer su trabajo y salvar vidas. Y debemos hacerlo con seguridad, sin arriesgar nuestras propias vidas. Por último, también pedimos la suspensión de las hostilidades por razones humanitarias. Debe producirse sin demora si queremos evitar la pérdida de más vidas.
Philippe Lazzarini/Inter Press Service (IPS)*
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