Son muchas las violencias que sufren los mexicanos: la violencia de la pobreza, del desempleo, del hambre, de la pavorosa inseguridad que ha convertido al país en un cementerio de fosas comunes, cárceles (en lugar de escuelas) y exiliados dentro y fuera del territorio; porque las delincuencias ya se apoderaron del territorio, dispersas como enclaves “neoguerrilleras” para, en plena rebelión al gobierno y al Estado con sus poderes paramilitares y económicos, disputar a sangre y fuego el control de la sociedad por medio del terror y los homicidios.
Y para combatir a esos modernos cárteles criminales, las fuerzas militares, policiacas y marinas, con la intervención clandestina de las estadunidenses DEA (Agencia Antidrogas), FBI (Oficina Federal de Investigación) y CIA (Agencia Central de Inteligencia), escenifican una guerra al estilo del Leviatán de Thomas Hobbes, es decir, de todos contra todos, con el resultado de 100 mil asesinados, en cifras oficiales, de todos los bandos y cientos de miles de encarcelados; además hay huérfanos, viudas, desplazados y perseguidos, a causa de esos males que tienen a la nación en el terror colectivo y la desesperación angustiosa de no saber qué hacer.
El mal gobierno del Partido Acción Nacional (PAN) calderonista, con el peor presidente que hemos tenido y uno más del montón que han hundido al país, es el responsable de las crisis política, económica y social, al que el Congreso y el peñismo –si quiere recobrar algo de legitimidad– deben someter a juicio político para que se defienda y responda de sus actos, omisiones y corrupción, junto con sus cómplices como funcionarios y servidores públicos, con la colaboración saqueadora de Televisa, Tv Azteca, empresarios y banqueros que han pescado en el río revuelto del baño de sangre, que no para.
Es en ese contexto en el que los trabajadores del periodismo y principalmente los reporteros son víctimas de la ingobernabilidad federal de Calderón y en las entidades con los desgobernadores buenos para el pillaje, pero indiferentes ante las embestidas del narcotráfico hacia los periodistas. Prepotentes, los matones de las delincuencias obligan a reporteros al exilio. Muchos se han ido más allá de la frontera Norte. La mayoría peregrina dentro de nuestro territorio, tratando de escapar de los sicarios… Y de más de un funcionario.
Laura Castellanos con su labor gráfica Yadin Xolalpa (El Universal, 18 y 19 de septiembre de 2012) y dos reportajes dramáticos nos hacen la crónica: DF, refugio de exiliados. Periodistas huyen por amenazas. Nos cuenta cómo, sobre todo reporteros que son los ojos y oídos de los medios de comunicación, casi muertos en vida, se van de sus lugares de origen y trabajo; y con sus familias prefieren sobrevivir en la capital del país en situación de miseria, a estar en Veracruz, Morelos, Sinaloa, Nuevo León, Coahuila, Chihuahua, Durango, Tamaulipas, Guerrero, Estado de México, Zacatecas, Oaxaca.
Y se autoexilian en Jalisco, Sonora, San Luis Potosí, Chiapas. Pues más de la mitad del territorio está en manos de los delincuentes que actúan como “neoguerrillas” para distraer a los militares, marinos y policías y a los que llegan a corromper, de tal manera que la inseguridad se convierte en ingobernabilidad, las instituciones cesan de funcionar, acotando al Estado e interrumpiendo la vigencia de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, dejando en total indefensión a los nacionales y extranjeros, entre ellos a los periodistas. Y no hay más que desterrarse en otros lugares, esperando que los tentáculos criminales no los alcancen. Se han dado casos de que sí. No hay un lugar seguro en nuestra desgarrada República, porque las elecciones son esperadas como un cártel delincuencial.
Desterrados, pues, en su propio país, sin amparo, son reporteros que ya no pudieron concluir su labor. La delincuencia los obligó a emigrar, buscando dónde estar a salvo de los matones que, secundando la petición de Calderón, tampoco quieren que la prensa escrita publique información sobre las actividades del narcotráfico, las ejecuciones, la guerra, los secuestros. Ambos quieren silenciar a los medios de comunicación, y por ello llegan a cometer homicidios en serie, como sucedió en Veracruz. Las entrevistas de los reportajes de Laura Castellanos muestran que los reporteros que salieron de sus domicilios sobreviven en el anonimato, ya que si son localizados por los sicarios serán privados de la vida.
Un analista político escribió que el narcotráfico es la mayor expresión de la criminalidad, es el nuevo “despotismo… Fuerzas explotadoras (matonas), vueltas hacia dentro contra una población sometida. Se mantiene a las masas en estado permanente de subdesarrollo. Son, en su propio país, como los nativos de una colonia explotada” (Hayvey Wheeler, La democracia en una era revolucionaria, Monte Ávila editores). Para colmo, el despotismo panista presidencial. La nación está atrapada en la pinza: delincuentes y mal gobierno. En ella van los reporteros que han de salir en estampida de los municipios donde trabajan, perseguidos por los delincuentes y los políticos-funcionarios, en un territorio donde la inseguridad es el santo y seña.
*Periodista
Fuente: Contralínea 309 / Noviembre 2012