Agonizan revistas y periódicos, mientras otros cancelan su presencia en municipios de las 31 entidades del federalismo, agobiado por el ineficaz militarismo y las inútiles policías (donde sus elementos han sido cooptados, directamente como sicarios, e indirectamente, como espías al interior de las instituciones doblegadas por el mal gobierno calderonista). Ha comentado el inquilino de Los Pinos que ni a él ni a sus empleados de alto rango les importa lo que de ellos, en información y crítica, se diga, ya que están blindados por la impunidad presidencial. Y que para deshacerse de los medios de comunicación hostiles, por su insistencia en ejercer las libertades constitucionales –duramente conquistadas a la par desde las revoluciones de Independencia, la gloriosa de Ayutla y la del alzamiento contra el antiguo régimen porfirista–, nada como prohibir darles publicidad. A esa inquisición administrativa, gustosos se han sumado los desgobernadores.
Más de 100 periódicos han cerrado. Otros reducen gastos al despedir periodistas, liquidando trabajadores y suspendiendo colaboraciones. Las revistas sufren más el impacto del autoritarismo calderonista y del panismo. Deshaciéndose de periódicos y revistas, abusan más del poder. Los piratas de la nave estatal hacen de los dineros del pueblo un botín. Y cuando esas embestidas no son suficientes, los calderonistas aplauden las agresiones y homicidios (han sido asesinados 61 periodistas) y no mueven un dedo en la Procuraduría General de la República, de Medina Mora a Chávez (y sus cómplices Juan de Dios Castro y Orellana Wiarco), para investigar esos delitos.
La Revista Mexicana de Comunicación –que publica la Fundación Manuel Buendía, AC; con 26 años de vida y 119 números– está por ahogarse en esa canallada del calderonismo. Por esto, ha hecho un llamado urgente (El Financiero, 5 de febrero de 2010) a sus lectores, para que la salven de morir. Es una revista necesaria que ha “centrado sus tareas en la defensa de las libertades informativas, la formación profesional, el estudio de los medios de comunicación y el estímulo a la ética y la deontología periodísticas”. El calderonismo y sus seguidores –en medio del golpe de Estado disfrazado de exclusivo combate a sangre y fuego al narcotráfico–, mientras no se cierra el lavado de sus multimillonarias cuentas en la banca nativa y paraísos fiscales, sí baten palmas por la extinción de periódicos y revistas, asfixiándolos con la prohibición expresa de Calderón, que ejecutan Max Cortázar y sus directores de Comunicación, de anular toda publicidad. Y que acatan los empresarios para quedar bien con quien dictó la perversa medida.
En general, los medios de información han sido embestidos por la intolerancia política, antidemocrática y ferozmente antirrepublicana de Calderón-Cortázar y sus serviles empleados que, como un botín, se gastan millonarios presupuestos en publicidad y sobornos, más lo que para sí mismos se quedan (como en Pronósticos Deportivos de Blanco Tatto y en la Secretaría de Salud de Córdova y Olmos Tomasini, según puntualiza Laura Islas (Etcétera, diciembre 2009 y enero 2010).
Quienes más han padecido estas agresiones son los medios que ejercen las libertades de prensa a plenitud. Entre ellos, está la Fundación Manuel Buendía y su Revista Mexicana de Comunicación, que ha lanzado su petición de auxilio para no desaparecer por falta de publicidad, el método calderonista para liquidar la libertad de expresión.