Cinco días en el desierto

Cinco días en el desierto

Rosa María tiene una carrera universitaria y conocimientos como paramédico, pero ni así ha conseguido un empleo que le permita salir adelante. Es por ello que un día inició una jornada que esperaba terminar en Chicago, Illinois, donde además de reencontrarse con su novio, conseguiría trabajo. Lo que esta mujer nunca supo, es que este fue el inicio de una pesadilla de cinco días.

 
Paola Almaraz Ochoa
Reynosa, Tamaulipas
 
Sus pies le pesaban pese a que sus tenis perdieron parte de la suela para aligerar su caminata. Llevaba cinco días y sus noches entre el desierto; comía poco y varias veces pensó que iba a morir, sobre todo, cuando sus acompañantes la abandonaron en un lugar desconocido porque ya no pudo dar un paso más.
Rosa María Ulloa, originaria de Atotonilquillo, Jalisco, pasó cinco días en una zona semidesértica del Valle de Texas al ingresar a Estados Unidos de forma ilegal en un fallido intento de reencontrarse con su pareja sentimental en Chicago, Illinois.
La travesía inició en el mes de enero cuando esta mujer de 36 años decidió contratar a una persona que la cruzara al otro lado de la frontera, ya que su intención era reunirse con su novio Ricardo López (nombre ficticio por razones obvias), con quien había vivido un año.
Desde el día 15 de enero, Rosa María salió de su hogar en ese poblado del municipio de Chapala, donde se despidió de su madre de 73 años y su padre de 86. Dos ancianos que despidieron a su hija que emprendía su viaje hacia la frontera norte, sin papeles.
Ella salió de su hogar rumbo a Reynosa a donde arribó el 16 de enero pasado, para posteriormente dirigirse hacia el municipio de Río Bravo, donde ya tenía el contacto de la persona que la internaría a Estados Unidos de manera ilegal.
“Llegando a Río Bravo un hombre nos recogió en la central de autobuses, nos llevó a mí y a otras personas a su casa donde nos levantarían horas más tarde con la finalidad de llevarnos a un lugar para esperar el momento adecuado para cruzar el río”, dijo.
Al encontrarse en la orilla del caudal, ella y un grupo de 17 personas más fueron colocados en unas cámaras de llanta para atravesar el río.
“Algunos de los compañeros que habían pasado en otras ocasiones contaban sus experiencias. La que más me impresionó fue la de un grupo de seis chiapanecos que al cruzar en una balsa se volteó y murieron ahogados, ya que los guías no regresaron a auxiliarlos”, contó.   
 
Ya estando en territorio estadounidense, Rosa María recuerda que subieron una loma donde tenían una casa móvil. Ahí los mantuvieron unas horas, les dieron comida y agua, y les pidieron se cambiaran de ropa. 
El grupo compuesto de 18 personas fue traslado a McAllen, Texas, donde los tuvieron unas horas para después dirigirlos hacia Mission, donde pasaron un día completo en espera de que pudieran ser movidos a otro punto para continuar con la larga travesía que les esperaba.
Dentro del grupo conformado por dos guías y 18 personas indocumentadas, entre ellos 15 guatemaltecos y tres mexicanos, fueron transportados en una camioneta tipo Suburban hacia otro punto para internarse caminando rumbo a la Garita de Falfurrias, uno de los puntos de revisión más controlados por los elementos de la Border Patrol.
Sin embargo, por azares del destino, al vehículo donde viajaban amontonados se le averió una llanta, haciendo más largo el tramo que debían caminar. Desde ahí, Rosa María presintió que las cosas no iban a salir bien. 
“Presentí algo malo, pero no quise ser pesimista y seguí avanzando; mi idea era poder ver pronto a mi novio y juntos buscar una mejor vida”, señaló.
Ella había permanecido en la Unión Americana aproximadamente 18 meses con visa de turista, pero renovando sus permisos temporales de internación.
“La última vez que intenté renovar mi permiso me lo negaron y me quitaron la visa, ya que en Migración se dieron cuenta que estaba trabajando de forma ilegal, primero en Los Ángeles, California, y después en Chicago”, explicó.
Rosa María inició una relación con Ricardo, originario del Estado de Morelos. Ambos trabajaban, él como chef en un restaurante y ella en telemarketing (ventas) y tenían más de un año viviendo juntos.
“Nos iba bien a los dos y queríamos seguir juntos para progresar, por eso regresé a renovar el permiso temporal. Sin embargo, me cancelaron la visa porque se percataron que estaba laborando allá”, mencionó.  
 

