Luego del deslave de una ladera de piedra caliza provocado por las fuertes lluvias en Papúa Nueva Guinea, el 24 de mayo, la Organización Internacional para los Migrantes (OIM) y las autoridades locales se movilizan al lugar de los hechos, en tareas de búsqueda y rescate.
De acuerdo con el Centro Nacional de Catástrofes de Papúa Nueva Guinea, más de 2 mil personas han quedado sepultadas bajo los escombros. Esto supone una de las catástrofes más mortíferas de la historia reciente del país.
Las autoridades locales indican que ha afectado, hasta ahora, a más de 7 mil 840 personas, incluidos fallecidos, heridos y desaparecidos. Asimismo, cerca de 1 mil 600 han sido desplazadas. De igual manera, la Organización de Naciones Unidas (ONU) señaló que se encuentran en estado de vulnerabilidad por los conflictos tribales registrados en la zona.
“La magnitud de esta catástrofe es verdaderamente desgarradora”, declaró Serhan Aktoprak, responsable de la Misión de la OIM en Papúa Nueva Guinea. “Estamos coordinando con las autoridades locales y los socios internacionales para ayudar a los afectados, ya que miles de personas han perdido sus hogares y pertenencias en un abrir y cerrar de ojos”.
También, puntualizó que la zona sigue siendo peligrosa debido al continuo movimiento de tierras. El acceso se ve obstaculizado por carreteras bloqueadas, infraestructuras dañadas y condiciones meteorológicas adversas.
Igualmente, la OIM advirtió que, con tantos cuerpos aún por recuperar, existe la preocupación de que las aguas subterráneas contaminen las fuentes locales. Finalmente, recalcó que la mayoría de las zonas aledañas son inaccesibles por el deslave.
Por su parte, la representante del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF por su sigla en inglés), Angela Kearney, señaló que más del 40 por ciento de los afectados son niños menores de 16 años, quienes han quedado traumatizados por la pérdida de sus familias, hogares y medios de subsistencia.