Para el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) no pasó desapercibido el “les guste o no les guste” de Andrés Manuel López Obrador. El presidente de la República habló claro y mandó un mensaje directo a quienes se oponen a los megaproyectos que pretende erigir sobre territorios indígenas.
“Eso quiere decir –interpreta el EZLN– ‘así sea con ustedes vivos o muertos, pero lo vamos a hacer’. Y nosotros los pueblos zapatistas lo tomamos como que está retando, como que está diciendo que él tiene la fuerza y el dinero y a ver quién se opone a su mandato.”
En el comunicado del pasado 31 de diciembre, firmado por el subcomandante insurgente Moisés, los zapatistas responden también claramente al “reto” del presidente: “Sí, estamos dispuestos a desaparecer como propuesta de un nuevo mundo; sí, estamos dispuestos a ser destruidos como organización; sí, estamos dispuestos a ser aniquilados como pueblos originarios de raíz maya; sí, estamos dispuestos a morir como guardianes y guardianas de la Tierra; sí, estamos dispuestos a ser golpeados, encarcelados, desaparecidos, asesinados como individuos e individuas zapatistas”.
Y señalan que defenderán la Madre Tierra con todas las capacidades y recursos del EZLN. Hasta morir, si es preciso.
Para el presidente, al menos en la formalidad, eso no significa nada. Parece decir: ¿Qué capacidades puede tener hoy el movimiento zapatista frente la 4T con sus 30 millones de votos? De hecho, el pasado martes 14 –durante la conferencia mañanera– dijo literalmente: “No hay oposición al Tren Maya”. Aseguró que “nadie” se opone a este megaproyecto, como si no supiera de la posición zapatista y de los pueblos del Congreso Nacional Indígena. O tal vez es una manera de decir: Se oponen ellos, pero son nadie.
Lo cierto es que el EZLN es hoy el movimiento armado más grande de América Latina y la mayor guerrilla que ha visto México desde la Revolución de 1910-1929. Los datos públicos más conservadores del oficialismo señalan que los zapatistas suman 40 mil milicianos. Es decir, la cifra real debe ser varias veces mayor.
Con todo, la fuerza del zapatismo no radica en su número (que sí es considerable). Radica en su exitosa autonomía indígena que ha construido en un vasto territorio y que en los últimos meses rebasó el cerco militar impuesto desde 1995.
También radica en la basta red solidaria que cuenta entre movimientos, organizaciones, colectivos y personas de la izquierda social, aquella que no cabe en el sistema electoral mexicano y que no está representada ni en Morena, el PRD o sus satélites.
Y sobre todo, radica en la organización de los pueblos, tribus y naciones de todo el país que vienen oponiéndose activamente al despojo de territorios: el Congreso Nacional Indígena, una organización creada a convocatoria del propio EZLN y que cumplirá 24 años construyendo, como dicen ellos, “redes de resistencia y rebeldía”.
Se trata de una red tendida por toda la geografía mexicana. De levantarse, podría dislocar al Estado mexicano, aunque no se hable oficialmente de ella y esté ausente de la agenda mediática racista, clasista y más ocupada en la pirotecnia de fifís y conservadores contra chairos y liberales.
Ya en el reportaje “CNI: la rebeldía indígena alcanza 24 estados” (https://bit.ly/373QDXj) dábamos cuenta de la magnitud del movimiento indígena anticapitalista. En el CNI participan 89 tribus, pueblos y naciones, de cientos de comunidades ubicadas en 179 municipios de 24 estados de la República.
Los estados con mayor número de municipios con presencia del Congreso Nacional Indígena son Oaxaca (46); Chiapas (23); Guerrero (16); Veracruz (15) y Puebla (11). Le siguen Yucatán (nueve); Sonora, (ocho) Chihuahua y Estado de México (siete cada entidad); Jalisco (cinco) y Baja California y la Ciudad de México (cuatro cada una). Completan la lista Campeche, San Luis Potosí y Tabasco (tres por entidad); Morelos y Sinaloa (dos) y Colima, Durango, Guanajuato, Hidalgo y Quintana Roo (un municipio por cada estado).
Un listado detallado puede consultarse en el texto citado y en “Cárteles, en guerra contra los pueblos indígenas” (https://bit.ly/2tjYlhG), donde además se señala qué cárteles del narcotráfico realizan labores de contrainsurgencia contra los pueblos originarios.
¿Acaso el presidente no lo sabe? Todo indica que sí, aunque diga que todo el “pueblo bueno” está con él. Como señalábamos en la entrega anterior, no es casualidad que haya decidido recorrer toda la geografía indígena como si anduviera en campaña.
Y es que el EZLN ha devuelto el reto y doblado la apuesta. Lanza dos preguntas. La primera a la 4T: “¿Están dispuestos los malos gobiernos a tratar de destruirnos al costo que sea, a golpearnos, encarcelarnos, desaparecernos y asesinarnos?”
La segunda, está dirigida al CNI-Concejo Indígena de Gobierno y a organizaciones afines, aliadas, adherentes y simpatizantes: “¿A qué están dispuestos, dispuestas y dispuestoas para detener la guerra que hay contra la humanidad, cada quien en su geografía, su calendario y con sus modos?”.
El EZLN ya sabe la respuesta del Estado mexicano. Espera conocer la del Congreso Nacional Indígena. Puede venir en los próximos días. Y no, no es sólo una consigna: los zapatistas no están solos.
Zósimo Camacho
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