La devaluación en la moneda de un país conduce a comprar más caros los productos del extranjero de los que depende y vender más barata su producción; provoca inflación, abarata la mano de obra, desalienta al mercado interno. Fortalece la economía del país poderoso y debilita la del país débil. Vende más por menos y compra menos por más.
Durante toda una época, el peso valía más que el dólar. México tuvo su moneda fuerte desde la Independencia hasta 1875, en la que pagábamos 97 centavos de peso por dólar. Con el golpe de Estado de Porfirio Díaz comenzaron las devaluaciones, por sus políticas en favor del capital extranjero comenzó devaluando el peso a la par del dólar y así para 1900 había devaluado a 2 pesos 60 centavos por dólar. Ahí empezó la debacle. Al terminar el Maximato de Calles ya estaba a 3.60. Alemán devaluó a 8.50. En el gobierno de Ruiz Cortines se devaluó a 12.50 y así permaneció 22 largos años, cuando había un crecimiento del 6 por ciento anual sin inflación, hasta que por el endeudamiento excesivo de Díaz Ordaz y Echeverría, éste se ató al Fondo Monetario Internacional (FMI) que lo primero que recetó fue la devaluación. El peso cayó en resbaladilla. En los siguientes 6 años se devaluó 646 por ciento y con Miguel de la Madrid 1 mil 430 por ciento. Las políticas del FMI lograron que en 10 años de 12.50 el cayera a 2 mil 300 pesos por dólar y luego de salir Salinas a 6 mil 400. Claro Salinas de Gortari para taparle el ojo al macho le quitó tres ceros al peso en 1993. El neoliberalismo devaluó nuestra moneda, nuestro trabajo y a nuestro país. Zedillo lo dejó en 9.45 pesos por dólar. Con Calderón llegó a 12.95 y Peña Nieto lo dejó en 19.60 devaluando un 52 por ciento., causando gasolinazos, inflación y pérdida del valor adquisitivo, y que los ahorros de la gente se evaporen.
Con la pandemia y sus consecuencias en marzo del año pasado, llegó a 25 pesos por dólar. Hoy se ubica en 21.30, amortiguando la devaluación. De cualquier manera ya hemos aprendido que la salida a nuestros problemas no es la de devaluar “para ser más competitivos”, como dicen los tecnócratas, sino mantener la estabilidad monetaria. La soberanía financiera es clave. Siendo México históricamente el principal productor de plata, se debería establecer el patrón plata y no depender del dólar. Es absurdo que nuestras reservas internacionales que alcanzan 195 mil 518 millones de dólares los tengamos en esa moneda y no en plata.
En gran medida las reservas internacionales del Banco de México se encuentran invertidas en el extranjero, en bonos gubernamentales de las potencias capitalistas y no en el país. El banco central debe cotizar una moneda de plata que sea una moneda que no se devalúe. No debemos depender de las reservas en dólar sino de las reservas de nuestro propio metal. La moneda de plata permitirá un desarrollo autónomo ofreciendo a nuestra población seguridad, estabilidad, soberanía, justicia y prosperidad.
El neoliberalismo le entregó la plata y el oro al extranjero, es hora de que recuperemos lo que nos arrebataron. El 60 por ciento de nuestra plata se la llevan 10 compañías canadienses. Pero deben pertenecer las riquezas a los mexicanos. Sería sano atacar de frente la política devaluatoria que ha hecho daño.
La minería es una actividad estratégica, que puede ayudar al desarrollo del país y a la estabilidad financiera. Hoy es un cáncer para México que se ha apoderado de alrededor de 60 millones de hectáreas.
Felipe Calderón concesionó 35.5 millones de hectáreas. Y existen concesiones de hasta 50 años. Hoy en día se tienen 25 mil 267 concesiones mineras vigentes. En la explotación del oro, el 60 por ciento lo tienen compañías extranjeras y el 40 por ciento corporaciones mexicanas como las de Slim y Bailleres.
Los proyectos mineros en exploración en 2018 eran 77 por ciento canadienses, 10 por ciento de Estados Unidos, 8 por ciento de México y 5 por ciento de otros. Tiene impactos ambientales importantes, pues implican la perforación de cientos de pozos, también llamados barrenos. El PRIAN dejó nuestra minería en manos extranjeras. De los 1 mil 113 proyectos en exploración en 2018, 68 por ciento estaban destinados a buscar minerales preciosos, principalmente oro.
Esto supone un problema ambiental. En la actualidad el 68 por ciento del oro extraído en el país se explota bajo la modalidad a cielo abierto (Pérez-Jiménez 2018). En tan sólo 8 años se duplicó la cantidad total de proyectos mineros en México, que pasó de 667 en 2010 a 1 mil 531 en 2018. Los proyectos en producción se quintuplicaron, pues pasaron de 54 en 2010 a 274 en 2018. La minería en México, desde Salinas de Gortari hasta Peña, ha sido rapaz.
