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Educación en recesión mundial

Educación en recesión mundial

En pleno Siglo XXI  millones de seres humanos no tienen  acceso a la educación formal y a integrarse al desarrollo, reconoce la Organización de las Naciones Unidas. Los procesos históricos han marginado a pueblos y culturas que sobreviven por usos y costumbres, aceptan instituciones regionales como Mejoredu en México. Además, expertos en educación cuestionan al fallido modelo económico neoliberal, promotor de la desigualdad, la explotación, la falta de oportunidades de trabajo y desarrollo, y por estar reñido con el medio ambiente, la ética, estética y humanismo

México y el mundo llegaron al Quinto Día Internacional de la Educación –24 de enero– con el imperativo de convertir las políticas educativas en acciones. El contexto es desfavorable: recesión mundial, creciente desigualdad, crisis climática, pandemia y prohibición académica para niñas y mujeres –como ocurre en Afganistán, país a quien se dedica la celebración en este 2023, sostiene la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

En México se arriba con datos alarmantes heredados por el neoliberalismo: 5.7 millones de niñas, niños, adolescentes y jóvenes (NNAJ) de entre 3 y 17 años están fuera de la escuela (nunca han asistido o truncaron sus estudios). Chiapas, Michoacán, Jalisco y Guanajuato, presentan los rezagos más graves en población indígena y no indígena; desafiliación de 308 mil 923 estudiantes de secundaria y 683 mil 544 en el nivel medio superior hasta enero de 2022, sostiene la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (Mejoredu), organismo descentralizado del gobierno federal.

Al ciclo escolar 2018-2019, casi 1 millón de estudiantes ingresaron, pero no lo concluyeron por lo que debe reincorporar al menos a 763 mil 299 NNAJ que se inscribieron en 2019-2020 y no continuaron en el ciclo 2020-2021 por causa de la pandemia de Covid-19. Ello representa un descenso de 2.5 por ciento de la matrícula, especialmente en preescolar y educación media superior.

La herencia del neoliberalismo y los gobiernos de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto –que no invirtieron en infraestructura y mantenimiento de ésta– dejaron como deuda 23 mil 679 escuelas primarias de educación indígena, secundarias, primarias comunitarias y telesecundarias carentes de agua potable y servicios básicos, agrega la dependencia.

Hoy, el desafío es alfabetizar a cerca de 4.5 millones de personas que no saben leer y escribir –la mayoría adultas mayores–; esto representa 4.8 por ciento del total de la población de 15 años y más en el país (Inegi, 2021). Incrementar docentes de especialidades en las escuelas. La existencia de docentes de artes, educación física e idiomas en escuelas.

De igual manera, mejorar la formación continua de docentes. En el país, 18 de cada 100 docentes de educación básica carecen de título de licenciatura. Las entidades federativas que requieren un mayor impulso para que sus docentes se titulen son: Oaxaca, donde se ha titulado 43.5 por ciento; Nuevo León 77.9; Michoacán y Veracruz 79.1 y San Luis Potosí 79 por ciento, sostiene Mejoredu.

FOTO: 123RF

Programas excelentes, freno en aplicación

Adriana Andrade Frich, doctora en ciencias sociales por la Universidad Iberoamericana (UIA) y directora del doctorado en educación en la Universidad Marista de la Ciudad de México (UMA), sostiene que ahora es imprescindible trabajar en “la formación docente, en la formación humanista-ética digital estudiantil, mantener la promoción del desarrollo del pensamiento crítico reflexivo fundamentado que se traduzca en una intervención ciudadana virtuosa, educación para y en el servicio social”.

Además, expone que “los programas pueden decretar principios excelentes, lo que ha frenado su efectividad y eficiencia es la falta de recurso y el acuerdo entre los agentes que intervienen”.

Comenta a Contralínea que la escolarización con un currículo universal que considera la paz y desarrollo como valores deseables, sí juega un papel importante porque abre posibilidad de construir ambiente de paz y desarrollo con el trato respetuoso, cordial, inclusivo, honesto.

