Washington, Estados Unidos. Eliminar las emisiones de un grupo de gases contaminantes de corta vida puede frenar el calentamiento del planeta, más aún que al reducir emisiones de dióxido de carbono (CO2), planteó un estudio divulgado por el estadunidense Instituto de Gobernanza y Desarrollo Sostenible (IGSD por sus siglas en inglés).
“Reducir los supercontaminantes climáticos es ahora la única forma de frenar el ritmo de calentamiento a corto plazo. Todavía podemos salvarlo todo y no dejar a nadie atrás”, expuso Durwood Zaelke, fundador y presidente del IGSD, en el informe.
Los cuatro contaminantes climáticos de vida corta en la atmósfera son el metano (CH4), el hollín o carbono negro, el ozono troposférico (O3) y los hidrofluorocarbonos (HFC, o gases refrigerantes).
Abatir las emisiones de esos cuatro villanos podría reducir el calentamiento global en 0.6 grados centígrados para 2050, cuando se aspira lograr la meta de que la temperatura media del planeta no exceda de 1.5 grados Celsius sobre el promedio de la era preindustrial (1850-1900).
En el caso de la región de América Latina y el Caribe, el potencial de eliminar gases de efecto invernadero es aún mayor, hasta 0.9 grados Celsius para 2050.
Según el documento, el cual fue presentado a finales de mayo en Manaos, Brasil, durante audiencias sobre la materia climática celebradas por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, la reducción de esos supercontaminantes climáticos podría evitar casi cuatro veces más calentamiento de aquí a 2050 que las estrategias centradas en el CO2.
A modo de comparación, una descarbonización agresiva que logre cero emisiones netas de CO2 –paridad entre las que se arrojan a la atmósfera y las que se capturan o eliminan– podría evitar sólo alrededor de 0.2 grados Celsius para 2050.
El estudio reconoce que la descarbonización y la consecución de emisiones netas cero son fundamentales para estabilizar el clima. De esta manera, mantener la meta de -1.5 grados Celsius. Sin embargo, advierte de que centrarse en el CO2 puede no cumplir el objetivo a corto plazo.
Ello porque un porcentaje significativo de ese gas permanece en la atmósfera durante siglos, mientras que los gases de corta vida permanecen entre unos pocos días y unos pocos años. Sin embargo, son entre decenas y miles de veces más potentes que el CO2 a la hora de calentar el planeta.
Según el Grupo Intergubernamental de Expertos para el Cambio Climático, los contaminantes de vida corta son responsables de cerca de la mitad del calentamiento global. Contribuyen a la subida del nivel del mar y a fenómenos meteorológicos extremos. Además, dañan la salud humana y la biodiversidad.
La reducción de esos supercontaminantes proporciona beneficios casi inmediatos, como reducir la mortalidad prematura causada por partículas contaminantes. Además de evitar la pérdida de entre 2 y 4 millones de toneladas de alimentos al año, en el caso de América Latina.
Las mayores emisiones de los cuatro contaminantes de vida corta en la región y en Estados Unidos y Canadá proceden de actividades como la gestión de residuos, la agricultura, la producción de energía, el transporte y la refrigeración.
La mayor fuente de emisiones de metano en América Latina y el Caribe es el sector agrícola. Éste representó 61 por ciento en 2019. La ganadería y el cultivo de arroz son responsables de más de la mitad de las emisiones de ese gas, según el informe.
Sólo en América Latina, el subsector ganadero es responsable del 70 por ciento de las emisiones de metano procedentes de la agricultura. Por ese motivo, el informe recomienda mejorar y cambiar las prácticas agrícolas, por ejemplo, aplicar diferentes estrategias de pastoreo y alimentación del ganado.
El sector de los residuos es la segunda fuente de emisiones de metano en América Latina y el Caribe; representa el 20 por ciento. El gas se produce cuando los residuos orgánicos de los vertederos son descompuestos por bacterias.
De los países de la región, el 56 por ciento eliminan sus residuos en vertederos con una implantación limitada de sistemas de captura de biogás, y 40 por ciento en vertederos inadecuados.
El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) estima que la región producirá 296 millones de toneladas de residuos sólidos urbanos en 2030; más de la mitad, serán orgánicos.
Para ese sector, el informe recomienda evitar que los residuos orgánicos vayan al vertedero; desarrollar infraestructuras para cadenas de frío sostenibles que ayuden a reducir los que van, y en general mejorar la gestión de los vertederos.
La producción de combustibles fósiles es la tercera mayor fuente de emisiones de metano en América Latina y el Caribe. Representa alrededor de 18 por ciento de las emisiones totales de ese gas en 2019.
El metano se emite cuando se ventila y se quema de forma incompleta durante la producción de hidrocarburos, y cuando se filtra de tuberías y contenedores durante el almacenamiento y el transporte.
Finalmente, los HFC son un grupo de gases sintéticos, los cuales se utilizan principalmente para enfriar y refrigerar, como alternativas a las sustancias que agotan la capa de ozono. Se emplean en frigoríficos y aparatos de aire acondicionado.
No destruyen la capa de ozono, pero son gases de efecto invernadero miles de veces más potentes que el CO2 al contribuir al calentamiento global. En América Latina, el 80 por ciento de las emisiones proceden de Argentina, Brasil y México.
A medida que aumentan las temperaturas, aumenta también la demanda de refrigeración. Con una población creciente y unos ingresos y niveles de vida cada vez más altos, se prevé que la región multiplique por seis su parque de aparatos de aire acondicionado de aquí a 2050.
Ese aumento previsto de la necesidad y la demanda puede incrementar las emisiones potenciales de HFC y ejercer presión sobre las redes energéticas, por lo que se impone tomar medidas para mejorar la eficiencia en iluminación, refrigeración, aire acondicionado y motores.
Junto al drama humanitario, el estudio recordó que, entre 1970 y 2021, los desastres relacionados con el clima costaron a los países del hemisferio 2 billones de dólares. Para 2050, los daños causados por el cambio climático podrían costar a la región latinoamericana 100 millones de dólares anuales.
Inter Press Service (IPS)*
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