El innovador jurista y maestro de la teoría política Hans Kelsen es hasta hoy el teórico inigualable de la democracia representativa, sobre todo de la democracia parlamentaria, y creador del Tribunal Constitucional; quien en su memorable y perdurable ensayo Esencia y valor de la democracia postuló: “sólo por ofuscación o dolo [obviamente autocráticos] puede sostenerse la posibilidad de la democracia sin partidos políticos. La democracia, necesaria e inevitablemente requiere un Estado de partidos”. A propósito de democracia parlamentaria, a los mexicanos nos urge implantarla para tener un jefe de gobierno diferente del jefe de Estado; sensu contrario al actual y decadente presidencialismo que ya no funciona por la persistente elevación a ese cargo de individuos incompetentes e incapaces por la falta de aprendizaje político; émulos de un cesarismo a la César Borgia, que viene desde que Julio César, traicionando la República, se erige en emperador.
A Kelsen deberían recurrir para su formación los políticos, los estudiosos de la teoría y práctica de la política y los periodistas; de quienes Max Weber escribió: “Sólo el periodista es político profesional y sólo la empresa [auténtica] periodística es, en general, una empresa política permanente”, plasmado en su ensayo contra los diletantes –como en nuestro caso, Peña Nieto– El político, que permanece como piedra de toque y punto de partida para el conocimiento de la política democratizadora. Ambos ensayos deberían estar a la mano de los políticos profesionales que no hacen de las elecciones un “botín electoral” propio de los advenedizos. Y del hombre con la ética de la responsabilidad que no busque la salvación de su alma, sino dirigir al Estado, su gobierno y a la sociedad, viviendo principalmente para la política.
Definido el interregno como el tiempo transcurrido cuando el Estado no tiene jefe de gobierno ni jefe de Estado, estén separados o juntos los cargos, tras el asalto del Partido Acción Nacional con Vicente Fox y Felipe Calderón, nuestro Estado empezó con el suicidio de los partidos, que fueron cada vez más corruptos y menos eficaces; además de su obligación de nadar a contracorriente del abstencionismo por la falta de credibilidad de los electores-ciudadanos; y que durante ese lapso, carecieron de conductores de un Estado que se volvió más centralista, acosado por la impunidad, corrupción y abusos de sus funcionarios contra la sociedad, ejerciendo un gobierno de botín desde las presidencias municipales, las gubernaturas y la misma Presidencia antirrepublicana, que se dejó chantajear por las delincuencias a cambio de mutuos favores en el marco de la inseguridad que aterra a los mexicanos; añadiendo, además, el sutil golpismo militar que no ha resuelto el problema de la inseguridad sangrienta que llegó al clímax con el destino incierto de los 43 estudiantes de Ayotzinapa y el fusilamiento de 22 supuestos delincuentes por soldados, que lo mismo que marinos, asesinan a la par de los sicarios del narcotráfico.
Peña Nieto al menos debió haber leído su tesis para obtener la licenciatura en derecho (natural o jusnaturalismo) en la Universidad Panamericana del Opus Dei. Fue un trabajo sobre la presidencia de Álvaro Obregón (1920-1924). Pero nada aprendió. Lo prueban sus 2 años de fracasos; así como el Pacto por México que desmanteló a los partidos y sus cambios constitucionales que violaron los principios conquistados por la Revolución de 1910-1917 y que han sido un fracaso. No son eficaces. Y todo por negarse a las consultas populares, que además de la democracia representativa, auxilian a la democracia directa.
Los partidos políticos ya no tienen credibilidad, y 2018 está en la incertidumbre, porque los ciudadanos que decidan postularse sin partido para los cargos de representación, incluyendo la Presidencia de la República, pueden ser el viraje político. La nación está harta de las mujeres y hombres postulados por los nueve partidos existentes. Nuestro Estado es un Estado sin partidos y sin políticos. Hay puro cesarismo, y en lugar de políticos hay rateros, asesinos y delincuentes dentro y fuera de los gobiernos. “Es la política del cesarismo plebiscitario” en cada elección manipulada, que ha convertido al Congreso de la Unión “en borregos votantes perfectamente disciplinados”, que a su vez ha creado el “reino de las camarillas” para encaramar a los César Borgia como Gustavo Díaz Ordaz y Carlos Salinas, estúpidos como Ernesto Zedillo e imbéciles como Vicente Fox y Felipe Calderón.
…Y a quien con anticipación se vio que no era político, sino un diletante, un asaltante del poder promovido por Televisa, la mafia de Atlacomulco y los desgobernadores del Partido Acción Nacional, Partido Revolucionario Institucional y Partido de la Revolución Democrática, que integraron el Pacto por México para avalar la consagración del neoliberalismo económico pasando por encima de la soberanía nacional, que negó al pueblo el derecho a ser consultado. Somos un Estado sin partidos, sin poderes (ni Judicial, ni Legislativo ni Ejecutivo). Del gobierno de las leyes estamos ya en el gobierno de los hombres. Por “Estado se entiende al soberano [al presidente] y así la expresión simbólica es la frase: ?El Estado soy yo’”.
Esta nota está escrita hilando los entrecomillados con el pensamiento democrático y republicano de Hans Kelsen y Max Weber.
Álvaro Cepeda Neri*
*Periodista
Contralínea 419 / del 12 al 18 de Enero de 2015