Promocionadas como herramientas garantes de la “libertad”, las redes sociales son propiedad de corporaciones y, por tanto, no están libres de intereses, opina el periodista Carlos Miguélez. En entrevista, el coordinador del Centro de Colaboraciones Solidarias –con sede en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid– reflexiona que aun sin acuerdos como SOPA, PIPA o ACTA los gobiernos de Estados Unidos y Europa ya controlan los flujos de información a través de internet y espían indiscriminadamente a los ciudadanos del mundo. Además, recuerda, esas mismas trasnacionales y gobiernos determinan los contenidos de los medios masivos de información
Madrid, España. “A las redes sociales las controlan grandes corporativos, no son libres de intereses”, explica en entrevista Carlos Miguélez Monroy, periodista y coordinador del español Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS). Su crítica responde a las campañas que las promocionan como garantes de la libertad y que, incluso, las identifican como herramientas libertadoras de sociedades oprimidas. Nada más alejado de la realidad.
En algunos casos, esos intereses trasnacionales han derivado en una estrecha cooperación con servicios de inteligencia y espionaje, como ocurrió con Google, Microsoft, Yahoo, Apple, YouTube, Skype, Facebook y las estadunidenses Agencia de Seguridad Nacional y Agencia Central de Inteligencia, según revelaciones hechas por Edward Snowden en junio de 2013. Cooperación que implicó el espionaje masivo e indiscriminado de los usuarios de esos servicios.
Miguélez Monroy reflexiona que “para comunicarnos tenemos que hacerlo por redes que no controlamos: Faceebok, Twitter, Google. El funcionamiento de Google, lo que aparece, lo que no aparece [en las búsquedas] es brutal. El peligro de todo esto es creer que somos más libres de lo que realmente somos: parece que puedes decir lo que quieras en las redes sociales pero lo importante es quién te va a leer”.
No obstante lo anterior, los ciudadanos sí deben y pueden hacer uso de esas herramientas: “Sabiendo las limitaciones y que no somos tan libres como creemos, sí hay que aprovechar las redes sociales que, aunque no son perfectas y alguien las controla, al menos nos permiten dar a conocer algunos temas. [Ellos] no nos controlan del todo”.
Gobiernos hegemónicos e información
Los obstáculos de comunicación para las mayorías no se reducen a los intereses que entrañan servicios virtuales como Twitter y Facebook. El flujo de información en internet depende en gran medida de redes que físicamente están asentadas en Estados Unidos y en Europa, observa Miguélez Monroy.
Nacido en México pero radicado en España desde hace 1 década, el periodista de 33 años de edad refiere que los gobiernos y las empresas que tienen a su alcance esa tecnología deciden qué se comunica y qué no en función de sus intereses nacionales y de seguridad. “Y para ello tienen carta blanca, por [medio de] edictos presidenciales, para espiar”.
Respecto de las iniciativas que buscan limitar o regular el uso de internet –como la Stop Online Piracy Act, la Protect IP Act y el Anti-Counterfeiting Trade Agreement–, Carlos Miguélez opina que quienes promueven esos acuerdos internacionales –tanto mandatarios y políticos como compañías trasnacionales– no van a controlar ahora las redes sociales y la información, sino que ya lo hacían y lo hacen de tiempo atrás.
Sobre los motivos que tienen, indica que “les preocupa que circule la información, porque una ciudadanía crítica e informada no va a apoyar una guerra en Irak, no va a apoyar ciertas decisiones, y va a cuestionar el poder del gobierno, de las multinacionales, los tratados de libre comercio como el de Estados Unidos con Europa, del que casi nadie habla, ni siquiera el Parlamento de la Unión Europea. Ellos controlan la información porque controlan los canales de información: tanto el gobierno como las grandes corporaciones”.
Muchos acontecimientos han dejado al descubierto el doble discurso de los regímenes que se autonombran defensores de las libertades y derechos –en particular de los de expresión e información– cuando invaden países que consideran tiranías: esos poderosos Estados integrantes de la Organización del Tratado del Atlántico Norte limitan y violan esas libertades y derechos no sólo de sus sociedades, sino de las del resto del mundo.
