La Amazonia seca y el sur anegado, la tragedia climática en Brasil

La Amazonia seca y el sur anegado, la tragedia climática en Brasil

Como consecuencias del cambio climático, lluvias torrenciales dejaron 50 personas fallecidas en el estado de Río Grande del Sur
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Como consecuencias del cambio climático, lluvias torrenciales dejaron 50 personas fallecidas en el estado de Río Grande del Sur, mientras la región de la Amazonia enfrenta la mayor sequía de su historia

Río de Janeiro, Brasil. Una mujer anciana se abrazó a un poste de energía para evitar ser arrastrada por la torrente. Así se mantuvo durante cinco horas. A ella, se sumaron dos hombres. Al final, los tres fueron socorridos.

Esa tenacidad de sus vecinos por sobrevivir ante la furia de las aguas es la imagen que Luciano Moresco recuerda. El caudal del río Taquari creció con violencia e inundó algunos barrios de su ciudad, Encantado, de 23 mil habitantes, en el sur de Brasil. Estos hechos sucedieron el pasado 5 de septiembre y los días siguientes.

“Sin los héroes anónimos que arriesgaron sus vidas socorriendo gente refugiada en los árboles o techos con sus canoas y otros medios, habría muchos más muertos”, evaluó el abogado y presidente del Consejo de Desarrollo del Valle del Taquari en una entrevista telefónica con IPS.

En septiembre, lluvias torrenciales azotaron el estado de Río Grande del Sur. Dejaron 50 muertos y ocho desaparecidos, según datos del sistema de defensa civil. De este total, 43 perecieron en la cuenca del río Taquari.

Fue la peor inundación en la Historia, aseguró Moresco –de 50 años– con base en la buena memoria de su madre –de 84 años–. Hubo una gran crecida en 1941 y otras desde entonces. Sin embargo, “nunca alcanzó el techo de la casa de mi madre como ahora”.

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En la Amazonia, sequía

Mientras en la Amazonia se vive una sequía dramática en el otro extremo de Brasil. Provoca mortandad de peces y delfines, falta de agua potable en muchos poblaciones y el paro forzado de grandes embarcaciones.

“Acá en la cuenca del río Juruá no está tan grave hasta ahora, las embarcaciones de hasta 50 toneladas logran navegar sin atascarse, pero tememos un agravamiento en octubre”, apuntó el líder comunitario de 55 años y funcionario del estatal Instituto Chico Mendes de Conservación de la Biodiversidad (ICMBio), Manoel Cunha.

La sequía está peor en el río Solimões que es como los brasileños llaman al río Amazonas desde la frontera con Perú en el noroeste hasta su confluencia con el río Negro.

La brusca reducción del caudal del Solimões dejó muchos pueblos aislados, casas flotantes en el suelo y una masiva mortandad de la fauna fluvial.

“Es alarmante la frecuencia con que pasaron a alternarse sequías e inundaciones en el Amazonas en este siglo”, señaló Cunha, quien vive en Carauari. Ésta es una ciudad de 29 mil habitantes en la orilla del río Juruá, uno de los grandes afluentes del Solimões, el cual nace en los Andes peruanos.

“El punto de partida para la secuencia más a menudo de esos eventos extremos es la sequía de 2005”, reconoció Cunha a IPS por teléfono. Desde entonces, se repite aproximadamente cada cinco años.

Esa rápida repetición afecta la biodiversidad. Situación que se constata en la pesca, la cual es la principal fuente de alimento e ingresos de la población local. “El sistema ambiental y las personas no logran adaptarse a esa escalada de alteraciones climáticas”.

La sequía de 2020 impidió que los ríos pudieran llenar las lagunas donde se reproducen los peces. Ello, provocó una caída de la pesca y por ende una “crisis alimentaria” en Carauarí. El pescado duplicó su precio.

