Garantizados los derechos de las mujeres… “a la luz de la religión”: Talibanes

Garantizados los derechos de las mujeres… “a la luz de la religión”: Talibanes

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Seres despreciables que importunan tratando de entrometerse en asuntos de gobierno y políticas públicas, es decir, de hombres. Así veían y ven los funcionarios del Talibán a las mujeres que, en nombre de las Naciones Unidas, buscan apoyar con la promoción de derechos humanos

Nueva York, Estados Unidos. Cuando los talibanes gobernaron Afganistán por primera vez entre 1996 y 2001, las Naciones Unidas estuvieron inmersas en una batalla perdida por los derechos de las mujeres, algo que se teme que vuelva a suceder ahora que retomaron el poder desde el 15 de agosto, tras el abandono del país de las tropas estadunidenses.

Y esa batalla fue liderada en ocasiones por dos altas funcionarias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), una de las cuales trabajaba para una agencia que proporcionaba asistencia humanitaria dentro del territorio hostil de los talibanes.

Radhika Coomaraswamy, exsecretaria general adjunta de la ONU, que viajó por todo el mundo como relatora especial sobre la Violencia contra la Mujer (1994-2003), relató un incómodo encuentro cara a cara –no ojo a ojo– que tuvo con un funcionario talibán.

“Cuando me reuní con el ministro de Asuntos Exteriores –dice a IPS ahora en una entrevista– nos sentamos uno al lado del otro en dos sillas distantes y él no me miraba. Yo ponía mi cara en la línea de su visión y él me daba lentamente la espalda.”

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Mi guardaespaldas se inclinó hacia mí y me dijo lo que debería ser obvio: que no me miraba, recordó esta diplomática esrilanquesa.

“Y cuando me reuní con el ministro de Justicia, le pregunté sobre la violencia doméstica y me dijo que las mujeres afganas estaban bien educadas y no atacaban a sus maridos”, dice Coomaraswamy, entonces una de las funcionarias de mayor rango en la jerarquía de la ONU, después del secretario general y el vicesecretario general.

Mientras tanto, cuando la también esrilanquesa Anoja Wijeyesekera, recibió su nueva asignación del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF, por su sigla en inglés) en el Afganistán gobernado por los talibanes, allá por 1997, su carta de nombramiento llegó con un “manual de supervivencia” y una instrucción escalofriante: “Escriba su testamento antes de dejar su casa”.

La oficial residente de proyectos de UNICEF en la ciudad afgana de Yalalabad (1997-1999) y más tarde en Kabul (1999-2001), contó una anécdota idéntica a la de Coomaraswamy.

“Cuando fui por primera vez a Afganistán en 1997, como oficial residente de proyectos de la UNICEF en Yalalabad, los talibanes se negaban a mirarme, ya que era una mujer. En las reuniones, que eran exclusivamente masculinas, me miraban con una expresión de total repugnancia y mantenían la cabeza apartada de mí cuando me hablaban”, relata en otra entrevista con IPS.

Pero, detalla, “después de un par de meses de este gélido recibimiento, que yo consideraba una comedia de farsa, poco a poco se fueron descongelando e incluso me dieron la mano, hablaron en inglés y se volvieron amables”.

“Le dije a mi personal que tal vez los talibanes pensaban que me había convertido en un hombre”, añade bromeando.

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El diario The New York Times recordó en días pasados que durante los primeros años del anterior régimen talibán, las mujeres tenían prohibido trabajar fuera de casa o incluso salir de ella sin un tutor masculino.

No podían ir a la escuela y se enfrentaban a la flagelación pública si se descubría que habían infringido las normas de moralidad, como la que exigía que estuvieran totalmente cubiertas.

Martin Griffiths, secretario general adjunto de la ONU para Asuntos Humanitarios y coordinador del Socorro de Emergencia de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitario de la ONU (OCHA, por su sigla en inglés), dice que cuando se reunió con funcionarios talibanes este mismo mes en Kabul, recibió garantías “por escrito”.

Lo cuenta durante una recaudación de fondos para ayuda humanitaria para Afganistán, realizada durante la tercera semana de septiembre, que se saldó con la promesa de los donadores de 1 mil 200 millones de dólares.

En su mensaje el diplomático británico subrayó: “Hemos dejado claro en todos los foros públicos que estamos comprometidos con todos los derechos de las mujeres, los derechos de las minorías y los principios de libertad de expresión a la luz de la religión y la cultura, por lo que reiteramos una vez más nuestro compromiso y adoptaremos gradualmente medidas concretas con la ayuda de la comunidad internacional”.

Pero la pregunta que persiste es si el gobierno talibán cumplirá estos compromisos, sobre todo, a juzgar por su historial durante sus 4 años anteriores en el poder.

De los 1 mil 200 millones de dólares prometidos, el portavoz de la ONU, Stéphane Dujarric, dijo el lunes 27 que sólo se han recibido 131 millones de dólares, lo que supone 21.7 por ciento de los 606 millones necesarios en asistencia humanitaria al país asiático hasta finales de este año.

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“Estamos muy satisfechos con las promesas de contribuciones, pero lo estamos aún más cuando recibimos dinero en efectivo”, dijo.

Mientras tanto, al ser preguntada por sus experiencias personales durante sus años en Afganistán, Wijeyesekera, de Unicef, describió a los talibanes como un grupo variopinto de combatientes, mulás (clérigos) y otros elementos marginales de la sociedad, como desertores, bandidos, criminales e intolerantes, que se han unido bajo el término “talibán”, que significa estudiantes.

Se supone que son estudiantes del Islam y, según su propia definición, son estudiantes y no licenciados o profesores. Esto es revelador, ya que muchos de los combatientes de base son semianalfabetos, pero están bien versados en el arte de la guerra de guerrillas.

