El Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) cerró el sexenio de Enrique Peña Nieto con un total de 1 mil 164 “bajas definitivas por renuncia” de 2013 a 2018. El organismo de inteligencia civil del Estado mexicano concluyó también, en diciembre pasado y oficialmente, su existencia.

“Ya no hay Cisen; ya no existe el Cisen”, gusta decir, a la primera oportunidad, el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador. Se ufana con uno de sus “logros” más rápidamente alcanzados. Lo cierto es que está por verse si en efecto el Cisen ha desaparecido o sólo ha cambiado de denominación. Hoy las instalaciones y toda la estructura operacional trabajan bajo el nombre de Centro Nacional de Inteligencia. Incluso mantiene la misma sede, allá por el rumbo de los Dinamos, en Contreras, Ciudad de México.

No se conoce documento alguno de la visión, la misión y los objetivos de la “nueva” institución. Sigue operando bajo los mismos lineamientos del Cisen y, probablemente, con la misma agenda y el mismo personal. El director de este “nuevo” Centro Nacional de Inteligencia es el general de división en situación de retiro Audomaro Martínez Zapata.

Es de destacarse que desde el sexenio de Enrique Peña Nieto se le pidió la renuncia a cientos de integrantes del organismo encargado formalmente de proteger a la nación. Tal institución se encargaba de las directrices de la política de seguridad nacional, mediante la elaboración anual de la Agenda Nacional de Riesgos.

De acuerdo con un documento de este Centro Nacional de Inteligencia –elaborado en respuesta a una solicitud de información presentada por medio de la Ley General de Transparencia y Acceso a la Información Pública–, durante el primer año del sexenio de Peña Nieto a ningún integrante del Cisen le fue requerida su renuncia. Sin embargo, en los siguientes 5, los “renunciados” se contaron por decenas.

En 2014, un total de 171 elementos causaron baja definitiva por renuncia: 16 en enero; 19 en febrero; 14 en marzo; 19 en abril; 18 en mayo; 10 en junio; 16 en julio; 13 en agosto; 10 en septiembre; siete en octubre; uno en noviembre, y 28 en diciembre.

Para 2015, el número de renuncias llegó a 174: 17 en enero; 13 en febrero; 13 en marzo; nueve en abril; 12 en mayo; 17 en junio; 25 en julio; 13 en agosto; siete en septiembre; 21 en octubre; cinco en noviembre y 38 en diciembre.

Durante 2016 la cifra total de renuncias fue de 170: 17 en enero; 13 en febrero; 13 en marzo; nueve en abril; 12 en mayo; 17 en junio; 25 en julio; 13 en agosto; siete en septiembre; cinco en octubre; seis en noviembre, y 33 en diciembre.

Ya en 2017 la cifra de “renuncias” en el Cisen se incrementó a 182: 19 enero; 16 en febrero; 14 en marzo; 14 en abril; 21 en mayo; 15 en junio; 15 en julio; 14 en agosto; ocho en septiembre; seis en octubre; seis en noviembre y 34 en diciembre.

Finalmente en 2018 –durante los últimos 11 meses de la administración pasada– ocurrió el mayor número de despidos (por el tipo de puestos que desempeñan los elementos del Cisen, nunca son “despedidos” sino “invitados a presentar su renuncia”). La cifra llego a 202: enero, 22; febrero sumó 25; marzo, 28; abril, 21; mayo, 18; junio, 23; julio, 14; agosto, seis; septiembre, ocho; octubre, 10, y noviembre –el último mes del peñismo–, 27.

Cabe destacar que el documento no desglosa el primer mes de gobierno de Andrés Manuel López Obrador: diciembre. Pero el número puede inferirse a partir de la diferencia entre el total de servidores públicos del Cisen que renunciaron (1 mil 164) y la suma de quienes lo hicieron hasta noviembre del año pasado: 899. Es decir, entre el 1 de diciembre de 2018 y el 9 de enero de 2019 (fecha de elaboración del documento) renunció un total de 285 elementos.

¿Dónde están ahora esos cientos servidores públicos capacitados en las artes del espionaje, la inteligencia y la seguridad nacional? ¿Espiando por su cuenta, contratándose al mejor postor? ¿Haciendo negocios con la información que poseen? ¿Asesorando a los grandes potentados?

Fragmentos

Fue a promover un megaproyecto en tierras indígenas y campesinas y tuvo que escuchar, por primera vez desde que es presidente, reclamos, críticas y rechiflas. López Obrador decepcionó a muchos de quienes hicieron campaña por él. Otros ya sabían que nada se podía esperar del candidato de la “izquierda” electoral y sólo corroboraron que viene un sexenio tormentoso para los pueblos indígenas. El presidente insiste en que el problema de las comunidades originarias se soluciona repartiendo dinero. Y como no encontró un auditorio a modo que le aplaudiera el anuncio de una consulta al vapor para legitimar la termoeléctrica de Huexca y el Proyecto Integral Morelos, acusó a quienes han sido perseguidos, encarcelados, reprimidos, de ser “ultraconservadores radicales de izquierda”. ¿O sea que para ser de la izquierda oficial hay que renunciar a principios y abrazar los proyectos despojo y disponerse a recibir unas cuantas monedas cada mes? El Congreso Nacional Indígena, a contracorriente, se prepara para defender montes y aguas. Y las mujeres zapatistas han tenido que cancelar el II Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan. Se preparan para hacer frente a lo que consideran los intentos por destruirlas y están resueltas a no bajar la cabeza. En su comunicado de hace unos días señalan: “¿Tú lo crees que cuando vengan las fuerzas de los nuevos malos gobiernos, sus paramilitares, sus guardias nacionales, los vamos a recibir con honores, con agradecimiento, con alegría? No, qué va a ser, les vamos a recibir luchando y a ver si así aprenden lo que son las mujeres zapatistas que no se venden, no se rinden y no claudican…”. Pueden leerse ambos comunicados en: https://bit.ly/2GBMvUe y  https://bit.ly/2GCdqiC… Resuenan las palabras pronunciadas hace casi 13 años por el representante de la comunidad nahua de Ayotitlán, Sierra de Manantlán, Jalisco, ante el paso de la Comisión Sexta del EZLN: “No queremos las migajas ni las limosnas de los poderosos y sus gobiernos, sino que nos quiten el pie de encima”.

Zósimo Camacho

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