DIFÍCIL TRAVESIA

 
Solamente en 2011 por la frontera de Tamaulipas fueron deportadas 125 mil personas por parte de las autoridades del vecino país. Es decir, estos indocumentados pudieron haber pasado una situación similar a la de Rosa María.
En el caso de ella, la travesía fue agotadora, de supervivencia y casi increíble de creer, no obstante es una historia que se repite diariamente en la franja fronteriza que divide a México de Estados Unidos.
Era la única mujer de ese grupo y por ello se enfrentó a ciertas dificultades, sobre todo cuando comenzaron a caminar largos tramos en zonas semidesérticas, ya que su condición física no era la ideal para soportar jornadas tan duras.
Recordó que el camino se hizo más pesado por la poca agua que les daban para tomar, ya que los ‘guías’ alegaban que si tomaban mucho se cansarían más y no avanzarían lo suficiente.
El grupo avanzó el primer día y la primera noche. A los tenis que llevaban los indocumentados le recortaron la suela, argumentando que de esa forma podrían avanzar siendo más livianos.
“De tanto caminar mis tenis quedaron sin suela, por lo que tuve que adecuarle unas toallas sanitarias para poder continuar el camino”, dijo y agregó: “las espinas de gran tamaño se me enterraban seguido; me detenía para quitarlas y evitar lastimarme más. 
Rosa María avanzó con el grupo cerca de 40 horas, sin embargo, ya por la noche del segundo día no pudo continuar por el cansancio y la deshidratación.
“Me fue imposible seguir y caí. Los compañeros del grupo me pisaron y lastimaron mi rodilla; por más que quería ya no pude seguir con ellos y me abandonaron en el desierto. Me quedé sola en la noche, con un inmenso miedo”, narró.
Esta mujer, con estudios de ingeniería industrial, al quedarse sola trató de resguardarse del intenso frío entre los matorrales en una zona casi desértica cercana al punto de revisión en Falfurrias, a aproximadamente 160 kilómetros de la frontera con México. Es decir, a una hora con 45 minutos en vehículo a una velocidad alta, sin embargo, cuando el trayecto se hace caminando bajo el sol o por la noche con intenso frío, la versión cambia.
 
 
Si a ello le sumamos que los ilegales no comían ni se hidrataban constantemente y que se mantenían por horas escondidos de la Border Patrol, la situación se complica aún más. 
Expresó que ha sido la experiencia más difícil de superar, pasando cinco días en busca de agua, comida y alguien que la auxiliara. En un lugar desértico, donde el calor era fuerte por el día y por la noche disminuía la temperatura de manera drástica.
“Me dormía escuchando aullidos de lobos y coyotes, eso me daba mucho miedo por la angustia de no saber si se encontraban muy cercanos a mí y me pudieran atacar”, recordó con angustia.
Y añadió: “Lo más espantoso fue que en el camino me topé con cadáveres de personas que, seguramente, iban a buscar una mejor vida o encontrarse con algún familiar, pero se quedaron en el intento”.
Aseguró que al comenzar el viaje se mantuvo firme de reencontrarse con su pareja en Chicago, mientras que tenía pensado avisar a sus padres apenas tuviera a su alcance un teléfono.
“Observaba los cuerpos de quienes seguramente eran ilegales; me hincaba y hacia una oración por el descanso de sus almas. Pero jamás quise verlos de cerca, ya que mi temor era encontrar a alguna persona conocida o reflejarme en ellos. No quería entrar en pánico”, describió llorando.
La travesía no fue nada sencilla durante esos cinco días. Sobrevivió con 100 gramos de chocolate que traía en las bolsas de su chamarra y con una pequeña botella de agua que rellenaba en los charcos que encontrara en su trayecto.
“Cuando me quedé sola, una mañana se me ocurrió ubicar por dónde salía el sol para tratar de orientarme y decidí continuar mi camino hacia el norte”, indicó.
Desorientada en medio de un terreno hostil y desconocido, otra forma de guiarse fue seguir algunos los postes o torres de luz eléctrica, ya que su idea era llegar a un lugar poblado para pedir ayuda.
La mujer de estatura baja describió que siguió avanzado, sin embargo, se internó en un área de cazadores. Se escondió ya que se escuchaban los disparos no tan lejos de ella.
“Recuerdo que estuve escondida entre los matorrales. El perro que traían los cazadores llegaba a un lado mío para recoger las aves que habían tirado”, comentó Rosa María.
Y agregó: “No sé si afortunada o desafortunadamente el perro no me delató. Gracias a la voluntad de Dios nunca dio señales a sus dueños de que estaba escondida”.
 