Además, hay una mayor demanda de escolaridad para incorporarse al mercado de trabajo, paradójicamente dicha escolaridad pierde méritos para obtener más ingresos. Y en el contexto de la construcción de la paz y el desarrollo: “La escolarización es una variable que propicia el desarrollo de habilidades reflexivas y se pueden desarrollar ambientes de convivencia sana, que propician una energía positiva que puede irradiarse a los hogares; no obstante, la violencia es un fenómeno multifactorial.

La especialista en educación refiere que la marginación de la mujer, los menores de edad, pueblos indios, grupos vulnerables y orientaciones sexuales, supone tener un referente de base, en este caso puede considerarse el marco normativo que históricamente ha ido cobrando importancia el tema de combate a la marginación en distintos ámbitos.

Agrega que para lograr la igualdad de género hay que implementar “una poderosa estrategia de sensibilización por su capacidad de exponer a estudiantes y docentes a diversas situaciones desde la perspectiva de género, es decir abre oportunidad de reflexión, toma de posición y parte de la esperanza en el cambio de conducta que lleve a promover dicha igualdad.

En el plano del deber, reconoce una evolución de la educación contra el machismo, porque se decreta institucionalmente el combate a posturas sexistas; es un tema que se trae al aula, pero las actitudes machistas (tanto de hombres como mujeres) están muy arraigadas que no basta la educación escolar, sino tiene que trascender a los medios, la familia, el trabajo, amistades, entre otras.

Educación como derecho humano

Abigail Huerta Rosas, doctora en ciencias sociales y políticas por la Universidad Iberoamericana, comenta a Contralínea que, “aún estamos muy lejos de ver que la educación formal –básica, media y superior– sea un derecho humano”.

Indica que hablar de educación en los tiempos actuales es versar sobre la inserción de las personas a las diversas instituciones que ofrecen los distintos estados o gobiernos a la población. Es decir, si quisiera acotar que la educación entendida como formación, aprendizaje de la vida, experiencia, crecimiento, la hemos tenido siempre, todos y todas, en todos los tiempos y en todos los grupos sociales.

Indica que ahora la palabra educación irremediablemente remite a la denominada “educación formal”, es decir, institucional. El problema es que, históricamente, a la institución reconocida, avalada, financiada, promovida por los distintos países no han accedido nunca ni todos ni todas.

Actualmente, asegura, recibir o no educación formal es una de las formas en que socialmente se puede estar dentro o estar fuera de todo el orden social, como lo conocemos hoy en día; pertenecer o no pertenecer, casi ser o no ser un humano, tal cual.

La también socióloga por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, expresa que bajo el sistema capitalista, neoliberal, moderno –que se vive sobre todo en las sociedades occidentales– prácticamente sólo se puede acceder a los elementos más básicos de subsistencia (tener comida, alojamiento, acceso a servicios de salud, escuelas, movilidad/transporte) si se ha tenido educación formal. Así, entre mayor cantidad de documentos avalen eso –más niveles, más grados, más años– más acceso a poder subsistir como ser humano.

Indica que la educación formal como un derecho humano, como parte fundamental del bien público, incluso como “responsabilidad colectiva”, forma parte de las exigencias políticas, culturales, morales y sociales de toda sociedad que se autodenomine bajo el adjetivo de “avanzada”, “moderna” e incluyente.

Sin embargo, la realidad es que éstas sociedades sólo son modernas, democráticas, incluyentes en el discurso, pues aunque se establezca que todo ser humano tiene derecho a: educación, salud, vivienda, cultura, vida digna, respeto, desde el momento en que nace, la realidad dista mucho de ello.

Agrega que los grupos que menos acceden a estas instituciones son indígenas, mujeres, hablantes de lenguas originarias, pobres. Por tanto la educación como derecho humano no se cumple: hay exclusión, marginación. Se deja fuera a quienes se considera “inferiores”, incapaces, poco inteligentes o no aptos.

Condena esta prácticas derivadas del discurso biologisista del Siglo XIX, en donde se discutía si una mujer podía pensar igual que un hombre, o un negro o un indio tenína la misma capacidad que un hombre blanco.

