miercoles, enero 22, 2025

Voceadores: oficio que cambia para no desaparecer

Voceadores: oficio que cambia para no desaparecer

El oficio de los voceadores en la Ciudad de México está en peligro de extinción por la migración a medios digitales.
FOTO: CARLOS LÓPEZ

En las calles de la Ciudad de México, donde alguna vez los voceadores proveían las últimas noticias, este oficio está en peligro de extinción. Gerardo Tapia –quien lleva 30 años en lo que alguna vez fue negocio– ha sido testigo del cambio de hábitos de consumo de información: periódicos y revistas impresas han caído en el olvido frente a los teléfonos celulares y el internet. Para sobrevivir, en su mayoría, los voceadores venden coleccionables y productos “atípicos”: refrescos, frituras, pastelillos, dulces, chicles, cigarros, comentan quienes se resisten a desaparecer. La crisis que enfrentan no sólo es económica, sino también cultural: su desaparición marcaría el fin de una tradición, la del consumo de la prensa escrita, clave en la construcción de la vida pública y política. Voceadores consultados por Contralínea coinciden en que el poco mercado que les queda –venden máximo 15 ejemplares al día– está conformado exclusivamente por adultos mayores

“Yo siempre he sido voceador toda mi vida: nací envuelto en periódico. Toda mi vida he sido voceador. La vida me ha dado oportunidades de estudiar y de tener otros negocios, pero prefiero mil veces ser voceador, porque son muy independientes”, narra Gerardo Tapia, quien se dedica a este oficio desde hace 30 años. Su puesto se localiza frente a la Friki Plaza, en el Eje Central Lázaro Cárdenas.

En cada esquina, casi a cada paso del corazón de la ciudad, se observaban kioscos con tendederos de periódicos y revistas, donde las primeras planas competían por el mejor lugar, en busca de captar la atención de los transeúntes. Para aquellos con más tiempo, las portadas coloridas y brillantes de las revistas esperaban en fila poder conquistar a sus lectores.

Cuando los cubrebocas aún no eran un producto esencial y la virtualidad no había alcanzado a casi todas las personas, los voceadores [como se les conoce a las personas que venden periódicos en la calle y que anuncian las noticias principales] dominaban las calles. Ellos vivían su auge al vender la nota del día, la investigación de la semana o del mes, los resultados de los partidos de futbol o de los deportes, e incluso los escándalos y chismes del medio del espectáculo.

Con los cambios tecnológicos, sus kioscos parecen invisibles o se destacan como tienditas ambulantes. De no ser por la venta de coleccionables, tiras cómicas o productos “atípicos” –como le denominan a los refrescos, frituras, pastelillos, dulces, chicles, cigarros–, su presencia en la esfera pública desaparecería.

Los voceadores tenían un papel clave en la construcción de la cultura política, explica Mario Zaragoza Ramírez, investigador del Centro de Estudios en Ciencias de la Comunicación y doctor en ciencias políticas y sociales por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Agrega que son sustantivos para el espacio público, puesto que se convertían en las personas que no solamente vendían periódicos y tenían información de primera mano, sino que podían estar en convivencia y en contacto con los demás en el día a día

En sus mejores épocas, estar informados o informadas les permitía vender más periódicos o “editorializar” sus puestos. Es decir, poner algunos periódicos de circulación nacional hasta arriba y desplazar a otros, y eso repercute directamente en lo que las personas querían leer, añade el doctor Zaragoza.

FOTO: FERNANDA MONROY

Vías de extinción

“Nuestro oficio está en riesgo de extinción. Cuando los adultos mayores –quienes compran la mayor cantidad de periódicos– fallezcan, la venta se va a acabar. Tal vez en unos 10 años más, nosotros desapareceremos”, comenta en entrevista para Contralínea el voceador Hugo, cuyo kiosco se encuentra entre las calles Simón Bolívar e Isabela Católica desde hace 22 años.