Un domingo ella pasó por un lugar un poco habitado donde había casas residenciales y lo único que se le ocurrió fue gritar que era ilegal y que necesitaba auxilio. Se sentía muy débil, tenía hambre y sed. Sin embargo, no obtuvo respuesta de nadie.
“Ese mismo día por la noche decidí ya no avanzar y me quedé a dormir en un zona semipoblada por el miedo a seguir caminando. Las pocas horas que dormía sentía que no descansaba, porque temía que algún animal me atacara”, dijo.
Agregó: “Los cinco días con sus noches fueron realmente intensos, y algunas veces me desesperaba porque me encontraba totalmente desorientada”.
El lunes 23 por la mañana continuó su travesía. Llegó hasta una malla divisoria la cual cruzó, pero no observó la antena que el patero les había dicho que verían y que tendrían que seguir.
“La persona que nos iba guiando ni siquiera se percató dónde me quedé en el camino. Eso fue lo peor, confié mi vida y mi trayecto a un desconocido que no le importó dejarme abandonada”, mencionó.
El hombre le avisó a la pareja de Rosa María que ella se había quedado el sábado tirada, lo cual era una mentira, ya que para entonces ella tenía más de dos días caminando sola. Posiblemente los demás ya estaban en su destino dentro del territorio texano.
Desde ese día Ricardo, que trabaja en Estados Unidos y una amiga de México, estuvieron contactando hospitales en los dos lados de la frontera y a autoridades de Migración con el fin de encontrarla.
Rosa María vio truncado totalmente su sueño de llegar hasta Houston, donde el guía le había prometido llevar a cambio del pago de tres mil 200 dólares. Posteriormente viajaría hasta Chicago para encontrarse con Ricardo. 
“Ese lunes por la tarde decidí entregarme a las autoridades de Migración. Mi estado de salud ya no era bueno después de cinco días sin comer, bebiendo poca agua, caminando largas jornadas y padeciendo extremo calor durante el día, y mucho frío por las noches”, relató.
 
 

RACISMO EN MIGRACIÓN

 
Rosa María fue llevada a Weslaco, Texas, por las autoridades de la Border Patrol, pues al sentirse tan débil prefirió entregarse y fue castigada cinco años para tramitar una visa.
“Cuando me tenían detenida había gente de El Salvador, además de unos hindúes y otros chinos. Hay que decir que existe racismo, porque a estos últimos les otorgaron la residencia y alojamiento en Nueva York.
“¿Cuál es la diferencia? A los mexicanos y salvadoreños nos regresan, mientras que a ellos les llevan comida especial, y a nosotros solamente nos daban unos lonches. Hasta ahí sufrimos racismo”, sentenció.
“A nosotras no nos fue tan mal por ser mujeres. Nos tuvieron poco tiempo detenidas y en uno o dos días nos deportaron, pero a los hombres los mandan por la frontera de Mexicali, Baja California, y los tienen más días presos”, señaló. 
Añadió que algunos agentes de Migración les dan un buen trato, mientras que otros los humillan por ser indocumentados.
“Cuando te llegan a hospitalizar por alguna lesión, te cobran los días. Si estuviste internado dos días tendrás que quedarte dos más en la detención”, comentó.
El consejo de Rosa María para todas las personas que desean aventurarse a cruzar de forma ilegal a Estados Unidos es que lo piensen muchas veces antes de decidirse.
“La verdad no es tan fácil como lo cuentan. La primera parte fue sencilla, es decir, brincar hacia Texas, pero el mayor problema es cruzar la garita de Falfurrias porque hay mucha revisión”, señaló.
Esta mujer dijo sentirse decepcionada de la persona a la cual confió su vida, ya que no le importó dejarla abandonada expuesta a los peligros.
“No es posible que nos agarre la Migración de Estados Unidos a nosotros por ilegales y que a ellos –que están haciendo un negocio– no los castiguen”, expresó.
Muy lamentable, agregó, es que muchas personas vuelven a confiar en “los coyotes” para intentar nuevamente ingresar de forma ilegal a la Unión Americana, pues es la única manera de hacerlo sin papeles. 
 