Son corporaciones que acaparan el agua y contaminan aire, suelo y subsuelo. Se apoderan de las tierras de ejidos y comunidades, incumplen los acuerdos con la gente, ocasionan terribles accidentes que matan a los trabajadores y afectan regiones enteras. Actúan con total irresponsabilidad e impunidad y dividen a las comunidades, con violencia y sobornos y a mandar asesinar a los opositores.
Sonora, Durango y Zacatecas concentran 50 por ciento de nuevos proyectos mineros. El 75 por ciento a cielo abierto. Grave panorama, ya que esta técnica de extracción de metales origina gran impacto paisajístico, ambiental, social y cultural.
Es necesario renovar la Ley Minera y la Ley Federal de Responsabilidad Ambiental para que esta actividad se enfoque en beneficio de las comunidades y del desarrollo regional y nacional. Hasta ahora todas las ventajas se les dan a los concesionarios a los que la antigua Ley Minera les da prioridad, y hasta se expropia a los campesinos para entregarles su tierra a las mineras. Por eso es necesario abrogar la Ley Minera y elaborar democráticamente una nueva ley.
La minería es estratégica, y bien puede ayudar al aprovechamiento de las riquezas para la nación y su población; pero en la época neoliberal han llevado al saqueo y el abuso. En necesario cambiar la Ley General de Equilibrio Ecológico y prohibir la minería a cielo abierto (prohibida ya en Estados Unidos, Canadá y Europa) y el uso indebido del cianuro.
Actualmente la minería deforesta millones de hectáreas y pulveriza montañas, millones de toneladas de roca y la desaparición total de bosques, selvas y toda cubierta vegetal. Elimina para siempre hábitats de flora y fauna, incluso endémicas o en peligro de extinción. Durante la actividad minera se generan grandes cantidades de materia fina, “polvillo” tóxico, constituido por metales pesados que son absorbidos por animales y la población, y generan una gran contaminación ambiental y del agua e impactos en la salud. Particularmente nociva es la práctica del fracking y debe hacerse efectiva su prohibición.
Estudiemos a fondo los impactos ambientales y demos un papel muy importante a la comunidad en la toma de decisiones. Y en la limitación de la explotación minera para que esta sea racional y lleve al bienestar general
Es menester ser rigurosos y democráticos en las consultas a los pueblos indígenas y que se involucren en el estudio de los proyectos para decidir conscientemente y penalizar las prácticas de dádivas y sobornos que dividen a las comunidades. Así mismo, impedir el debilitamiento y destrucción de las culturas originarias en las zonas mineras.
Tiene que existir una información transparente, automatizar la información dándole seguimiento vía satélite para conocer la cantidad de minerales que se obtienen y tener un control sobre el mismo. Darle un presupuesto suficiente al Servicio Geológico Mexicano.
Es urgente conocer las hectáreas que son acaparadas y por quién, llevar un registro y control para evitar la contaminación, los abusos, los derrames. Detener el saqueo de nuestras riquezas a cambio de muy reducidos impuestos o de multas ridículas que no detienen a las corporaciones. Mientras haya concesionarios deben sujetarse a pagar derechos, la fiscalización y control de su operación. México debe obtener mayores ingresos e impuestos y que se quede en nuestro país el mineral, tomemos en cuenta que muchos de ellos sean para la industria.
Se necesita un Plan Maestro Nacional para que la toma de decisiones sea democrática y beneficien a las comunidades y la rectoría Estatal para garantizar el buen rumbo de la industria minera para el beneficio nacional y comunitario y para fortalecer nuestras reservas de plata y oro.
Las ganancias por la minería deben beneficiar tanto al desarrollo nacional, a los trabajadores mineros, estabilizar el peso, desarrollar proyectos productivos, y al impulso de la ciencia y la tecnología. Los recursos mineros son importantes para la nueva producción que requiere México. Es irracional que México tenga oro en Reino Unido, 120 toneladas, pero además se compraron a Reino Unido, siendo que aquí se produce oro. Además, se pagan 3 millones de pesos anuales por su custodia.
Es hora de aprovechar nuestras riquezas. En Sonora, tenemos litio tan necesario para la producción de autos eléctricos, medicamentos y otros productos. Actualmente se pretende concesionar su explotación a compañías canadienses y chinas.
La riqueza minera es de México. El principio de propiedad originaria, consagrado en el primer párrafo del Artículo 27 constitucional determina que la propiedad originaria le corresponde a la nación, y que debe dar a la propiedad privada las modalidades que dicte el interés público.
Dada la importancia de la minería, ésta debe ser nacionalizada, eliminando las concesiones en manos extranjeras y a las grandes corporaciones nacionales que han abusado de los trabajadores y del medio ambiente. Y Lograr que la industria respete todas las normas. Y desarrollar la industria minera de forma racional y benéfica, armónica con la naturaleza y canalizar sus ganancias para el bien de la sociedad y el desarrollo económico soberano de México y usar la plata para sostener una moneda fuerte, abandonando nuestra dependencia del dólar.
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Pablo Moctezuma Barragán*
*Doctor en estudios urbanos, politólogo, historiador y militante social