El “jefe” de la OTAN y su visión sesgada de la realidad mundial

El “jefe” de la OTAN y su visión sesgada de la realidad mundial

La OTAN ha estado disfrazada de una alianza defensiva, cuando en realidad es una réplica del Eje Berlín-Roma-Tokio en el siglo XXI.
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En el conflicto Rusia-Ucrania, sólo Estados Unidos y la OTAN pueden manejar la narrativa oficial

Connecticut, Estados Unidos. Acusan de ser un “agente del Kremlin”, “cripto-comunista” u otras construcciones verbales por decir que la trágica y fratricida guerra en Ucrania fue provocada por el expansionismo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y que sirve a los intereses de Estados Unidos. Esto es ridículo, pues los propios funcionarios lo admiten. El más pérfido y vocal de ellos es el secretario general de la OTAN, el noruego Jens Stoltenberg.

Durante un discurso ante el Comité de Asuntos Exteriores del Parlamento de la Unión Europea, reconoció que Vladimir Putin tomó la decisión de lanzar su Operación Militar Especial en Ucrania como respuesta al expansionismo de la OTAN. Sus comentarios –publicitados en un inicio por el escritor, cineasta y periodista Thomas Fazi– decían lo siguiente:

“El trasfondo fue que el presidente Putin declaró en el otoño de 20211, y de hecho envió un borrador de tratado que querían que la OTAN firmara, para prometer no más ampliación. Eso fue lo que nos envió. Y era una condición previa para no invadir Ucrania. Por supuesto que no firmamos eso. Sucedió lo contrario. Quería que firmáramos esa promesa, de no ampliar nunca la OTAN. Quería que eliminemos nuestra infraestructura militar en todos los Aliados que se han unido desde 1997, es decir, la mitad de la OTAN, toda Europa Central y del Este, deberíamos eliminar a la OTAN de esa parte de nuestra Alianza, introduciendo algún tipo de clase B o de afiliación de segunda clase. Eso lo rechazamos. Así que –Putin– fue a la guerra para impedir que la OTAN, o más OTAN, se acercara a sus fronteras”.

Stoltenberg hizo estos comentarios como parte de una suerte de jactancia por el hecho de que el presidente ruso ordenó la Operación Militar Especial contra el gobierno de Ucrania para impedir la expansión, pero obtuvo el efecto contrario, pues resultó en que Suecia y Finlandia solicitaron unirse a la alianza. “Demuestra que cuando el presidente Putin invadió un país europeo para impedir más OTAN, está obteniendo exactamente lo contrario”.

Ésta es una rara interpretación de una persona que como secretario general se supone es un estadista. Sin embargo, no entiende el enorme peligro para la paz que estos hechos están provocando2.

La OTAN ha estado disfrazada de una alianza defensiva, cuando en realidad es una réplica del Eje Berlín-Roma-Tokio en el siglo XXI. Entonces contaba con la participación o simpatías de Rumania, Hungría, Finlandia, Bulgaria, los estados títeres de Croacia, Eslovaquia y Manchukuo, los “neutrales” España, Portugal y Turquía y la Francia de Vichy.

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En estos dos mapas se observa la similitud entre las potencias del Eje y la OTAN de hoy. Junto a sus poderosos asociados del Lejano Oriente y Australasia, está dirigida contra los mismos enemigos, Rusia –entonces la Unión Soviética– y China –hoy la República Popular China–.

Los comentarios de Stoltenberg habrían sido clasificados como propaganda rusa por “expertos en desinformación” financiados por plutócratas y “verificadores de datos” imperiales si alguien como usted o yo los hubiera escrito en la red. Sin embargo, se ha permitido que su discurso pase sin objeciones, debido a que provinieron del “jefe” de la OTAN como parte de una tediosa diatriba contra Putin.

En realidad, está afirmando un hecho bien establecido: al contrario de la narrativa oficial occidental, Rusia lanzó su ofensiva contra Ucrania no porque sea malvada u odie la libertad, sino porque ninguna gran potencia permite que se acumulen amenazas militares extranjeras en sus fronteras. Incluyendo, en primerísimo lugar, a Estados Unidos3.

