La información se ventiló el sábado 4 del pasado noviembre. Peña y sus compañeros de viaje, con su favorito Meade Kuribreña –ya destapado y puesto a las órdenes de los libaneses–; el autodescartado Osorio Chong; Coldwell, de Energía; Guajardo de Economía y quien entonces era director general de Pemex: José Antonio González, festejaron que fue localizado un nuevo yacimiento de petróleo y gas, de la riqueza que López Velarde dijo que nos escrituró el Diablo (con mayúscula, no vaya a ser el Diablo); que ahora es copropiedad del “líder” Deschamps. Y donde se gestó el soborno de 15 millones de dólares por parte de Odebrecht, cuando el amigo de Peña: Lozoya Austin, estuvo efímeramente al frente; poniendo pies en polvorosa (como Videgaray de Hacienda ante la pavorosa deuda de ¡7 billones de pesos!), para, supuestamente, no ser investigado. El asunto es que si durante el próximo año en que Peña todavía está en funciones, no se ha terminado de seguir investigado las huellas odebrechistas que anuncian su destitución, tenemos un año después de que termine su pésima administración; o esperarlo a la salida de Los Pinos, tal y como les pasó a los presidentes de Brasil, Perú y otros países.

Echó, pues, Peña, las campanas a vuelo (recién las echó a duelo por los terremotos), al afirmar que Pemex tiene un nuevo yacimiento como no lo había tenido en los últimos 15 años. Y aunque su explotación ya no la verá, la utilizó para coronar su “reforma energética”, con la que por supuesto nada tiene que ver. “De tal suerte que ésta es una buena noticia. Pemex se vuelve más rico a partir de este descubrimiento” (Roberto Garduño, La Jornada, 4 de noviembre de 2017). Se puso burlón con Osorio, al agradecerle que lo hubiera acompañado (voluntariamente a fuerzas), a su tierra, pues “me dije: así me van a recibir de mejor manera…  así me van a dar entrada al estado de Hidalgo”.

Es claro que salvo cuando la Expropiación de 1938, Pemex ha sido un botín sexenal para enriquecer al grupo presidencial en turno, desde Alemán, Ruiz Cortínez, López Mateos, Díaz Ordaz, Echeverría, López Portillo, De la Madrid, Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña. Y que la riqueza de Pemex ha sido para esos grupos presidenciales. La nación solamente ha recibido miseria, pobreza y migajas. El Diablo repartió esa riqueza entre los corruptos, ladrones, cuyos directores… ¿se salva alguno?, robaron con sus cómplices. Y con todo y lo dudoso de que Meade –Pepe Toño– vaya a ganar las elecciones del 20l8, si así fuera, pondría a un director a modo para que continúe el saqueo; con lo que este nuevo yacimiento será una riqueza para los corruptos. A menos que el pueblo ejecute la segunda expropiación petrolera.

Y es que el vocero de Peña, un tal Eduardo Sánchez salió a dar la cara sobre el “sushi-roll” en que se ha convertido el asunto de Odebrecht. Abogado de profesión, se ha dedicado desde hace varios años a dar los pormenores sobre la información de su jefe Peña, y es fama pública que el personaje en cuestión es concesionario de no pocos establecimientos de comida rápida japonesa. Así que ya dio su versión sobre la compañía constructora a la que desde Calderón se le entregaron jugosos contratos; y que según su dicho (de la empresa, por supuesto), entregó millones de dólares como soborno para pagar favores, supuestamente a quien fue coordinador de la campaña electoral peñista y, luego premiado, con la dirección general de Pemex.

También se dice que hubo otras tres entregas de 1 millón 500 mil dólares, cada una. Y el personaje de toda esa misteriosa trama es Emilio Lozoya Austin, quien provocó el despido del Fiscal Electoral que investigaba la posible “inversión” de Odebrecht a la campaña del 2012 cuando Peña amarró la candidatura con la ayuda de Televisa, de Monex y no pocos gobernadores, entre ellos Javier Duarte, Calderón y Margarita, Fox y, claro, el PRI-PVEM con el Panal de la maestra y dirigente del SNTE que finalmente fue encarcelada porque, cuentan, se puso al “tú por tú” con Peña y en venganza se utilizaron sus delitos para que hasta la fecha y aunque sea en un hospital, tenerla privada de su libertad, humillada en su prepotencia, sus abusos y riqueza durante cuatro sexenios.

Así que primero ante Televisa en el programa de Loret de Mola; donde, además, estuvo la periodista María Scherer y el politólogo Leo Zuckermann –información que llevó a sus páginas El Financiero (7 de noviembre de 20l7)–, el vocero de marras, aseguró que el dinero de Odebrecht no llegó a la campaña de Peña. “Es una acusación infame”, remachó Sánchez y aclaró que la empresa brasileña sí se acercó, recientemente, claro, al gobierno peñista, para negociar impunidad y que su propuesta fue rechazada. El caso es que Raúl Cervantes que llevaba la averiguación penal optó por renunciar y Peña nombró al subprocurador: Alberto Elías, para continuar la investigación y será quien haga la denuncia de los beneficiados por Odebrecht. Está, incluso, el pago con exceso a la empresa por parte de Pemex, como otra averiguación de la Función Pública. Empero, todo es un enredo muy parecido al sushi que en sus restaurantes sirve el tal Sánchez; quedando claro que se está haciendo tiempo para alargar la investigación.

Para hacer más creíble su aseveración, Sánchez echó pestes contra Ricardo Anaya por culpar al peñismo de haber filtrado la información sobre la riqueza del presidente del PAN. Pero esta comedia sigue en más de lo mismo: nadie supo nadie sabe a dónde fue a parar el soborno de Odebrecht y, dicen, la investigación de la descabezada PGR va para largo. No es como la comida rápida de los restaurantes de Sánchez y debemos esperar para saber la verdad del misterioso soborno que –aseguran– no fue para financiar la campaña electoral de Peña; que Lozoya alega no haber recibido ni un dólar. Y que los brasileños quieren impunidad para no ser investigados con sus cómplices. Total, el cuento de siempre: hay corrupción, pero no hay corruptos.

Álvaro Cepeda Neri

[BLOQUE: OPINIÓN][SECCIÓN: CONTRAPODER]

 

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