AMARGA EXPERIENCIA

 
“Esta es la peor experiencia que he vivido y no se la deseo a nadie, ni al peor enemigo. No volvería a intentarlo de nuevo porque no sobreviviría.
“Es muy cruel que tu guía te abandone, que no les importe si estás viva o muerta. Además de que le mienta a tu familia, diciéndoles que los agentes de Migración los habían perseguido y la atraparon. Todo eso es mentira, nunca fuimos perseguidos”, dijo.
Se escondían del ‘mosco’, (como le llaman los migrantes al helicóptero que patrulla la zona). Cuando eso pasaba el guía les ordenaba tirarse al suelo sin importar qué hubiera, simplemente nos poníamos pecho a tierra.
“En esos lugares hay muchos matorrales, hiedras y árboles con espinas. Por eso tengo muchas marcas en mi cuerpo, por los rasguños que me provocaban las mismas plantas”, contó.
Con lágrimas, Rosa María relató que es increíble que haya sobrevivido en esas condiciones.
“Soy católica y tengo mucha fe. Siempre me encomendé a Santo Toribio Romo y a la Madre Nati, ambos santos de tradición en Jalisco. Además creo que la oración de mis padres, de mi hermana y de mi pareja me ayudaron a mantenerme con bien y me fortalecieron en todo el camino”, aseguró.
Ella buscaba estar de nuevo con Ricardo y seguir trabajando en Chicago con la finalidad de ganar más dinero para enviarles a sus ancianos padres en Jalisco.
Rosa María fue detenida en Weslaco por agentes de Migración de Estados Unidos el pasado 25 de enero y fue deportada ese mismo día por la frontera de Reynosa. 
La mujer fue alojada en la Casa del Migrante de Nuestra Señora de Guadalupe en Reynosa, donde permaneció dos días.
“Desde el primer día que estuve en el albergue el panorama cambió, por la gentileza con la que te atienden las monjas. Llegue directamente a bañarme, era increíble poder asearme, duré bajo la regadera varios minutos disfrutando del agua. A las compañeras les causaba gracia que yo ni siquiera quería acércame a ellas porque tenía una semana sin bañarme”, comentó entre risas.
El viernes 27 de enero emprendió el viaje de regreso a su casa, gracias al apoyo otorgado por el Servicio Estatal del Empleo, dependencia que le compró su boleto de autobús para llegar a Atotonilquillo.  
Finalmente el sábado 28 de enero terminó la travesía. Llegó a su hogar para reunirse con sus padres. Ahora la ilusión de estar cerca de Ricardo tendrá que esperar un tiempo, quizá mucho.
“Después de lo que pasé, la verdad todavía no estoy segura de querer regresar. Al menos de esa forma no lo podría hacer de nuevo; la piensas varias veces para decidirte a arriesgar la vida de nuevo”, comentó.
Rosa María es profesionista y además, paramédico. La falta de empleo y la inseguridad en México la llevaron a buscar un nuevo destino en Estados Unidos donde encontró el amor.
Ahora a distancia, ella y Ricardo, buscarán la forma de mantenerse unidos aunque sea de lejos. 
“En México me fue muy complicado encontrar trabajo, por ello decidí buscar una mejor vida en la Unión Americana. Estamos pensando si nos quedamos en territorio mexicano o si intentamos nuevamente estar juntos en Estados Unidos”, explicó.
Rosa María sugirió a las personas que están planeando ingresar de forma ilegal al país vecino que lo piensen bien antes de hacerlo. Es mejor no arriesgarse –recomendó– ya que se padecen situaciones horribles en el camino. 
“No sé cómo llamarle a esto, si buena o mala suerte. Eso sí, agradezco infinitamente a Dios que estoy viva. Son experiencias que difícilmente te sobrepones. La impresión de ver personas muertas en el camino y pensar que murieron en el intento de tener una mejor vida, es terrible”, dijo.
Actualmente Rosa María se encuentra en su hogar cuidando de sus padres, además, está en busca de un empleo en su natal Jalisco. De su mente nunca se borrará –reiteró– la pesadilla que fue intentar buscar una mejor vida en un país ajeno.