Es por eso que tantos analistas y funcionarios occidentales pasaron años advirtiendo que las acciones de la OTAN iban a provocar una guerra. Y, aun sabiendo, no evitó el tsunami de propaganda en los medios de comunicación que repetía una y otra vez que tal operación militar se trataba de una “injusticia no provocada”.

Habría sido muy fácil evitar esta horrible guerra. Con cumplir los Acuerdos de Minsk alcanzaba. Se cruzó una línea roja tras otra por parte de Ucrania y sus manipuladores. Esto nos llevó a donde estamos ahora. Se desaprovechó una oportunidad tras otra para evitar esta muerte y miseria inútiles, tanto antes de 2014 como en los años posteriores.

Es impresionante que llamen a cualquiera “agente del Kremlin” por decir que esta guerra fue provocada por el expansionismo de la OTAN y que sirve a los intereses de Estados Unidos. El propio “jefe” de la OTAN lo admite, mientras que los funcionarios estadunidenses siguen diciendo que este conflicto sirve a sus intereses.

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Un tuit del líder de la minoría republicana del Senado, Mitch McConnell, dice: “Apoyar a nuestros aliados contra la agresión rusa no es un acto de caridad. De hecho… es una inversión directa para reponer el arsenal de Estados Unidos con armas estadunidenses construidas por trabajadores estadunidenses”.

“Ampliar nuestra base industrial de defensa coloca a Estados Unidos en una posición más fuerte para superar a China”. Cuando los creadores de narrativas oficiales autorizados reconocen estas cuestiones, está bien. Sin embargo cuando los seres humanos normales lo hacemos, es “desinformación del Kremlin”.

Esto sucede mientras que un estudio –patrocinado por la Unión Europea con un grupo financiado por el oligarca estadunidense Pierre Omidyar– circula por medios de comunicación como The Washington Post. Descubre que Twitter –ahora X– no ha estado haciendo lo suficiente para censurar la “propaganda rusa”.

Este hecho pondría a Elon Musk –actual propietario de la red social– en violación de la Ley de Servicios Digitales de la Unión Europea. Ésta exige a las plataformas restringir la publicación de tales materiales.

Como ha señalado el destacado abogado y escritor Glenn Greenwald, la Ley de Servicios Digitales define la “propaganda rusa” de manera tan amplia que incluye el “alineamiento ideológico con el Estado ruso” en la categoría de materiales que deben ser censurados. Ello engloba a las personas que “repiten como un loro las narrativas del Kremlin a través de contenidos originales”, o difunden narrativas alineadas con el Kremlin a diferentes audiencias e idiomas-objetivo.

Cualquiera que hable contra la política exterior de Estados Unidos en relación con Rusia –Cuba, la República Popular China, la República Popular Democrática de Corea, Venezuela, etcétera.– es señado de “repetir como loros las narrativas del Kremlin” o de los “comunistas”. Estas acusaciones son realizadas por apologistas del imperio que regurgitan sin pensar lo que les han dicho que ellos deben creer –como The Washington Post–. Ya sea que tengan algo que ver con el gobierno ruso o no.

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¿Un Quisling del siglo XXI?

Regresando al “jefe” –títere– de la OTAN, Jens Stoltenberg, salta a la vista una comparación con su compatriota Vidkun Quisling. Este último es escarnecido por la Historia por entregar Noruega –junto con sus recursos geográficos y naturales– a los nazis en 1940.

En comparación con otros países, no salió tan mal del lustro de la ocupación nazi –3 mil militares y 6 mil 500 civiles muertos, sus ciudades no sufrieron atroces bombardeos, etcétera.–. Si el irresponsable secretario general de la OTAN lleva a una guerra nuclear con Rusia para servir los intereses del imperialismo de Estados Unidos, no sólo Noruega, sino toda Escandinavia y Europa van a recibir muchos impactos. El mundo entero sufrirá una sexta extinción masiva.

