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No todos huyen por cobardía

No todos huyen por cobardía

Como si el país no estuviera al borde de una conflagración apocalíptica por tanto problema acumulado que no ha sido atendido por la elite gobernante, ésta sigue empeñada en aprovechar la oportunidad de liderar al Estado para exclusivamente hacer negocios redituables. Sin parar, mienten en las consecuencias de su mezquindad, entre ellas la de tener que abandonar el territorio nacional, como está sucediendo en una clara demostración (no en todos los casos) de falta de solidaridad, que incluso es mal vista por algunos oligarcas. Buen ejemplo de esto lo dio el presidente de Cementos Mexicanos, uno de los empresarios más ricos de México, quien llamó “cobarde” a quien abandona Monterrey a causa de la inseguridad.

Cabría hacer algunas consideraciones pertinentes, ya que no todos los que están abandonando sus lugares de origen tienen un ejército de guaruras que los protegen de cualquier ataque o riesgo de sufrir un secuestro. No todos son magnates como Lorenzo Zambrano, quien no corre ningún tipo de peligro, sino pequeños o medianos empresarios que se ven forzados a dejar sus bienes y su casa porque la otra alternativa sería quedar a merced de la delincuencia organizada, pero también de la de cuello blanco que no les permite crecer y fortalecer sus negocios por un constante acoso fiscal, y por los absurdos incrementos a los precios de insumos y materias primas.

Sabido es que ahora es práctica común pagar una cuota a grupos delictivos para evitar agresiones, situación que hace incosteables muchos negocios que apenas sobreviven, debido a la parálisis económica desde hace tres décadas. La mayoría de esa gente que se ve obligada a emigrar lo hace con un gran dolor, no porque sea “cobarde” ni mucho menos apátrida, como sí lo son los grandes oligarcas del país. Saben que a donde vayan van a comenzar una lucha muy desigual, mientras que aquí abandonan un patrimonio hecho durante años con muchos esfuerzos y sacrificios. Muchos de quienes abandonan el suelo patrio lo hacen contra su voluntad, obligados por circunstancias muy adversas, no por cobardía.

Con una actitud que demuestra su desconocimiento de la realidad nacional, el magnate escribió en su sitio de Twitter: “En vez de huir a la primera dificultad, lucha, exige, actúa y defiende lo que con tanto esfuerzo construyeron tus ancestros”.

En su situación, es muy fácil adoptar la postura de “héroe”. Sin embargo, él bien sabe que a quien lucha, exige y actúa en defensa de los intereses nacionales lo denigran, combaten y aniquilan en la primera oportunidad, como así ha sucedido con tanto ciudadano que se atreve a levantar la voz para hacerse oír por la burocracia dorada. ¿No fue la oligarquía, de la que Zambrano es uno de sus más conspicuos representantes, la que impidió que México avanzara en la construcción de la democracia al alentar y propiciar el fraude electoral en 1988 y posteriormente, de manera más escandalosa aún, en 2006?

Ahora están cosechando lo que sembraron con tanto egoísmo, y lo más asombroso es que quieren seguir por la misma ruta como lo demuestra su empeño en llevar a la primera magistratura del país al miembro más ambicioso y falto de sensibilidad social de la clase política, Enrique Peña Nieto. A éste se le brinda una protección que ya quisiera cualquier magnate árabe o miembro de la realeza británica. Es cierto, como dice Zambrano, que estamos sufriendo las “primeras dificultades” de la dramática descomposición social que caracteriza a México luego de tres décadas de neoliberalismo. Las que vengan, a medida que se agrave la realidad, serán mucho más calamitosas que las actuales. Eso ni dudarlo.

El grupo en el poder no quiere entender que ya estamos en el límite de una situación que no tiene marcha atrás. Lo único factible, para evitar un estallido social mayúsculo incontrolable, es darse cuenta de que llegó la hora de aflojar la irracional explotación a los asalariados, dar una salida viable a las tremendas tensiones sociales provocadas por tanto abuso de unos cuantos, crear condiciones socioeconómicas que permitan que el país retome el camino de la productividad y la competitividad internacional, ahora que aún es posible.

No entenderlo por las buenas sería el más grande error de los poderes fácticos, quienes parecen suponer que a ellos no les llegaría la avalancha de violencia provocada por su sed insaciable de riquezas y privilegios. Entonces serían sus integrantes los primeros en salir del país, al fin que parte de sus bienes ya los tienen a buen recaudo en el extranjero, acción que no pueden tomar los pequeños y medianos empresarios que se verían impotentes para evitar su total bancarrota. Por eso es fundamental que sean éstos quienes hagan a un lado prejuicios absurdos y apoyen un proyecto de país verdaderamente democrático y justo, donde todos los mexicanos tengan oportunidades de desarrollo. Es impensable ya otro “gobierno” como el actual, independientemente de que el tecnócrata al frente fuera del Partido Acción Nacional, del Partido Revolucionario Institucional o de los Chuchos.

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CITAR FUENTE: Contralínea 199 / 12 de Septiembre de 2010