Sobre este tema, Carlos Miguélez opina que “a estos países que se autodenominan ‘campeones’ de la libertad de expresión hay que reconocerles en el día a día que han conquistado un alto grado de libertad; no reconocerlo sería engañarnos”. No obstante, dice que para ellos lo que prima, sobre todo con los últimos gobiernos de Estados Unidos, es la seguridad nacional.
Esta situación se acrecienta por lo que Miguélez Monroy llama la “paranoia del terrorismo”: “Ellos han creado un clima de terror para justificar precisamente el espiar a los ciudadanos, el no cubrir ciertas informaciones. El periodista que hable de estos temas de alguna manera es un traidor de la patria. Se ha creado ese clima y sí ha habido un retroceso, porque en el fondo hay personas que no creen en estos derechos: se autoproclaman defensores de esos derechos pero no creen en ellos, porque la pluralidad de ideas los amenaza”.
Para el periodista, así como hay fuerzas y personas que se oponen a la libertad de expresión, también hay gente muy valiosa que quiere que se conozcan las cosas. “Es una lucha diaria: siempre va a haber gente del entorno militar o del gobierno que no va a querer que se publiquen ciertas cosas”.
Ejemplifica con el caso del ataque de Israel contra Gaza. “El gobierno israelí ha puesto en marcha una maquinaria en redes sociales impresionante. No hay más que ver en Facebook lo qué circula y qué no se atiene a la realidad”.
Pero no sólo eso, objeta Miguélez Monroy, pues medios corporativos tergiversan la realidad sobre ese conflicto: sus coberturas no distinguen entre información y propaganda. Por eso, indica, es bueno fomentar una ciudadanía crítica que sepa distinguir.
Medios de comunicación, en crisis
En efecto, uno de los ámbitos informativos en el que inciden de forma decisiva los poderes oficiales y fácticos, e incluso de una manera más clara, es el de los medios masivos tradicionales. Por esta razón, Miguélez Monroy observa que los intereses corporativos tienen un impacto cada vez mayor en la forma en que se hace periodismo.
Especializado en temas internacionales, derechos humanos, medios de comunicación, movimientos sociales, solidaridad y medio ambiente, el periodista considera que la crisis no está en el periodismo, sino en la empresa que controla los medios de información.
Ejemplo de la concentración de medios informativos y de la industria del entretenimiento son las trasnacionales The Walt Disney Company, Time Warner, Fox Broadcasting Company, Viacom, Sony Corporation, Bertelsmann y General Electric Company, a quienes se les atribuye controlar el 70 por ciento de los medios en el mundo.
“Hay una concentración de medios; y además son las grandes empresas, lo que [a su vez] está vinculado con el tema de la publicidad, las que en realidad impiden el ejercicio del derecho a la información. Esto ocurre en todo el mundo: hay temas de los que no se puede hablar claramente porque hay empresas, por ejemplo, que pagan la publicidad. Aquí el fondo del asunto es quiénes son los que mantienen las empresas periodísticas y la publicidad. Eso es lo que hace que los medios no puedan hablar de ciertos temas y no puedan ofrecer una visión crítica”, expone Miguélez Monroy.
El presupuesto de los medios debería provenir del público y no de las empresas: “El periodismo hay que pagarlo: no se puede tener buen periodismo sin que la gente pague por el servicio. No necesariamente se trata de pagar grandes cantidades, pero si no se vive de los suscriptores, quienes seguirán manteniendo a los medios son las corporaciones”.
En este contexto de crisis del modelo, Miguélez Monroy advierte que la labor periodística se ha precarizado. “Como hay menos ingresos en el mercado, muchos anunciantes retiran la publicidad y eso ha hecho que las redacciones adelgacen su personal. Entonces cada vez tienen a menos periodistas haciendo más trabajo de forma más precaria. Eso perjudica al derecho a la información”.
