Ucrania acordó con sus acreedores (Unión Europea, Fondo Monetario Internacional y fondos de inversión) reestructurar 17 millones 200 mil euros de deuda. Perdonan 3 millones 400 mil (quita del 20 por ciento) más una demora de 4 años en los que Ucrania sólo pagará intereses; lo que supone retrasar el pago del capital de deuda para 2019 (y hasta 2027, no desde 2015 a 2023 como antes). Y Ucrania sólo pagará 43 centésimas de euro más de interés; un tipo de 7.75 por ciento.
Ocurre 2 semanas después de que la Unión Europea y el Banco Central Europeo (BCE), acreedores de Grecia, se nieguen a la menor quita de deuda. Aunque otro acreedor, el Fondo Monetario Internacional (FMI), argumentó la necesidad de quita. En su lugar, la Unión Europea ha acosado y chantajeado a Grecia. O aceptaba sus condiciones, dignas de Al Capone, o salía del euro.
Lo ha descrito con claridad el economista James K Galbraith, asesor del gobierno de Syriza: “A finales de enero, el Eurogrupo amenazó a Grecia con destruir su sistema bancario. Cuando el gobierno griego convocó un referéndum, el Eurogrupo y el BCE cerraron los bancos y, cuando el pueblo griego dijo ‘no’, aumentaron las represalias hasta que el gobierno griego tiró la toalla”.
Tras tan obsceno espectáculo resurge el debate sobre salir del euro o no. Pero la cuestión no es salir del euro o permanecer. Como ha escrito el exministro de finanzas alemán y líder de Die Linke (la Izquierda), Oskar Lafontaine, “mientras el BCE pueda cerrar el grifo del dinero a un gobierno de izquierda, no cabe ninguna política verdaderamente democrática y social en Europa”. ¿Para qué sirve esta Europa a la gente común? Ni siquiera es preciso recordar que puestos clave de decisión financiera de la Unión Europea están y han estado en manos de sujetos que han sido altos directivos de un banco tan predador y digno de sospecha como Goldman Sachs, entre cuyas hazañas está haber falseado las cuentas de Grecia durante los gobiernos conservador y socialdemócrata para ingresar en la Eurozona.
Y así se llega a la triste pero indiscutible conclusión de que esta Unión Europea, basada en los tratados de Maastrich y Lisboa, no admite reformas que merezcan tal nombre. Pues reformar significa ‘modificar algo con la intención de mejorarlo’, y mejorar (para la gente, por supuesto) no es intención ni voluntad del totalitarismo euroburocrático que gobierna esta Unión.
¿Qué hacer? ¿Otra construcción europea? ¿Una alianza de países del Sur? Imposible. Tal vez. Lo parece.
Como pareció a muchos cuando, en 1917, un grupo de sufragistas, que exigían el voto para las mujeres, decidieron concentrarse cada día frente a la Casa Blanca. Al principio fueron ignoradas y su protesta apenas tuvo repercusión, pero se mantuvieron tenaces, convencieron a la opinión pública y 2 años después las mujeres pudieron votar en Estados Unidos.
En marzo de 1930, Gandhi empezó una marcha de 400 kilómetros para protestar contra el monopolio de la sal del Imperio Británico en la India. Empezaban 17 años de lucha por la independencia. Y la consiguieron.
En el siglo XIX, al inicio de la industrialización, en Europa y Estados Unidos los obreros trabajaban de lunes a domingo en jornadas de hasta 15 horas por salarios de miseria. Tras duros y prolongados años de lucha, la clase trabajadora ha conseguido niveles de emancipación notables, lo que no significa que se hayan logrado todos los objetivos deseados y necesarios.
La actual Unión Europea nació inicialmente para que nunca más hubiera enfrentamientos bélicos entre Alemania y Francia, como ocurrió en los siglos XIX y XX. Pero de la búsqueda de paz y respeto de derechos humanos de todos, se ha pasado a una especie de Chicago en la década de 1930 al servicio del poder financiero y las corporaciones trasnacionales.
Como ha escrito Frédéric Viale: “la Unión Europea es un mecanismo conservador antidemocrático para impedir cualquier avance progresista, sea cual sea la voluntad de los pueblos”. Y Galbraith remacha que “las esperanzas de negociar un cambio en la Eurozona se han puesto a prueba con resultados brutales. Que en la Eurozona hay una dictadura burocrática es un hecho”.
La democracia ya no existe, insiste Viale, hay que fundarla de nuevo, porque esta Unión Europea no es democrática. Es el problema, no la solución, y así no hay avance alguno. Por eso esta Unión Europea no es reformable. Habrá que rebelarse para cambiar las cosas.
Xavier Caño Tamayo*/Centro de Colaboraciones Solidarias
*Periodista y escritor
[BLOQUE: OPINIÓN] [SECCIÓN: ARTÍCULO]
Contralínea 455 / del 21 al 27 de Septiembre 2015