Más allá de las razones inmediatas que llevaron a Estados Unidos a emprender contra Macedonia una operación desestabilizadora, se observa que la estrategia de Washington en los Balcanes desde hace 30 años es la de querer acaba con la influencia rusa en la región, aunque ello implique sembrar el odio entre las poblaciones y destruir todos los Estados actuales
Elena Gouskova/Red Voltaire
Moscú, Rusia. La desestabilización se inició en Macedonia en un momento significativo: el 70 aniversario de la victoria sobre el fascismo. Las manifestaciones organizadas por la oposición en Skopie, la capital, comenzaron el 7 de mayo, y en la noche del 9 de mayo varios batallones albaneses armados partieron hacia Macedonia, desde Kosovo, para ocupar la ciudad de Kumanovo. El presidente macedonio, Gjorge Ivanov, tuvo que abandonar urgentemente las celebraciones de Moscú.
La policía de Macedonia actuó de forma resuelta. Varios combatientes fueron heridos y neutralizados en Kumanovo. Pero se mantuvieron las manifestaciones de la oposición. En la plaza central de la capital de Macedonia se erigieron tiendas de campaña y los manifestantes expusieron sus exigencias: cambio de gobierno y nuevas elecciones.
En Moscú todos captaron el mensaje: se trata de una enésima “revolución de color” o de un Maidan macedonio. El ministro ruso de Relaciones Exteriores, Serguéi Lavrov, expresó la inquietud que los incidentes de Macedonia provocan en Rusia. Advirtió sobre el peligro que representa lo que están preparando los albaneses de la región, en primer lugar con la salida de Albania de los Balcanes. Tirana, la capital albanesa, comenzó a hablar de un proyecto de “Gran Albania”. Según el primer ministro albanés, Edi Rama, es inevitable la unificación de Albania y Kosovo, lo mismo dentro de la Unión Europea que fuera de ella.
El ministro ruso de Relaciones Exteriores está convencido de que fuerzas externas están orquestando el conflicto en Macedonia. “Los acontecimientos en Macedonia están siendo estimulados desde el exterior”, comentó. La Agencia Central de Inteligencia estadunidense (CIA, por su sigla en inglés) y diversas organizaciones no gubernamentales (ONG) ayudan activamente a los manifestantes de Skopie. Los diplomáticos estadunidenses que “aconsejan” al primer ministro macedonio, Nikola Gruevski, la convocación de elecciones anticipadas están presentes en todas las negociaciones. En la calle, la multitud actúa siguiendo el conocido guión de las “revoluciones de color”, ya perfeccionado en Serbia, en Georgia, en Ucrania y en numerosos países. Sin embargo, la versión macedonia presenta ciertas características propias.
En primer lugar, el partido en el poder en Macedonia, Organización Revolucionaria Interna de Macedonia-Partido Democrático para la Unidad Nacional Macedonia (VMRO-DPMNE, por su sigla en macedonio) es una formación política poderosa y experimentada a la que pertenecen tanto el presidente como el primer ministro. Ese partido logró fácilmente que 90 mil de sus partidarios salieran a la calle. La policía actúa eficazmente: no responde a las provocaciones ni cede ante los manifestantes, sin importar quiénes sean estos últimos. Eso hace suponer que las manifestaciones callejeras se prolongarán, siguiendo el escenario ya habitual, sin alcanzar por ello resultados rápidamente.
En segundo lugar, no es poco relevante el papel que desempeñan los albaneses. Si se prolonga el proceso de maidanización de Skopie y los albaneses reciben luz verde para unirse a los manifestantes, tomarán las armas y comenzarán a escribir su propio guión del “cambio de régimen”. Habrá entonces provocaciones y enfrentamientos armados con la policía, con víctimas en los dos bandos.
Este último escenario parece el más probable. Veamos por qué.
Los albaneses nunca apoyarían a los manifestantes macedonios si no fuese para explotar después los acontecimientos en función de sus propios intereses. Y el interés de los albaneses es la unificación de todos los territorios próximos a Albania con poblaciones mayoritariamente albanesas. El proyecto de formación de una “Gran Albania” tiene al menos 130 años. Y parece haber pasado a su fase de realización desde principios del siglo XXI.
Fueron los albaneses de Kosovo quienes lucharon por la separación de Serbia y, en 2001, se unieron a ellos los albaneses de Macedonia y los del Sur de Serbia. En 2008, los albaneses de Kosovo proclamaron su independencia, con el respaldo de Washington. Al término de las negociaciones de Belgrado y de Prístina (2011-2013), Kosovo accedió a una independencia de facto. Para llegar a la independencia reconocida y legal, Prístina necesita solamente el consentimiento de Serbia. Y el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) no puede oponerse a la voluntad de Belgrado.