De igual manera, explica que hay un cambio radical en los medios impresos, propiciado porque la juventud no lee periódicos. Ello, observa, impacta en las ventas del día. “Llegué a vender 100 periódicos al día, si hoy vendo 30, son muchos, ya que generalmente me compran entre 10 y 15 ejemplares”.

Por su parte, el voceador Fabián –desde hace 15 años ubicado en la Plaza de la Constitución– detalla que dejó de vender diarios porque ya nadie se los compraba, y esto representaba una pérdida para él. Lo anterior, explica, porque en los expendios dejaron de recibir los ejemplares que no se vendían. Es decir, los voceadores ya no recuperaban su dinero.

El señor Fabián explica que actualmente llega a vender entre 20 y 30 revistas al día, entre las que destacan las de arqueología, culturas prehispánicas o datos curiosos de México. Sus principales clientes, expone, son turistas.

Antes, la venta de periódicos era buena. No existían las colecciones y se vendía más la revista porque tenía más tirajes. Con lo moderno del internet, todo desaparece, hasta el periódico, ya que no tiene el mismo movimiento [mercantil] que antes, comenta el voceador Javier. Su kiosco data de hace 18 años y se ubica entre las calles Luis Moya y Dolores, cerca del Barrio Chino. “Mi mamá traía un bulto de 50 periódicos y con el paso del tiempo ahora yo traigo unos 20, porque la distribución bajó mucho”.

El voceador Gerardo Tapia detalla que lo que les ha permitido subsistir es la venta de “atípicos” –aquellos productos que no forman parte de los materiales impresos, y entre los que se encuentran dulces, refrescos, cigarros–, además de la venta de productos coleccionables.

“Antes era más exclusivo; nada más se vendía pura revista y puro periódico. Hicieron un cambio porque la actualidad llevó a eso. Metieron una cláusula que se llama ‘atípicos’, que es la venta de todo lo que ves que no es revista y periódico. Sin embargo, muchos puestos ya no venden revistas y periódicos; sus puestos son de otra cosa porque ya no da”, explica el voceador Fabián.

Todos los voceadores consultados coinciden que las nuevas tecnologías de la comunicación modificaron el mercado de los impresos. Por ejemplo, José García menciona que los cambios que ha enfrentado, junto con sus compañeros, comenzaron con la llegada del internet. Tras 17 años de tener su puesto frente a la Torre Latinoamericana, observa que dicha herramienta desplazó a los periódicos, pues los jóvenes prefieren navegar en sus dispositivos celulares a consultar publicaciones impresas.

FOTO: FERNANDA MONROY

Asimismo, el voceador Gerardo Tapia comenta que la tecnología y la modernidad mantienen a los voceadores en crisis y en riesgo de extinción. “Lo que nos sostiene son los dulces, refrescos, cigarros y colecciones. Eso es lo que nos mantiene porque es muy difícil para nosotros. Yo soy uno de los afortunados que todavía vende, porque muchos han desaparecido”.

Por su parte, el señor Fabián indica que “la reducción en las ventas se dio por la tecnología, porque todo lo tenemos a la mano en el celular. Antes, cuando querías informarte, buscabas a los niños gritones que te daban los encabezados de las noticias. Además, las personas ya no leen, sobre todo los jóvenes; no les interesa porque es más rápido ver un video”.

Añade: “la mayoría de las personas que me compran son adultos mayores. No he visto que los jóvenes que pasan se acerquen a comprar una revista, y tengo de todo: desde las de chismes, las de ciencia, historia, datos curiosos, viajes, etcétera. Yo creo que, en un año, uno o dos niños se acercan a comprar las revistas de ciencia para niños, en parte porque se las piden en la escuela; pero la mayoría de los adolescentes ya no compran revistas, porque todo lo tienen en el celular, porque tienen TikTok, que es lo de ahora”.