Además, dice que en los medios corporativos el periodista casi no tiene margen para proponer temas de interés para los lectores. Esta situación se da porque cada vez hay más distancia entre los directores de los grandes medios y la sociedad.
Por ello habla de uno de los valores más apreciados en esta profesión, que es la independencia: sólo los periodistas independientes y sensibles con su realidad social pueden hablar de aquello que tiene impacto sobre las personas.
Pero, dice, “no existe la independencia total en el periodismo, porque hay una cosa que se llama autocensura. Todos los periodistas tenemos temas que autocensuramos. Entonces la independencia total casi no existe, salvo cuando se trata de un periodista consagrado; pero eso es difícil”.
La labor del CCS
En ese contexto dominado por medios masivos y redes sociales corporativas se desenvuelve un proyecto del que Carlos Miguélez Monroy es pieza fundamental: el Centro de Colaboraciones Solidarias. Se trata de un servicio de comunicación en defensa de derechos humanos, políticos y sociales para todos, dirigido a profesionales de los medios de comunicación y a las organizaciones de la sociedad civil, de acuerdo con su perfil publicado en el sitio www.ccs.org.es.
Con el apoyo de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, el proyecto nació en 1999. Miguélez Monroy explica que es una iniciativa del profesor y periodista José Carlos García Fajardo.
Narra que cuando el doctor en derecho y director del CCS viajó a América Latina notó que muchas redacciones, por falta de recursos, no cubrían información importante relacionada con temas sociales. “No porque no les interesara, sino porque no tenían medios suficientes para darle a esa información el espacio”.
Fue entonces que García Fajardo empezó a mandar artículos a esos medios sin ningún costo: sólo con el compromiso de respetar el contenido y darle el crédito tanto al autor como al Centro.
“Y así se ha mantenido con esa línea durante 15 años: tratar temas que puedan interesar en México, Argentina, Perú, Chile. Buscamos no sólo hablar de España porque entonces pierde interés, sino hablar de temas de derechos humanos con un enfoque global, que pueda servir a cualquier lector de esos países. Es una gran oportunidad para hablar de lo que generalmente los medios no hablan por distintas presiones, por falta de especialización, por falta de apoyo”, dice Miguélez Monroy.
Durante la entrevista, quien coordina el Centro desde 2008 detalla: “No buscamos incurrir en un intrusismo profesional, sino al contrario, convertirnos en una fuente que sirva a los periodistas de distintos países. Nosotros no necesariamente queremos sólo que nos publiquen los artículos, sino que sirva de material de reflexión para nuestros colegas y que sirva para desarrollar otros temas. Nuestro objetivo no sólo es publicar”.
Entre sus objetivos, el CCS busca fortalecer las conquistas sociales, denunciar las injusticias con propuestas alternativas y luchar por otro mundo más humano, más justo y solidario. Por ello, sus colaboradores apuestan por el derecho a una vida digna, a la libertad y al desarrollo de las capacidades mediante la educación, la salud, la alimentación, el trabajo, la participación y la protección del medio ambiente.
En su perfil público, el Centro apunta que sus integrantes luchan “contra el hambre, la exclusión, la marginación, la guerra, los paraísos fiscales, la explotación de unos pueblos y de unos seres por otros. Afirmamos la igualdad radical de los seres humanos, sin racismo, xenofobia, violencia de género o discriminación por creencias, opción sexual, origen, profesión o ideas políticas”.
Agrega que cada semana se envían por correo electrónico y de forma gratuita los artículos editados a su red de medios de comunicación y de organizaciones de la sociedad civil en América Latina. Dichos artículos pueden ser reproducidos libremente citando la fuente. Al respecto, Miguélez Monroy cuenta que se trata de más de 2 mil medios de comunicación a los que les llegan sus materiales informativos.
Periodistas, economistas y profesores de universidad expertos en pobreza, educación, salud, ecología, derechos humanos, política internacional, colaboran con el Centro de Colaboraciones Solidarias y dan vida a esa visión alternativa de la comunicación y el periodismo.
Nancy Flores, @nancy_contra/enviada
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Contralínea 398 / 10 agosto de 2014