“Su versión del Islam es totalmente opuesta a la versión aceptada del Islam que se enseña en las universidades y otros lugares de aprendizaje genuino”, dice Wijeyesekera en su entrevista con IPS.

“Como usted sabe, las madrazas [escuelas coránicas] de Pakistán se crearon con el apoyo de la CIA [la estadunidense Agencia Central de Inteligencia] para entrenar a los combatientes muyahidines [islámicos] con el objetivo de derrotar a los rusos”, que intervinieron en  Afganistán entre 1979 y 1989, recuerda la exalta funcionaria de la ONU.

La también autora de Facing the Taliban (Enfrentando al Talibán), publicado en 2013,  añade que “he visto el plan de estudios de Nebraska, que se explica en mi libro, que era una herramienta para lavar el cerebro a los niños pobres para que se convirtieran en carne de cañón en el campo de batalla”.

Durante su estancia en Afganistán, dice, algunos talibanes que ocupaban puestos en el gobierno eran más educados. Sin embargo, muchos eran mulás que estaban completamente cerrados al mundo exterior, ya que sólo habían recibido clases en una madraza.

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“El ministro de la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio [una cartera que se ha repuesto ahora en sustitución del Ministerio de Asuntos de la Mujer], llamado Torabi era un combatiente tuerto y con una sola pierna cuya única ocupación era golpear a la gente, en su mayoría mujeres”, detalla.

Su ministerio, recuerda, “se encargaba de las flagelaciones, decapitaciones, amputaciones y lapidaciones. Si el Ministerio recién creado con ese mismo nombre, está dirigido por una persona similar, el resultado será parecido”.

A pesar de estas prácticas absolutamente horribles, llevadas a cabo por su propio “gobierno”, “tengo que decir que a nivel personal y subnacional, los jefes de departamento más educados fueron relativamente flexibles, ya que entendieron los beneficios de los programas de la UNICEF para los niños y las mujeres de Afganistán”.

“Con el paso del tiempo, uno de los líderes talibanes más despiadados y acérrimos, el entonces ministro de Sanidad, llegó a un entendimiento conmigo, en relación con la aplicación de los programas de la UNICEF, ya que podía ver los beneficios de esos programas”, afirma.

Así pues, añade, “diría que, aunque la ‘política’ puede ser una cosa, las prácticas pueden variar dependiendo del lugar y del talibán en cuestión”.

Sobre la existencia de otras funcionarias en las agencias de la ONU que trabajaban en Afganistán, Wijeyesekera dice que había más mujeres al frente de otras agencias, como la jefa de la OCHA, tanto en Yalalabad como en Kabul. En Yalalabad, añade, también la jefa de la oficina de la Organización Mundial de la Salud (OMS) era una mujer.

Mientras tanto, la ONU podría seguir enviando mujeres a Afganistán, al menos para cuestionar la validez de las afirmaciones de los talibanes sobre su respeto a los derechos de las mujeres.

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En un seminario celebrado en la ONU el 21 de septiembre, Michelle Bachelet, la alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, afirmó que existían informes creíbles de graves violaciones del derecho internacional humanitario y de los derechos humanos en muchas zonas bajo el control efectivo de los talibanes, como ejecuciones sumarias de civiles, restricciones de los derechos de las mujeres, incluido su derecho a circular libremente y el derecho de las niñas a asistir a la escuela o reclutamiento de niños soldados.

Desde la toma del poder por parte de los talibanes, el 15 de agosto, sus portavoces han hecho varios anuncios de compromisos en materia de derechos humanos. En particular, en una carta dirigida a las Naciones Unidas anunciaron su “compromiso con todos los derechos de las mujeres […], a la luz de la religión y la cultura” y prometieron “adoptar gradualmente medidas concretas con la ayuda de la comunidad internacional”.

Sin embargo, añadió la dos veces expresidenta de Chile (2006-2010 y 2014-2018) y primera directora ejecutiva de ONU Mujeres (2010-2013), las prácticas sobre el terreno han socavado y tristemente contradicho estos compromisos declarados.

“Las mujeres han sido progresivamente excluidas de la esfera pública. En muchas zonas, se les prohíbe aparecer en los espacios públicos sin un tutor masculino. En numerosos sectores profesionales, las mujeres se enfrentan a crecientes restricciones”, afirma.

Hasta la fecha, dijo Bachelet, se ha prohibido a las niñas mayores de 12 años asistir a la escuela. Los estudiantes universitarios están ahora separados según su género en las aulas y las alumnas sólo pueden recibir clases de profesoras, que son muy pocas, lo que socava aún más el acceso de las mujeres a la educación superior.

Subrayó que el Ministerio de Asuntos de la Mujer, que promovió los derechos de la población femenina ha sido desmantelado, y sus instalaciones han sido ocupadas por el restituido Ministerio para la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio, una oficina exclusivamente masculina que aplicará directrices sobre la vestimenta y el comportamiento adecuados.

Los representantes talibanes han desmantelado muchos Departamentos de Asuntos de la Mujer en todo Afganistán, accediendo a archivos sensibles y amenazando a su personal, y han acusado a las organizaciones de la sociedad civil de mujeres de inmoralidad y de difundir ideas ‘antiislámicas’, dijo Bachelet.

“Las mujeres y las niñas afganas representan la mitad de la población. Será una ventaja para Afganistán que se utilicen los talentos y las capacidades de sus mujeres, para contribuir al Afganistán del futuro”, sentenció la máxima responsable sobre derechos humanos de la ONU.

Thalif Deen/Inter Press Service (IPS)

*Visite esta noticia en: Cuando los ministros talibanes evitaban el contacto visual con altas funcionarias de la ONU