Citando a Marx y Hegel: “La historia ocurre dos veces: la primera vez como tragedia y la segunda como farsa”. En el caso de Vidkun Quisling y Jens Stoltenberg puede que sea en el orden opuesto.

Si fuera el secretario general de la OTAN que se regodea de cómo han fracasado los esfuerzos de Putin para detener la expansión de la organización, estaría bien reconocer que dicha expansión provocó esta guerra después de nuestra negativa a prevenir un conflicto innecesario. Sin embargo, me convierto en un propagandista ruso porque estoy dañando los intereses informativos del imperio occidental en lugar de ayudarlos.

Esto no se debe a que la definición de “propaganda rusa” sea errónea, sino a que está funcionando como se esperaba. La presión para marginarla y eliminarla nunca ha tenido que ver con la lucha contra los materiales reales publicados por Moscú –que no tienen ninguna existencia significativa en el mundo occidental–. El impulso ha consistido en aplastar la oposición a la política exterior estadunidense.

Como tantas otras situaciones en este mundo, cuando se examina el comportamiento del poder se trata de control narrativo. Los poderosos entienden que quienquiera que controle la narrativa dominante sobre los acontecimientos en realidad controla el mundo. El poder real no es sólo dominar lo que sucede, sino también lo que la gente piensa sobre lo que sucede.

Ese es el verdadero pegamento que mantiene unido al imperio centralizado por Estados Unidos. El mundo nunca tendrá la oportunidad de conocer la paz hasta que la gente comience a tomar conciencia de ello.

Notas:

  1. En 2021, ya la guerra en Ucrania llevaba mucho tiempo vagando su “danza macabra”.
  2. Jens Stoltenberg tiene un curriculum vitae de envidia que hace aún más difícil comprender su servilismo supino hacia Estados Unidos y su desenfado con el hecho de que la humanidad esta cada día más en peligro.

Miembro del Partido Laborista Noruego, anteriormente sirvió como el 34º primer ministro de 2000 a 2001, y nuevamente de 2005 a 2013. Graduado en economía de la Universidad de Oslo en 1987.

Durante sus estudios trabajó como periodista y dirigió el ala juvenil laborista de 1985 a 1989. Comenzó su carrera en el gobierno como secretario de estado en el Ministerio de Medio Ambiente en 1990.

Fue elegido miembro del Parlamento en 1993; ministro de Industria y Energía de 1993 a 1996; ministro de Finanzas de 1996 a 1997; primer ministro de 2000 a 2001, y líder del Partido Laborista de 2002 a 2014.

Sirvió como primer ministro por segunda vez de 2005 a 2013. Al año siguiente, fue nombrado decimotercer secretario general de la OTAN. Su mandato fue renovado cuatro veces por los jefes de Estado y de Gobierno de la organización.

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Stoltenberg ha sido descrito como un político cauteloso, perteneciente al ala derecha de la socialdemocracia. Como el segundo funcionario de alto rango con más años de servicio en la OTAN, ha trabajado para expandir la alianza a Europa del Este y fortalecer las capacidades militares de la alianza en respuesta a la guerra ruso-ucraniana. Su mandato coincidió con el mayor aumento en el gasto de defensa de la OTAN desde la Guerra Fría. Si esta es la imagen de la “socialdemocracia” de hoy, que dios nos agarre confesados.

  1. La instalación de misiles soviéticos de alcance medio e intermedio en Cuba estuvo a punto de provocar un cataclismo mundial durante la Crisis de octubre de 1962. En realidad estos misiles estaban bien, pero bien lejos, de los centros neurálgicos de Estados Unidos.

En cambio la frontera noroccidental de Ucrania con Rusia está de Moscú –y las principales áreas industriales y de defensa de ese último país– a una distancia equivalente a la de La Habana a Ciego de Ávila. Con los modernos misiles hipersónicos significa a unos poquísimos minutos de vuelo, con estrecho o ningún margen para ser interceptados.

José R. Oro/Prensa Latina*

*Ingeniero cubano residente en Estados Unidos

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