Pero Belgrado sigue sin tomar una decisión y a los albaneses de Kosovo se les está acabando la paciencia. Además, no son ellos los únicos que están a la espera: lo mismo sucede con los albaneses de Macedonia, de Montenegro y de Grecia. El proyecto es de sobra conocido. En cuanto Kosovo obtenga un asiento en la ONU, los albaneses de Macedonia, del Sur de Serbia, de Montenegro y del Norte de Grecia se levantarán en armas para separarse de esos países con el apoyo de Kosovo. Occidente respaldará ese proyecto, ya que lo que le interesa es debilitar a los serbios y a los demás pueblos ortodoxos de los Balcanes y alejarlos de Moscú.
Estados Unidos necesita instalar bases militares e instaurar un control político. Mientras tanto, la Unión Europea guarda silencio y acepta el giro de los acontecimientos como si el rediseño del mapa político de la región pudiese desarrollarse de forma pacífica. Pero se trata de una esperanza muy ingenua, ya que si el plan de creación de una “Gran Albania” llega a realizarse, la Unión Europea heredará un problema altamente explosivo y permanente con un importante componente de tensiones nacionales y religiosas, así como de crimen organizado, en pleno territorio europeo. Aún siendo hoy sólo independiente a medias, el actual Kosovo ya permite presagiar el futuro anteriormente descrito.
En este momento, la marcha de Kosovo hacia la independencia total ha perdido impulso. Es por eso que los albaneses, en su impaciencia, están lanzando mensajes a Serbia y Europa. Primero iniciaron un procedimiento difícil de explicar: numerosas familias albanesas comenzaron a desplazarse, por miles, desde Kosovo, Montenegro y Macedonia hacia Albania y después hacia Europa, considerada como El Dorado con fronteras abiertas. Los poderes establecidos afirman que esa migración es resultado del desempleo que afecta masivamente la región.
Ese gran éxodo albanés puede ser una manera de recordarle a la Unión Europea que ya es hora de resolver la cuestión de la independencia de Kosovo o de prepararse para una guerra a gran escala.
En Presevo, Medveda y Bujanovac se está preparando a toda máquina la separación de esas tres grandes regiones al Sur de Serbia. En Montenegro, étnicamente hablando, un 5.5 por ciento de la población es albanesa y el clima es muy tenso. Grecia también tiene que enfrentar la cuestión albanesa: Tirana ya dio a conocer a Atenas sus pretensiones sobre varios territorios fronterizos. Al mismo tiempo, en Macedonia, los albaneses demuestran que están dispuestos a resolver el problema con las armas. Las fuerzas radicales de Kosovo exigen que Tirana y Prístina intervengan en Macedonia y que “detengan al dictador Nikola Gruevski” porque, según ellas, la policía macedonia atacó a los albaneses. Los radicales kosovares aseguran que 7 millones de albaneses “están en camino para tomar Macedonia a mano limpia y [que] ese país pronto dejará de existir”.
¿Cuál puede ser la evolución de los acontecimientos en Macedonia? Los dirigentes europeos y la ONU probablemente expresarán inquietud por la democracia en ese país, condenarán las acciones de la policía macedonia en Kumanovo y exigirán, como mínimo, una investigación “imparcial” sobre “la violación de los derechos humanos” (sin mencionar, por supuesto, las acusaciones de terrorismo). Mientras la policía se ve obligada a lidiar con los manifestantes, los combatientes albaneses realizarán cada vez más provocaciones y actos de terrorismo que les permitirán acusar al gobierno y al presidente de Macedonia. Los albaneses de Tetovo, de Kumanovo y Skopie empezarán a formar batallones y tomar el control de ciertas partes del territorio. La Unión Europea exhortará al primer ministro Gruevski a abstenerse de recurrir a la violencia contra los rebeldes. Si, al igual que en 2001, los albaneses crean un Ejército de Liberación Nacional, la guerra se hará inevitable. Después, los combatientes de Al Qaeda y del Estado Islámico vendrán al rescate de los albaneses musulmanes y serán estos últimos quienes dictarán sus reclamos a los macedonios. Las partes en desacuerdo se verán así reconciliadas por los mismos que estimularon los albaneses a quedarse en Kosovo y que, en 2001, exigieron una reevaluación de sus derechos en Macedonia. En la mesa de negociaciones se obligará al gobierno de Macedonia a hacer grandes concesiones a los albaneses, que aprovecharán la coyuntura para poner sobre la mesa el tema de la independencia de una parte del territorio de Macedonia.
Las ambiciosas pretensiones albanesas se verán así satisfechas y Estados Unidos alcanzará sus objetivos, gracias a la instalación en el poder de regímenes títeres y la posterior instauración, como resultado de todo ello, de un absoluto control estadunidense sobre los Balcanes.
Pero no olvidemos lo más importante: Washington espera, de esa manera, poner fin a la influencia de Rusia en esa región.
Elena Gouskova/Red Voltaire
[LÍNEA GLOBAL]
Contralínea 444 / del 06 al 12 de Julio 2015