La maestra en estudios de la mujer por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) sostiene que en la lógica capitalista neoliberal se apela a la educación de calidad, que es la que se paga, y si se paga más, se considera que es de mayor calidad. “Ahí nos encontramos con otras formas de exclusión social en donde los mismos marginados de ayer siguen siendo los de hoy. Se observa que las distintas instituciones laborales así se mueven, ¿de qué escuela vienes? ¿qué idiomas hablas? ¿qué grados académicos te respaldan? Y esto incide en si te contratan o no, esto incide en qué salario tendrás. Qué decir si eres mujer, bajo de estatura, moreno, de origen indígena o no. Todos y todas sabemos que a la par del tipo de educación  y los años cursados se tiene trabajo o no, se tiene o no un salario que permita vivir”.

Otro problema, indica, es que a la educación se le ve como una formación para el trabajo. La educación entonces está reducida a capacitación, que si bien es importante, limita a los seres humanos, pues no se le ve como una formación integral de valores, ética, moral, autoconocimiento, del medio, de la exacerbación de la crítica, la reflexión, la duda, el placer, el cuerpo a través del arte, la cultura, la ciencia, los aprendizajes de todo tipo, mucho más allá de dominar una técnica o una ciencia.

Señala que del tipo de capacitación que reciba la persona dependerá el tipo de fuerza de trabajo que pueda vender. “Así, [la educación] no es aún un derecho ni bien social al que pueda acceder todo mundo, para nada. Al contrario, pareciera una forma más sofisticada de excluir a los humanos”.

Por ello, considera que falta mucho por hacer para que todos y todas podamos vivir la educación como un derecho y bien social. Y para eso se debe cambiar el sistema.

FOTO: 123RF

Educación e igualdad de género

La doctora Abigail Huerta señala que “el acceso a la educación formal juega un papel fundamental en la denominada igualdad de género; pues cuando hablamos de ésta nos referimos al acceso de hombres y mujeres a las instituciones sobre todo educativas y laborales”.

El hecho de que una mujer ya no se quede en casa aprendiendo a llevar a cabo las tareas de la reproducción diaria (limpiar, cocinar, cuidar, atender a los demás miembros de casa) implica mayor igualdad de género. Algo por lo que los distintos feminismos siempre lucharon fue porque las mujeres pudiésemos acceder a las escuelas, aprender a leer a escribir, a dominar una técnica o una ciencia. Elementos que en muchos países ellas aún lo tienen negado.

En este sentido, la igualdad de género conlleva mayor acceso a las instituciones de educación formal. El hecho de que una mujer pueda acceder a mayores grados educativos no sólo la puede llevar a tener un trabajo remunerado y no depender de un marido, el padre o los hijos, sino también le genera una mentalidad de mayor libertad, fuerza, autoestima y empoderamiento. A mayores niveles educativos, mayor fuerza para decir “no”, para defenderse, para acudir a instancias legales o para sentir que ella puede defender su vida (cuerpo, sexualidad, hijos si los hay, bienes materiales, decisiones, trabajo, formas de vestirse, con quién salir o con quién no).

“Las cifras nos indican que hoy las mujeres acceden a más niveles educativos y por ende laborales, sí, pero si vemos que la equidad de género tendría que ver con acceder, al igual que los hombres a una vida más justa en salarios distribución del trabajo cotidiano, etc.,  aún falta mucho por hacer. Las cifras nos indican que las mujeres cuando se casan y tienen hijos abandonan más la profesión o el trabajo a diferencia de los hombres, y aunque trabajen con hijos y vivan en pareja enfrentan las denominadas dobles jornadas (atender escuela y/o trabajo y el hogar)”, indica la experta.

La doctora Abigail Huerta comenta que estudios arrojan que en 1976 las mujeres dedicaban 18 años al cuidado y crianza de los hijos, mientras en años recientes se dedican 13; es decir, cinco menos. Esto les brinda una mayor posibilidad de trabajar fuera de casa, desempeñar otras actividades e incluso contar con una mejor salud.

Indica que las mujeres en sectores populares y con menor escolaridad son más propensas a ocupar un lugar de subordinación frente a los hombres al momento de formar una pareja. Estas mujeres no sólo tienden a casarse a edades más tempranas, sino también a tener más hijos y a enfrentar violencia o alcoholismo por parte de su compañero. A partir de estos datos podemos aseverar que la educación formal para las mujeres puede traducirse en mayores ventajas de desarrollo individual.

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