En 1913, el guerrerense Eduardo Neri Reynoso (1887-1973), se atrevió a oponerse a la disolución del Congreso de la Unión, ordenada por el borrachín y golpista Victoriano Huerta. Por esta valerosa acción, los diputados federales crearon en su honor la Medalla Eduardo Neri en 1969, que se otorga al mérito cívico. Aunque la creación de todos esos reconocimientos obedeció a objetivos loables, no siempre se han adjudicado por su fundamental significado: el ejercicio de las libertades democráticas y republicanas conquistadas por los mexicanos como derechos constitucionales. Esto incluye a la misma Medalla Belisario Domínguez, con el nombre del chiapaneco al que Huerta mandó cortarle la lengua por su discurso contra el sangriento golpe de Estado que inició la escalada homicida tras los asesinatos de Francisco I Madero y José María Pino Suárez.

El recién galardonado Jacobo Zabludovsky ha sido un comunicador y periodista que sirvió 5 décadas a Televisa y a aquel “soldado del Partido Revolucionario Institucional”: Emilio Azcárraga Milmo, alias el Tigre. Lo hizo hasta que júnior Emilito Azcárraga Jean lo despidió para suplirlo con Joaquín López Dóriga, quien tiene una amplísima oficina en su mansión, cuyas paredes están tapizadas de “premios” que le han entregado a montones.
El resto de sus casi 7 décadas frente a los micrófonos las ha puesto al servicio de Radio Centro. En televisión y radio no ha dejado de ser el mismo Zabludovsky, al servicio del poder político y económico.
El Zabludovsky de Televisa fue nefasto. El de Radio Centro, donde se da aires de crítico, sabe que los concesionarios constantemente censuran a sus locutores, comunicadores y periodistas, como el caso del excelente programa de Bernardo Barranco que ha sido cancelado: Religiones del mundo. Cualquiera de los dos Zabludovsky ningún mérito cívico tienen, y mucho menos para recibir la Medalla Eduardo Neri con el sentido con que fue creada. Su transición de Televisa a Radio Centro no ha sido más que pasar de la televisión a la radio. Mientras, hay periodistas en las entidades con auténticos méritos cívicos que son perseguidos, encarcelados, privados de sus fuentes de trabajo y hasta de sus vidas, que pasan olvidados. Sus premios son atreverse a ejercer las libertades de prensa, aunque nadie voltee la mirada a sus esfuerzos.
*Periodista
Fuente: Contralínea 343 / julio 2013