El mapa económico mundial se transforma y, con ello, las instituciones financieras y económicas internacionales se reestructuran. Estados Unidos podría dejar de ser el mandamás en el Fondo Monetario Internacional. A pesar de su influencia política, su debilidad económica le resta porcentaje de votos en la Junta del organismo multilateral
Santiago Brugal Almanza / Prensa Latina
Estados Unidos sufrió la primera derrota en su “guerra cambiaria” contra el mundo, provocada por la devaluación del dólar, y los países emergentes obtuvieron una victoria al aumentar su participación en la junta del Fondo Monetario Internacional (FMI).
El comunicado final del G20 rechazó “la devaluación competitiva de las divisas”. Afirmó que “la recuperación de la economía global continúa, aunque de manera frágil e irregular”, y apoyó un “sistema de tipos de cambio determinado por el mercado, que refleje los fundamentos económicos subyacentes”.
El texto aludió de esa manera a los intentos estadunidenses de evadir su responsabilidad por la baja artificial del valor del dólar.
Como ya se preveía, por declaraciones de los participantes antes de la reunión de ministros de finanzas celebrada en Corea del Sur, en reacción a una carta que les envió el secretario del Tesoro estadunidense, Timothy Geither, tanto las otras naciones desarrolladas como el resto de los participantes se opusieron a sus propuestas.
Geither pidió que los países del G20 se abstuvieran de aplicar políticas cambiarias encaminadas a obtener ventajas competitivas, que los países con monedas devaluadas no deberían tratar de debilitarlas y apuntar a reducir sus actuales balanzas de pagos por debajo de porcentajes específicos de su producto interno bruto (PIB).
“Los países emergentes del G20 con monedas significativamente subvaluadas y reservas preventivas adecuadas necesitan permitir que sus tasas cambiarias se ajusten completamente con el tiempo a niveles consistentes con los fundamentos económicos”, escribió.
La propuesta pretendía establecer una meta del 4 por ciento del PIB para el superávit o déficit de cuenta corriente, en evidente alusión al superávit comercial de China.
China, Rusia, Alemania y Arabia Saudita registran superávits comerciales por encima del límite planteado, mientras que Estados Unidos presenta un déficit de alrededor del 3 por ciento de su PIB.
Además, China, Japón, India, Rusia y Alemania se negaron a discutir metas sobre los superávits y déficits comerciales, así como Estados Unidos fracasó en el intento de que el Grupo cediera a las presiones para discutir la valuación del yuan chino, algo que el banco central de Beijing considera que debe ser gradual.
La mayoría de las naciones está tomando medidas ante el alza de sus monedas frente al dólar, por afectar su competitividad en el comercio internacional y conllevar a una invasión de capitales con el riesgo de crear especulativas burbujas financieras.
El ministro chino de Finanzas, Xie Xuren, exigió que los países ricos apliquen políticas responsables, y el titular alemán de Economía, Rainer Brüderle, dijo que el alivio cuantitativo de la Reserva Federal es equivalente a manipular el tipo de cambio del dólar.
El ministro de finanzas indio, Pranab Mukherjee, manifestó: “Creo que esto tiene que ser analizado desde un punto de vista de los fundamentos. Al ligar de manera artificial los niveles de déficits de cuenta corriente al PIB, se está dando una lectura somera de la realidad. No estoy seguro de que esto vaya a ser apoyado por muchas economías emergentes”.
El ruso Alexei Kudrin criticó a Estados Unidos por presionar a los mercados emergentes para lograr un equilibrio económico global, cuando fueron las políticas laxas de Washington las que generaron masivos flujos de capital hacia las economías en desarrollo, generando presión sobre sus tipos de cambio.
“Creemos que este tipo de políticas no llevarán a nada bueno. Las cosas no se compondrán a menos que Estados Unidos no recorte su déficit de presupuesto y endurezca su política monetaria”, señaló.
El comunicado además expresó su apoyo a “mitigar el riesgo de excesiva volatilidad en los flujos de capital hacia los países emergentes” que se han intensificado con la crisis.
Geither trató de imponer al resto del mundo la acostumbrada política exterior de chantaje, lanzando anteriormente ataques especulativos mediante la devaluación del dólar, más allá de su real valuación, por sus débiles fundamentos económicos y financieros.
Con varios objetivos combinados, la Reserva Federal está lanzando anuncios de que “pronto” se verá en la necesidad de inyectar mayor liquidez a la economía para intentar su recuperación, provocando con estas “intervenciones verbales” diversas reacciones y consecuencias, entre ellas desatar la guerra cambiaria internacional. El texto del comunicado reafirmó su compromiso para colaborar a favor de “un crecimiento fuerte, sostenido y equilibrado”, y observó que el ritmo de la actividad económica sigue siendo “modesto” en muchas economías avanzadas, aunque “fuerte” en muchos mercados emergentes.
Reiteró su apoyo a los planes de consolidación fiscal a medio plazo en las economías avanzadas, “según las circunstancias nacionales”, y a una política monetaria “apropiada para conseguir una estabilidad de precios y que contribuya a la recuperación”.
El otro tema importante y en decisión inesperada: el Grupo acordó aumentar el número de miembros en el directorio ejecutivo del FMI, de 24 miembros, y donde Europa cederá dos asientos.
El consejo será elegido en su totalidad en vez de ser nombrado; un 6 por ciento de la capacidad de voto pasará a países que tenían una infrarrepresentación y otro 6 por ciento, a países emergentes dinámicos.
La mayor reforma jamás realizada en el fondo incrementa la influencia de los países emergentes y en desarrollo, hasta ahora “poco representados”, para hacer el organismo “más efectivo, creíble y legitimado y permitir su papel de apoyo al sistema financiero y monetario internacional”.
El anuncio sorprendió, ya que no se esperaba hasta la próxima cumbre del G20, que iba a tener lugar el mes próximo también en Corea del Sur.
Hace un año, ya acordó otorgar 5 por ciento de los derechos de votación a países en desarrollo, cuya escasa influencia distaba mucho de equipararse a su impacto real en la economía mundial.
Hasta el acuerdo, los 27 Estados miembros de la Unión Europea gozaban del 32 por ciento de los derechos de voto; Estados Unidos, de un 17 por ciento; China, poco menos del 4 por ciento de los votos; Rusia el 2.49 por ciento; India un 2.44 por ciento; Brasil, 1.78 por ciento; y Corea del Sur, el 1.41 por ciento.
La cuota de Alemania en el FMI pasará de 6.1 a 5.6 por ciento; la de Reino Unido será de 4.5 por ciento, y la de Francia, de 3.98 por ciento (ambas ahora ligeramente por debajo de 5 por ciento).
Las 10 mayores representaciones de voto recaerán en seis de los países tradicionales del G7 (grupo de países más industrializados) y en los cuatro que forman el BRIC (Brasil, Rusia, India y China).
China será el país más beneficiado por las reformas –el tercer mayor miembro–, sólo por detrás de Estados Unidos y Japón.
Los resultados de esta reunión de ministros de finanzas del G20, preparatoria de la cumbre de noviembre, ponen de manifiesto los cambios estructurales y económico-geopolíticos globales que ocurren, y se calcula que el fracaso de Estados Unidos terminará por golpear al dólar.