Todos los días del calendario están colmados de festividades, celebraciones y conmemoraciones. Tenemos el calendario eclesiástico, el gregoriano; estuvo el juliano (impuesto por Julio César) y el Republicano, que rigió en Francia de 1792 a 1799. Y en el calendario actual se ha trasladado al 3 de mayo el Día Internacional de la Libertad de Expresión (escrita, oral, audiovisual y radiofónica, éstas dos últimas abusando contra las audiencias). Con ese motivo, un representante del Comité para la Protección de los Periodistas estuvo en nuestro país presentando el Informe donde establece: “Si la justicia no prevalece antes del término de Peña Nieto, corre el riesgo de dejar un legado de impunidad endémica”. Le fue entregado al mismo Peña quien en otra de sus promesas y en su clásica actitud, se “comprometió” a implantar justicia para los homicidios y abusos contra los periodistas mexicanos.
Y en amplia nota la reportera Rosario G Gómez (El País, 3 de mayo de 2017), nos puso al tanto de cómo la libertad de prensa ha retrocedido hasta en los países democráticos, porque sus gobernantes reaccionan abusivamente para limitar o suprimir la crítica e información veraz, con homicidios, amenazas, agresiones, encarcelamientos. Y, ante todo, no persiguiendo los delitos cometidos contra ellos para que impere la impunidad.
Obviamente Peña nada hará. Ni le importa. Ahí tenemos la sangrienta criminalidad, con más de 150 mil homicidios y miles de desaparecidos, secuestrados, feminicidios y fosas clandestinas con cadáveres. Pero Peña y sus asesores no han ido más allá de la captura de capos con un militarismo de facto que, sin embargo, no ha disminuido la pavorosa inseguridad que no sólo sufren los periodistas; los reporteros en primerísimo lugar, incluyendo a los no críticos, los que tergiversan la información o sirven exclusivamente a los integrantes de los poderes públicos, privados y de las delincuencias; quienes los obligan a autocensurarse o son privados de sus vidas.
Así que el pasado 3 de este mayo fue un día de luto en México, porque en la última década más de 60 periodistas han sido asesinados por cumplir con su tarea de informar. Y se demanda presentar ante el Ministerio Público y después ante los tribunales, a los presuntos autores intelectuales y ejecutores de esos crímenes, agresiones y amenazas. Pero en el contexto de la criminalidad diaria (donde la Asociación del Rifle que elogia Trump y sus armerías, surten de pistolas, granadas y rifles e incluso armas más poderosas), Peña nada hará. Así que el Comité para la Protección de los periodistas ha cumplido con su deber de entregarle un ultimátum a Peña, a quien le dicen que “se le está acabando el tiempo” sin que haya ido más allá de establecer una Fiscalía para la atención de los delitos cometidos contra la Libertad de Expresión. Y la cual ha sido un adorno porque el peñismo no tiene interés en cumplir, dando muestras de que la información veraz y la crítica son perseguidas en complicidad con empresarios. Por lo que las libertades de prensa en México son un triunfo de papel constitucional y quienes las reivindican son asesinados.
Una muestra de los ataques que sufre la prensa se escenificó en la reunión a puerta llevada a cabo en Los Pinos el 18 de mayo pasado. Y que la columnista Elisa Alanís, que publica sus análisis en El Universal (como su columna titulada como encabeza la del suscrito, 19 de mayo de 2017), atinadamente critica. Y es que impidieron la entrada a los periodistas al grado de que por órdenes de Peña, Eduardo Sánchez sólo permitió entrar a los reporteros gráficos con el pretexto de que no había cupo. Cuando en lugar de los empleados y desgobernadores al mando de Mancera invitados, se hubiera convocado a periodistas-reporteros de los estados.
La columnista recrimina a Peña haber dicho que es “respetuoso de la libertad de prensa”, demostrando lo contrario al prohibir la presencia de los periodistas. Pasa lista a sus faltas de respeto al asistir a una conferencia de prensa donde sólo aplica el monólogo peñista y no admite preguntas (al estilo de Trump); afirmando que no hay censura y priva de su derecho a los periodistas que exhibieron el asunto de la “casa blanca”. Y eso de llamar “amigos” a los reporteros gráficos, también es irrespetuoso.
Dice la columnista que el periodismo no hace amistad con los políticos. Pues la prensa es contrapoder y “el periodismo confronta, critica, escucha, observa, registra, cuestiona… y si bien puede existir empatía, cordialidad o respeto, mantiene (el periodista) distancia para analizar e informar los hechos que se desprenden del quehacer político”. Alanís le puso los puntos a las íes peñistas y casi esgrimiendo aquello de: “somos amigos de Platón, pero más amigos de la verdad”, dijo a Peña que los trabajadores de la prensa no podemos ni debemos ser amigos de él, con todo y que haga más promesas sobre sus obligaciones para contrarrestar la grave inseguridad que arrasa con todos los mexicanos; quienes exigen que los gobernantes se dejen de lisonjas y se dediquen a sus tareas, cumpliendo la Constitución y sus leyes… o que la nación se los demande. O renunciando si no pueden con el cargo que pelean a brazo partido con fraudes electorales, y en cuanto se instalan sólo se dedican a robar y abusar.
Al término de la reunión, Peña se acercó a los reporteros que sí dejó entrar a Los Pinos para decirles que ratificará la investigación contra delitos a periodistas. Pienso que Peña no cumplirá, como lleva haciéndolo casi 5 años. Sus amigos son: Javier Duarte, Borge, Medina, Moreira, Videgaray. Nosotros no somos sus amigos, sino sus críticos y sólo queremos que, al menos, cumpla su palabra empeñada el jueves 18 de mayo, cuando prohibió la entrada de periodistas al acto dedicado a los periodistas.
Álvaro Cepeda Neri
[BLOQUE: OPINIÓN[SECCIÓN: DEFENSOR DEL PERIODISTA]
Contralínea 545 / del 26 de Junio al 02 de Julio de 2017