Más grave es que, antes de recuperarse la fauna acuática, empezó otra sequía. Volverá a diezmar la cantidad de peces con pérdidas que se prolongarán y recrudecerán en los próximos años, lamentó Cunha.

Daños también por las inundaciones

De igual manera, las lluvias excesivas afectan las economías locales de la norteña región de la Amazonia. En 2021, las inundaciones duraron siete meses. Fue un exceso en relación al usual de cuatro o cinco meses como máximo. En consecuencia, “mi hermano perdió 70 seringueiras o árboles de caucho”, comentó Cunha.

Éste es el árbol que produce el látex del caucho natural. Tiene el nombre científico de Hevea Brasiliensis y muere o deja de producir látex si se llena de agua por demasiado tiempo.

El agua confirma su rol de avanzada del cambio climático en Brasil y el mundo. Es un factor de movilización al golpear a las sociedades de los territorios afectados.

Las sequías en la Amazonia es un contrasentido en el más grande bioma forestal húmedo del planeta, científicamente reconocido como una bomba biológica que produce y transporta las lluvias que abastecen buena parte de Sudamérica, especialmente su agricultura más productiva.

El fenómeno de El Niño –cuyo efecto es recalentar las aguas del Pacífico– es el factor que está detrás de la nueva sequía amazónica y el diluvio en el sur de Brasil. Acelera el círculo vicioso de la crisis climática que contribuye a la deforestación amazónica y ayuda a deteriorar el clima planetario.

Se prevén nuevas lluvias torrenciales en Río Grande del Sur en los próximos meses. El Consejo de Desarrollo del Valle del Taquari aprobó medidas, a fin de dar prioridad a la defensa civil para prevenir nuevos desastres humanitarios, según informó su presidente, Moresco.

El estado meridional creó 28 de esos consejos territoriales. Son compuestos por representantes de la sociedad y de los gobiernos locales. Juntos deciden donde invertir un pequeño presupuesto puesto a su disposición.

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Riesgo topográfico

Las inundaciones en el valle del Taquari fueron brutales. Se trata de un río que nace en las montañas cercanas a más de 1 mil 200 metros de altitud. Las ciudades más afectada por los torrentes tienen altitudes de entre 58 y 77 metros sobre el nivel del mar. En otras palabras, el cauce fluvial presenta un declive de más de 1 mil metros en una extensión de cerca de 300 kilómetros. Esto impulsa las aguas a una velocidad letal.

Pese a esa peligrosa topografía, no hubo avisos adecuados para que la población se preparara por la especie de tsunami que golpeó las ciudades del valle. Esto, a pesar de que los servicios meteorológicos habían anunciado lluvias intensas y un extraordinario ciclón, según Moresco.

El desastre desnudó la necesidad de fortalecer la defensa civil y el sistema de alerta. Estas medidas ya eran evidentes por las tragedias ocurridas en los últimos años en muchas partes de Brasil y del mundo.

Las lluvias llegaron con un ciclón extratropical. El 4 y 5 de septiembre, azotaron el este del estado de Río Grande del Sur con fuertes vientos. Las aguas siguieron cayendo en casi todo el estado, a punto de inundar también parte de su capital, Porto Alegre. En esta ciudad habitan 1 millón 300 mil personas. Las inundaciones afectaron a 402 mil personas y más de 22 mil tuvieron que ser evacuadas.

El Niño suele provocar lluvias intensas en el sur y sequías en el norte y nordeste de Brasil. El calentamiento de las aguas del océano Atlántico –el único con que el país tiene costa– aumentó sus efectos climáticos.

Río Grande del Sur –así como los dos otros estados brasileños de la región del Sur– acaba de sufrir tres años de sequías. Esto intensifica la impresión de que los eventos climáticos extremos aceleraron su ritmo en el país más poblado y con más territorio de América Latina, con 203 millones de habitantes y más de 8.5 millones de kilómetros cuadrados.

Mario Osava/Inter Press Service (IPS)*

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