Trasnacionales y gobierno australiano buscan extraer uranio de tierras que pertenecen a indígenas. A pesar de que en años anteriores la extracción del mineral radioactivo ya generó contaminación ambiental y casos de cáncer en las personas, las autoridades anunciaron que los trabajos reiniciarán en 2011. “Tenemos sol, viento y gente. ¿Por qué vamos a contaminar el país a cambio de dinero?”, pregunta Geoggrey Stokes, líder del clan wongatha
Jessie Boylan / IPS – Voces de la Tierra
Kalgoorlie-Boulder, Australia. La compañía minera de Australia comenzará a excavar en un yacimiento de uranio en el Oeste del país en 2011. Pero cada vez son más los reclamos para que el gobierno vuelva a prohibir la extracción de minerales radioactivos.
“No necesitamos uranio”, señaló Geoggrey Stokes, líder y pastor del clan wongatha, para quien este territorio es su hogar. “Tenemos sol, viento y gente. ¿Por qué vamos a contaminar el país a cambio de dinero?”, preguntó.
Australia tiene la mayor cantidad de ese mineral, según la Asociación Nuclear Mundial, con 23 por ciento de la reserva global. De las tres minas existentes, se exportan 10 mil toneladas de óxido de uranio al año.
El valor anual de las exportaciones alcanzó unos 892 millones de dólares en los últimos dos años, indicó la Asociación. Los mayores clientes son Corea del Sur, Estados Unidos y Japón, que lo usan para producir energía nuclear.
La mayor cantidad de uranio de este país se encuentra en el Oeste.
Entre 2002 y 2008, estuvo prohibida la extracción, pero la medida fue levantada cuando el Partido Liberal llegó al gobierno.
Más de 100 compañías nacionales y extranjeras buscan uranio en la región, indicó la Alianza Antinuclear de Australia Occidental.
La compañía australiana BHP Billiton tiene previsto explotar el filón de uranio de Yeelirrie en 2011. El proyecto asciende a unos 15 mil 600 millones de dólares. La mina, que estará operativa en 2014, producirá 3 mil 500 toneladas del mineral al año.
Kalgoorlie-Boulder se ubica en una zona llamada Goldfields (campos de oro), 600 kilómetros al Oeste de Perth, la capital estatal. Esta localidad, de 30 mil habitantes, depende totalmente de la minería. Pero muchas personas preferirían no tener nada que ver con el uranio.
“No queremos que se extraiga el mineral ni legar a las futuras generaciones un ambiente contaminado”, señaló Kade Muir, antropóloga nacida en la ciudad de Kalgoorlie.
El gobernante Partido Laborista, que coincide con esa apreciación, prohibió la extracción en tres localidades cuando estuvo al frente del gobierno federal en la década de 1980.
“Sabemos que la minería es peligrosa, pero la extracción de uranio lo es más. Supone un riesgo inaceptable para los trabajadores, para las futuras generaciones y para el bienestar de las comunidades aborígenes, además que es una terrible amenaza para el ambiente de la zona”, dijo la ministra de Ambiente, Sally Talbot, a las personas que protestaron frente a una de las minas en marzo.
La extracción de uranio es un asunto sensible para la población indígena desde hace décadas. Cientos de aborígenes fueron desplazados en la década de 1950 y 1960 cuando los gobiernos australiano y británico hicieron pruebas atómicas.
Muchas personas sufrieron graves problemas de salud: cáncer y otras enfermedades inexplicables.
Es una industria que tiene impacto devastador, concluyó un estudio realizado por el parlamento australiano en 1997, que mencionó la mina Rum Jungle, en el Territorio Norte, cuyos efluentes ácidos terminaron en el Río Finnis y “destruyeron las plantas y los animales a lo largo de 10 kilómetros”.
“La extracción de uranio tuvo consecuencias nefastas para los indígenas. Experiencias como la de Rum Jungle dejaron zonas tan degradadas que sus pobladores tradicionales no pudieron usarlas más”, señala el documento.
La mina Olympic Dam, de BHP, extrae 30 millones de litros de agua al día de la Gran Cuenca Artesiana, indicó la Fundación Australiana para la Conservación. No se conocen planes para manejar las 60 millones de toneladas de desechos radioactivos que se vertieron a la reserva subterránea.
No existen minas de uranio rehabilitadas, aseguró Gavin Mudd, ingeniero y profesor de la Universidad de Monash.
Australia se asegura de que el uranio que exporta no sea usado para fabricar armas nucleares, pero la proliferación de éstas y los desechos radioactivos deberían ser razón suficiente para poner fin a la extracción del mineral.
No todas las comunidades indígenas se oponen a la mina de uranio. Los martu pusieron a disposición 130 mil kilómetros cuadrados en este mismo estado.
La empresa Western Desert Lands Aboriginal Corp, que representa a esa comunidad, suscribió acuerdos de exploración en la zona con al menos dos compañías.
Los pueblos indígenas suelen recibir regalías por el uso de sus tierras. El monto depende de la ubicación, del tipo y de la dimensión de la mina. Pero parece que para los wongatha, ninguna oferta de BHP Billiton vale los riesgos que conlleva un proyecto minero.
Fuente: Contralínea 203 / 10 de Octubre de 2010