Mientras que el contexto actual cambia a un mundo multipolar, y Estados Unidos y Occidente tratan de contrarrestar esta dinámica, la ONU no cumple con su papel fundamental de resolver los grandes problemas de la humanidad
Caracas, Venezuela. Mi artículo de la semana pasada La ONU debe desaparecer despertó comezón entre algunos lectores. Me escribieron para manifestar estupor, hacerme saber sus opiniones, exponer críticas y preguntarme si eso era posible y cómo debería hacerse.
Recordé que, hace unos meses en una reunión, una veterana diplomática venezolana jubilada –apelando a sus muchos años de servicio y experiencia ante un planteamiento similar de mi parte– me llamó a la cordura y a entender que “las cosas no funcionaban así”.
Ella –que en general ostenta un discurso bastante radical– se rendía ante la tradición y a una práctica que ahora resulta obsoleta. Sobre todo, porque hoy la Organización de las Naciones Unidas (ONU) está incapacitada para resolver los grandes problemas de la humanidad.
En este marco, quisiera –haciendo una interpretación propia– exponer un artículo escrito por el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, el pasado 10 de octubre de 2023, publicado en la página oficial. El texto es bastante extenso. Voy a hacer un esfuerzo de resumirlo, incorporando lo que, a mi juicio, son los aspectos más resaltantes. Cualquier error o falla es de mi entera responsabilidad.
Según el canciller ruso, el planeta está experimentando cambios “fundamentales y tectónicos”. Están haciendo surgir un nuevo mundo multipolar más justo. De esa manera se refleja la diversidad cultural y civilizatoria de la Tierra. Así, la mayoría –85 por ciento del planeta– aboga por una distribución más equitativa de los bienes, por el respeto a la diversidad civilizatoria y por la democratización de la vida internacional.
Este es el contexto, en cual Lavrov explica el rechazo de Occidente a los principios fundacionales de la ONU. Para ello, hace un análisis histórico desde finales de la guerra fría. A su vez, expone los acuerdos tomados para evitar la expansión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
En el periodo 2021-2022, Rusia elaboró una propuesta que fue entregada a Occidente para que se establecieran garantías mutuas de seguridad, pero fueron silenciadas y rechazadas. Con la militarización de Ucrania, la OTAN pretendió extender su área de influencia hacia el este. E, incluso, se dio a la tarea de crear alianzas agresivas en el Asia-Pacífico, apremiando y provocando a China, a Rusia y a la Asociación de Naciones del Sureste de Asia (ASEAN).
Pareciera que la política de Estados Unidos está encaminada a extender la doctrina Monroe al mundo. De esa manera, trata de determinar cuál debería ser la política exterior de los países. La violación de la Carta de la ONU se está transformando en una constante.
Se quiere mostrar a la expansión de la OTAN como algo beneficioso, y a la extensión de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), como dañino. Estados Unidos pretende erigirse como árbitro del mundo. Se omite el principio fundamental de la Carta de la ONU que dice que la organización “está fundada sobre la base de la igualdad soberana de todos”. Asimismo, se está socavando el principio de no injerencia en los asuntos internos de otros países.
Desde la desintegración de la Unión Soviética (URSS), Estados Unidos quiso subordinar a Ucrania. Hay suficientes pruebas de ello. La injerencia directa de Washington en el derrocamiento del presidente Yanukovich es abierta, pública y conocida.
A partir de ese momento, el país comenzó a vivir una espiral de represión, persecución y asesinato de aquellos que no aceptaron el golpe de Estado de 2014. Se empezaron a aplicar medidas racistas de todo tipo y a violentar las Leyes internacionales.
En ese contexto, se llevó a delante la negociación que concluyó con los Acuerdos de Minsk. Hoy se sabe que sólo fueron un gran engaño por parte de Alemania y Francia. Buscaban ganar tiempo para oxigenar y fortalecer a Ucrania, a fin de prepararla para sus objetivos macabros.
Desde 1997, Rusia –que había hecho todo tipo de esfuerzos para llegar a un acuerdo que aceptara la indivisibilidad de la seguridad– comenzó a percibir, sobre todo desde 2015, que en Ucrania se estaba profundizando una práctica gubernamental de carácter supremacista y neonazi.
En este contexto, Occidente ha manifestado temor de debatir estos temas. Han asumido una posición respecto de Ucrania, pero evitan hablar de Mayotte y Comoras –Francia–, así como de Chagos y Malvinas –Reino Unido–. Yo agregaría que se niegan también a debatir los casos coloniales de Puerto Rico, la República Árabe Saharaui Democrática y Palestina.
El canciller Lavrov opina que el modelo de mundo occidental liberal es intrínseco a un discurso de doble rasero en la política internacional. Cuando el concepto de libre autodeterminación entra en contradicción con los intereses geopolíticos occidentales, éstos lo condenan y castigan a los países con sanciones.
Pero si les “interesa” la autodeterminación, la apoyan como en el caso de Kosovo. Le fue sustraída a Serbia por decisión de la OTAN sin realización de un referéndum de autodeterminación para que el pueblo opinara como si se hizo en Donbass y en Crimea. Ahora, Bruselas pretende imponer su “mediación” entre Azerbaiyán y Armenia, sólo para tratar de desestabilizar la región ubicada también en las fronteras de Rusia.
Pasando a otro tema, pero dando continuidad al análisis, Lavrov dice que Estados Unidos busca impedir la democratización de las relaciones internacionales. Impone sus criterios y viola la ley y los procedimientos. La propia secretaría general de la ONU actúa al margen de la neutralidad a la que está obligada.
