Gerardo Ramos Minor.
Tradicionalmente la frontera entre México y Estados Unidos ha sido señalada como un lugar peligroso, donde la delincuencia se pasea a sus anchas con la complicidad de algunas autoridades.
Desafortunadamente, esta es una realidad que no se puede negar. Estas páginas han mostrado la “leyenda negra” que existe en ciudades como Reynosa, Matamoros y Nuevo Laredo, que han sido el escenarios de sangrientos episodios de la historia delictiva que diariamente se escribe en nuestro país.
Con los años, los residentes de esta parte de México han tenido que aprender a esquivar la violencia que en ocasiones se desata en las calles.
Sin embargo, esto no quiere decir que todos los días, en cada esquina de las comunidades fronterizas, se vivan homicidios, secuestros y violaciones; decir lo anterior sería exagerar impunemente.
Esto es precisamente lo que están haciendo el gobierno de Estados Unidos y algunos medios de comunicación de este país.
Durante años han machacado la idea de que los turistas norteamericanos no deben de visitar las ciudades fronterizas, las que dibujan casi como una zona de guerra, donde prevalece la ley del revólver y la del más fuerte.
La lucha contra la delincuencia organizada, emprendida por el gobierno Federal y los efectos que ha tenido en algunas ciudades en la zona limítrofe con Estados Unidos, ha sido muy bien aprovechada por aquellos que desean que el turismo deje de visitar México.
Quienes tienen acceso a Internet sólo tienen que teclear en cualquier buscador la palabra “don´t go to México” (no vayan a México), para encontrar decenas de portales donde se cuentan los “testimonios” de madres de familia que cuentan las “historias de horror” en las que sus hijos perdieron la vida mientras vacacionaban en tierras aztecas.
Curiosamente todas estas historias señalan como escenario de la tragedia a ciudades como Cancún, Acapulco y Puerto Vallarta, las favoritas de los estudiantes norteamericanos, quienes durante las vacaciones de verano atiborran estas playas para divertirse.
Estos destinos son la principal competencia de playas como Daytona Beach, en Florida, o Long Beach, en California, que desesperados ven cómo año con año los jóvenes las ignoran como destino, pues en México se les permite incurrir en cualquier cantidad de excesos.
Las pérdidas económicas por este desaire se cuentan en los millones de dólares.
Por lo tanto resulta obvio entender porqué cada vez que se acerca la temporada de “spring break” o vacaciones de verano, los destinos turísticos en México son bombardeados con esta propaganda negativa.
Además, resulta indignante ver cómo el gobierno, los medios y la sociedad de Estados Unidos tienen el cinismo de adoptar una doble moral cuando se trata de hablar de la criminalidad en México.
Acusan a nuestro país ser un productor y distribuidor de enervantes; sin embargo, no dicen que el principal mercado de adictos se encuentra precisamente en la Unión Americana.
Hablan de la violencia en las calles y el poder de fuego de los grupos de delincuentes, pero ignoran que las armas que estas personas utilizan las adquieren en su país gracias a ridículas legislaciones que amparadas con el supuesto derecho de tener un arma para defender su hogar permiten a cualquier persona comprar desde un rifle de asalto hasta un fusil calibre .50.
En verdad, ¿para qué quiere un ciudadano respetuoso de las leyes un arma capaz de perforar blindajes o una ametralladora que puede disparar 300 balas en menos de 30 segundos? Esas son las armas que se están utilizando en México, mismas que representan un negocio de millones de dólares para los fabricantes norteamericanos que nunca son molestados por su actividad.
Esta es la doble moral de los Estados Unidos, quienes son muy buenos para criticar a nuestro país, pero ignoran que ellos son los responsables de los problemas que ahora vivimos.
Para estos grupos norteamericanos todo va a estar bien siempre y cuando no termine el flujo de dinero… si alguien deseara hacer eso seguramente se vería atacado con toda la fuerza de la llamada “nación más poderosa del mundo”.
Qué cierta suena ahora aquella frase de “pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”.