El derecho internacional y toda la institucionalidad multilateral fueron desechados por Estados Unidos y sus seguidores en cuanto se creyeron impunes. Entonces sin capacidad de respuesta, Rusia y China sólo vieron cómo la OTAN se imponía al Consejo de Seguridad y a la Asamblea de las Naciones Unidas. La agresión a Afganistán fue el inicio de un nuevo “derecho internacional”: la ley del más fuerte
Desde antes de la redefinición formal de un “Nuevo Modelo de Defensa”, los habitantes de las regiones adriáticas y mediterráneas podían tocar con sus propias manos las modificaciones de carácter estructural precedentes a la caída del bloque soviético. En las varias bases de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) esto era palpable.
En el verano de 1992 comienza una conspicua presencia de buques de guerra y portaaviones en el medio y alto adriático. Esta presencia se volvió permanente con el ataque directo a lo que aún era la Federación Socialista Yugoslava, en marzo de 1999, colocando en los puertos de las ciudades italianas de Trieste y Ancona las dos ubicaciones principales y estratégicas para la expansión de la OTAN hacia Oriente… pero no sólo. Se fortalecieron las bases militares ubicadas en las regiones italianas del Adriático y del Mediterráneo, actividad que ya estaba bien marcada si pensamos en la tarea que Italia siempre ha tenido en la OTAN, pues este país se encuentra geopolíticamente situado en el frente sur de esta Alianza. Así, se fortalecieron aquellas bases militares que se pensaba de menos importancia luego de la disolución del Pacto de Varsovia.
No había precedentes para la potencia de fuego que se estableció en esta área. Después vendría Donald Rumsfeld, quien se desempeñara como ministro de la defensa de Estados Unidos durante la administración de George W Bush, a proponer –durante la Cumbre de Varsovia del 24 de septiembre del 2002 entre los ministros de la defensa de la OTAN– la creación de una fuerza de reacción rápida de la Alianza Atlántica. Esta fuerza vendría a sumarse a la ya existente ARCC (Allied Rapid Reaction Corps). A diferencia de ésta, opera en aquellos momentos donde se necesitan operaciones militares de breve duración (entre 7 y 30 días). Una guerra relámpago, de la cual de hecho el mundo ya ha sido testigo desde la agresión estadunidense Afganistán.
¿Dónde terminan las fronteras de la OTAN?
La motivación real de la intervención de Estados Unidos y la OTAN en Afganistán no es, por cierto, la liberación de este territorio de los talibanes. Todos sabemos que os talibanes fueron entrenados, armados y financiados en Pakistán en una operación orquestada por la estadunidense Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus sigla en inglés) para poder conquistar el poder en Kabul. Para Estados Unidos es de importancia estratégica la ocupación de esta zona. Afganistán es el centro neurálgico de Oriente Medio y de Asia Central, Meridional y Oriental.
En esta área, donde se encuentran el Golfo y el Caspio, se encuentran las más grandes reservas petrolíferas del mundo. Además, es ahí donde se encuentran tres grandes potencias como China, Rusia e India, naciones que en aquellos años estaban acumulando grandes fuerzas y que hoy conocemos como BRICS, alianza económica entre Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Ya advertí el Pentágono en un informe del 30 de septiembre de 2001: “existe la posibilidad que nazca en Asia un adversario militar con una tremenda base de recursos”.
La decisión de enviar a las Fuerzas Armadas en Afganistán, como primer paso para extender la propia presencia militar estadunidense en Asia central, fue tomada en Washington antes del 11 de septiembre de 2001. En un análisis de la NBC News del 16 de mayo del 2002 se dice que “el presidente Bush, 2 días antes del 11 de septiembre, estaba listo para firmar un plan bien detallado que ordenaba operaciones militares en Afganistán”. Sin decirlo directamente, era claro que Estados Unidos consideraba una posible alianza entre China y Rusia como un reto a sus intereses. Los estadunidenses intentaban cubrir, antes de otras potencias, el vacío que la disgregación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviética (URSS) había dejado en Asia central. Una posición geoestratégica de gran importancia en el ajedrez político mundial y para el control de aquella área donde Afganistán era su puerta de entrada.
Con el pretexto oficial de buscar a Osama Bin Laden, señalado como ideólogo de los ataques del 11 de septiembre en Nueva York y Washington, y con la excusa de que el país atacado es miembro de la OTAN, el 7 de octubre de 2001 comienza el bombardeo sobre Afganistán realizado por las aviaciones militares estadunidense y británica. Anteriormente son infiltradas en ese país unas fuerzas especiales con la tarea de crear las condiciones para un ataque por parte de la Alianza del Norte. De hecho, los talibanes, aquí como aliados que se encuentran también como voluntarios recién llegados desde Pakistán, son obligados a poner en marcha una retirada estratégica el 13 de noviembre abandonaran Kabul.
A este respecto, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas autoriza, mediante la resolución 1386 del 20 de diciembre de 2001, la constitución de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF, por su sigla en inglés). Su tarea fue la de asistir la autoridad temporánea afgana en Kabul. Según el artículo VII de la Carta de las Naciones Unidas, la disposición de las Fuerzas Armadas para misiones a favor de los miembros de las Naciones Unidas debe ser establecido por el Consejo de Seguridad junto con el Comité de Seguridad. El comité no existía, pero la ISAF siguió su actividad hasta agosto de 2003 como una misión de las Naciones Unidas, bajo la dirección de Reino Unido, Turquía, Alemania y Holanda, hasta que el 11 de agosto de 2003 la OTAN anunció haber “tomado el liderazgo de la ISAF, fuerza con directiva de las Naciones Unidas”.
Es decir lo que ocurrió fue un verdadero golpe de estado dentro de las Naciones Unidas. Ninguna resolución del Consejo de Seguridad autorizó a la OTAN tomar el “liderazgo” y el comando del ISAF. De hecho, sólo después de esta acción unilateral de la Alianza del Norte, con la resolución 1659 del 15 febrero del 2006, el Consejo de Seguridad “reconoce el trabajo continuo de la OTAN en la dirección de la ISAF”.
Así, la misión del 11 de agosto de 2003 ya no estuvo dirigida por las Naciones Unidas, sino por la OTAN. El comando central de las operaciones será integrado en la red de comando de la OTAN. Es esta organización la que decide qué generales poner al mando del ISAF. Con la apropiación del comando y la coordinación del ISAF en agosto de 2003, la Alianza Atlántica consolidó su primera misión fuera de la área euro-atlántica en su historia. En los hechos, la misión ISAF está bajo del comando del Pentágono, en la misma red de operaciones de la fuerza de intervención rápida.
Alessandro Pagani*/ Cuarta de 10 partes
*Historiador y escritor; maestro en historia contemporánea; diplomado en historia de México por la Universidad Nacional Autónoma de México y en geopolítica y defensa latinoamericana por la Universidad de Buenos Aires
[BLOQUE: ANÁLISIS][SECCIÓN: INTERNACIONAL]