En este contexto, menciona el discurso de António Guterres el pasado 29 de marzo, cuando dijo que “…la administración autocrática no garantiza la estabilidad, sino que representa un catalizador del caos y conflictos”, mientras que “las fuertes sociedades democráticas son capaces de autoenmendarse y automejorar, pudiendo estimular los cambios, incluso radicales, sin derramamiento de sangre ni violencia”.
Dice Lavrov que sin querer, Guterres “se acuerda de uno de los ‘cambios’ generados por las aventuras agresivas de las ‘democracias fuertes’ en Yugoslavia, Afganistán, Irak, Libia, Siria y muchos otros países”.
A continuación, señala que en el mismo discurso el secretario general puntualizó que:
“Ellas [las democracias] son centros de extensa cooperación que hunde sus raíces en los principios de la igualdad, la participación y la solidaridad”. Lo curioso es que esta retórica concuerda con cierta argumentación del gobierno de Estados Unidos. Además, es un discurso proselitista que entra “en directa contradicción con el punto 4 del Artículo 1 de la Carta de las Naciones Unidas, donde se recoge la necesidad de que la ONU ‘sirva de centro que armonice los esfuerzos de las naciones por alcanzar estos propósitos comunes’”.
En este marco, el Canciller ruso opina que es necesario revisar las relaciones existentes entre el Consejo de Seguridad (CS) y la Asamblea General (AG) de la ONU. Expone que ha habido un “abuso del derecho a veto” de las potencias occidentales. Explica que Estados Unidos incluso forzó un debate sobre el asunto en la Asamblea General.
Sin embargo, dice que hay muchas resoluciones del CS aprobadas hace bastantes años sin que se hubiera aplicado el veto que no se han cumplido. Lavrov se pregunta por qué la AG no analiza las causas de esta situación, en particular las relacionadas con Palestina, Asia Occidental y el norte de África.
Por otro lado, plantea que debe atenderse el problema de las sanciones. Estados Unidos y sus aliados han establecido sanciones adicionales unilaterales. Son ilegales al decidirse al margen del Consejo de Seguridad. Así, también ocurre que el CS ha decidido sanciones temporales que se han extinguido, pero, como es el caso de Irán, algunas se siguen aplicando.
En la práctica, Occidente decide sus propias normas. El canciller ruso opina que es necesario hacer efectivo el espíritu de multipolaridad “explícito en la carta de la ONU”. Sobre todo, considerando que la mayoría del planeta está a favor de “reforzar su soberanía, defender sus intereses nacionales, sus tradiciones, su cultura y su forma de vivir”. Según él, esto está presente en las recientes cumbres de los BRICS, el Grupo de los 20 (G-20) y la Cumbre de Asia Oriental. Por lo cual, se hace imprescindible reformar cuanto antes los mecanismos de gestión global.
Aquí disiento con el canciller Lavrov porque creo que eso es imposible, habida cuenta que Estados Unidos vetará cualquier reforma de la ONU. Me parece que el camino –aunque largo, tal vez– debería comenzar en construir una organización paralela que, desde mi punto de vista, se está germinando a partir del BRICS.
Para concretar su propuesta de reforma, Lavrov convoca a:
•Ir reconociendo el peso económico y financiero real de los países del Sur Global
•Desbloquear el funcionamiento de los órganos de solución de controversias de la OMC
•Ampliar los miembros con poder de veto en el CS
•Abordar métodos más justos en la “formación de la secretaría de la ONU”
•Revisar las responsabilidades de los países anfitriones de las sedes de la ONU
Claro, esto es posible si Estados Unidos está de acuerdo. Me parece difícil –por no decir imposible– que lo acepte porque cercenaría su hegemonía institucional y jurídica sobre el mundo.
Finalmente, el artículo plantea que la aplicación de estas propuestas permitiría avanzar en la solidificación de la supremacía del Derecho Internacional, al aprovechar las potencialidades del Sur Global y sus asociaciones, en primer lugar de los BRICS.
Y también de más instancias como la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), la Liga Árabe, la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental (ASEAN), la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), la Unión Económica Euroasiática (UEEA), la Comunidad de Estados Independientes (CEI) y la Iniciativa del Cinturón y la Ruta de la Seda, entre otros.
Se podría utilizar al máximo las potencialidades de estas agrupaciones. Algunas de ellas están coadyuvando a construir una gran asociación euro-asiática que –desde mi punto de vista– es el espacio donde va a nacer y el eje sobre el cual va a girar el mundo nuevo.
Esta dinámica está tratando de ser contrarrestada por Estados Unidos y por Occidente en general, toda vez que su objetivo es sostener su dominación: mantener un mundo fragmentado.
Al respecto, el presidente de Rusia, Vladímir Putin –con el objetivo de reforzar el Derecho Internacional sobre la base de la Carta de la ONU– expuso seis principios para la formación de una auténtica multipolaridad.
Son: apertura y relaciones sin barreras que obstaculizan la comunicación en el mundo, respeto de la diversidad como fundamento del desarrollo conjunto, máxima representación en las estructuras de la gestión global, seguridad universal basada en el equilibrio de intereses de todos, acceso justo a los bienes del desarrollo, paridad para todos y renuncia a la dictadura “¡de los ricos o los fuertes!”.
Finaliza el canciller Lavrov afirmando que la humanidad debe superar la unipolaridad. Existe una responsabilidad colectiva para lograr ese objetivo y asegura que “Rusia, junto con los países que comparten su postura, está dispuesta a coadyuvar plenamente a su puesta en práctica”.