El doctor Zaragoza señala que la transformación de los medios impresos y su impacto en los modelos tradicionales de comunicación podría comprenderse en tres momentos. El primero, a partir de los años 2000 y los inicios del internet, específicamente entre 2009 y 2011, cuando se vivió su época dorada y, por lo tanto, comienza el cambio en la distribución de información y de los consumos culturales de las personas. El segundo momento, entre 2012 y 2015, cuando el contexto digital se volvió cotidiano. Y tercero, entre 2019 y 2020, años en los que los espacios virtuales se convirtieron en parte de la realidad de las personas, como consecuencia de la pandemia por coronavirus (Covid-19) y el confinamiento.

Además, el investigador universitario explica que “había un momento de la Ciudad que era importantísimo, que es cuando la gente salía. Por ejemplo, cuando salían del Metro –que es un transporte público muy importante para nuestra Ciudad– se encontraban con el puesto de periódicos y se quedaban unos minutos para leer las primeras planas. Eso era un rol sustantivo porque, si bien las personas no estaban necesariamente informadas, si echaban un ojo a lo que pasaba. Echarle el ojo a esa información es lo que ahora hacemos en el teléfono al estar scrolleando”.

El doctor en ciencias políticas y sociales detalla que “ese momento en el que vas pasando y algo [en las primeras planas de los diarios] hace que te detengas frente al puesto y te quedes pendiente unos minutos es parte de la interacción que tenemos con nuestra vida cotidiana. […] Hay una pérdida de tradiciones de vida cotidiana, de actividades culturales y una adaptación de los productos culturales y de los voceadores considerados también como elementos de nuestra cultura”.

La actividad de los voceadores ha cambiado en los últimos años porque las formas de interactuar también han cambiado, añade el especialista Zaragoza. Y enfatiza que “ellos son parte importantísima para la difusión de la información, pero es cierto que ahora tienen que convivir con el contexto digital de las plataformas electrónicas que son parte de nuestro día a día”.

FOTO: FERNANDA MONROY

Unión de voceadores

En su página de internet, la Unión de Voceadores explica que entre sus objetivos “destaca la importancia de proteger a sus agremiados y contribuir a la elevación de sus niveles de vida, brindándoles cobertura de servicios de salud en su clínica propia, educación en su escuela primaria”.

Sin embargo, los voceadores consultados por Contralínea no se sienten respaldados por dicha asociación gremial. A diferencia de otros años, ahora tienen que pagar por su credencialización, además de que también se les cobra para acceder a la clínica de voceadores.

“A nosotros no nos cobraban nada, y hoy en día nos cobran el sello, la credencial y si quiere servicio médico, también ya nos lo cobran. Cuando antes no nos cobraba nada, porque eso se cubría con cierto porcentaje de nuestras ventas. Eso nos lo quitaron. Sigue entrando ese dinero de la venta, pero quién sabe qué hicieron con él”, explica el señor Hugo.

“La Unión de Voceadores nos ha dado la espalda, porque antes contábamos con varias prestaciones. […] Teníamos la clínica, teníamos buenos doctores y hospitales y ahora las nuevas generaciones de los dirigentes, como son juniors, no supieron sobrellevar las bases de la Unión y privatizaron las prestaciones, o sea, la clínica de voceadores”, acusa don Gerardo Tapia.

FOTO: CARLOS LÓPEZ

Voceadores en resistencia

Las y los voceadores son claves para la vida cotidiana. Ellos han sabido adaptarse, y los espacios abiertos para los voceadores sigue existiendo en la Ciudad; “conviven con nosotros cuando salimos a caminar”, menciona el doctor Zaragoza.

Ante la ruta de extinción que parece seguir este oficio, el académico universitario llama a “revalorar simbólica y significativamente la figura del voceador, porque ellos se han adaptado a las formas no sólo de vender, sino de pensar cómo vender esa información, entretenimiento y divertimento. Se han acomodado a las circunstancias, porque si alguien sabe cómo vender algo, son ellas y ellos”.

Por su parte, el voceador José Manuel dice: “van a surgir cosas nuevas que van a terminar desplazándonos. Sobreviviremos hasta donde nos permita la gente llegar, porque ahora sí que con el tiempo todo cambia. Las suscripciones y entregas a tu casa nos han ido desplazando, pero esperamos sobrevivir más tiempo”.

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