El cambio climático tiene un efecto devastador en Camerún, donde las playas prácticamente se han perdido. Tal es el caso de la otrora turística Kribi, que ahora es una estrecha franja de barro. En riesgo, la endeble economía de ese país, dependiente de sectores sensibles a las variaciones climáticas
Monde Kingsley Nfor/IPS
Kribi, Camerún. Pierre Zambo es el gerente de un hotel en Kribi, un balneario en la región Sur de Camerún. Antes, relata a Inter Press Service (IPS), tenía “más de 100 turistas por semana. Ahora, si logro tener 50 registrados al mismo tiempo es un gran negocio”.
Ubicada en el golfo de Guinea, Kribi es una ciudad balnearia con unos 50 mil habitantes que viven de la agricultura, la pesca y el turismo.
Pero el aumento del nivel del mar y las olas gigantescas erosionaron la playa de Kribi. Ahora es una estrecha franja de barro. Los restaurantes, bares y hoteles locales sienten el impacto del fenómeno directamente en sus bolsillos porque cada vez hay menos visitantes.
“Los turistas que vienen están cada vez menos interesados en nuestras playas y prefieren disfrutar de las atracciones de la selva”, indica Zambo.
Emmanuel Founga es un botánico que también tiene un hotel en Kribi. Él cuenta a IPS que “la erosión costera llegó a entre 50 y 100 metros desde 1990. Resulta evidente por los árboles arrancados por las olas de raíz, pero que hace unos años se encontraban tierra adentro”.
La población local pierde una importante fuente de ingresos con la disminución de turistas; bares y restaurantes comienzan a cerrar, subraya.
“La enorme degradación costera tiene grandes consecuencias sobre el turismo en la región. El aumento del nivel del mar no sólo causó erosión, sino que contaminó la costa. El mar arroja muchos desperdicios del Océano Atlántico sobre la playa. Y las olas erosionan los bancos y dejan la costa embarrada y mugrienta”, explica Founga.
“El cambio climático tiene un efecto devastador en Camerún, y la costa de Kribi es un ejemplo perfecto del problema del aumento del nivel del mar y del enorme impacto sobre la seguridad y las fuentes de ingreso de la población”, explica Tomothé Kagombet, coordinador para el Protocolo de Kioto del Ministerio de Ambiente, Protección Natural y Desarrollo Sostenible, en diálogo con IPS.
El Protocolo de Kioto es el único instrumento internacional contra el recalentamiento planetario, que comprometió desde su entrada en vigor, en 2005, hasta su vencimiento, en 2012, al Norte industrializado a reducir sus emisiones de gases invernadero.
El cambio climático no sólo acarreó problemas costeros, sino que tuvo un gran impacto en todo este país de África central. En todo su territorio llueve poco y de forma irregular, hay plagas y enfermedades en las plantas, erosión, altas temperaturas, sequía e inundaciones.
La economía de Camerún tiene una fuerte dependencia en sectores sensibles a las variaciones climáticas, principalmente la agricultura, la energía y la silvicultura; 70 por ciento de la población depende directamente de cultivar la tierra.
El Ministerio de Turismo utiliza fondos de un proyecto de la Organización Mundial del Turismo llamado ST-EP, sigla en inglés de Turismo Sostenible-Eliminación de la Pobreza, para iniciativas contra el cambio climático en la costa, pero no alcanza.
A través del ST-EP se ejecutan varios proyectos en la playa de Kribi y en la selva, además de otras áreas costeras como la ciudad de Duala y Limbe, para que la gente se adapte a la variabilidad climática y desarrolle su localidad para el turismo.
“Debido a la degradación costera alentamos a la población local a desarrollar otros sitios turísticos como la selva con los pigmeos baka y su rica cultura, que en los últimos tiempos se convirtió en una gran atracción. Les hemos entregado fondos para restaurar y gestionar las playas de Kribi hasta Limbe, así como otros lugares”, dice a IPS el director de Sitios Turísticos del Ministerio de Turismo, Muhamadu Kombi.
Pero es sólo un proyecto. Falta llevar a cabo estrategias de adaptación al cambio climático a escala nacional por escasez de fondos.
El Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático (PNACC) ofrece estrategias y medidas para mitigar sus efectos, pero Kagombet señala que Camerún no se beneficia de fondos de la Convención Marco de la Organización de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.
“Pero uno de los principales obstáculos para Camerún y otras naciones en desarrollo tiene que ver con los problemas de ejecución. Dependemos de fondos de los países ricos para llevar a cabo mejor este elaborado plan de acción para la adaptación”, explica.
“En el documento [de PNACC] se considera la vulnerabilidad de Camerún por sector, y las acciones de adaptación se formulan según esas especificidades. Con el ecosistema costero, por ejemplo, se necesitan tanto medios mecánicos (construir diques) como biológicos (plantar manglares)”, explica Kagombet.
Una de las medidas que tomará Camerún es incluir el tema de cambio climático en los planes escolares, para lo cual ya estableció los primeros programas. En el PNACC también prioriza medidas en el sector industrial y de transporte y gestión de la basura.
“Es un paquete con todos los requisitos: capacidad, tecnología y otros recursos necesarios para adaptarse y mitigar los efectos del cambio climático”, detalla.
Camerún tiene previsto efectuar y llevar adelante proyectos de Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación de Bosques (Redd), pero las demoras operativas podrían perjudicar los compromisos nacionales de mitigación del cambio climático.
Mientras, las personas que no se han beneficiado de los proyectos de adaptación en Kribi sienten que no sólo sus fuentes de ingresos están en riesgo, sino que siempre pagan de su bolsillo la adaptación a la variabilidad climática.
“Las olas gigantes trajeron muchos problemas. Tengo que hacer bolsas de arena en agosto y dejarlas hasta octubre, cuando el mar está bien alto, para evitar que la tierra se erosione más y que mis paredes se vengan abajo”, se lamenta Zambo.
Monde Kingsley Nfor/IPS
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Contralínea 399 / 17 agosto de 2014