Históricamente, el Estado de Israel ha violado todo orden jurídico internacional de manera sistemática con el apoyo de Estados Unidos, que en el Consejo de Seguridad de la ONU veta cualquier resolución que contravenga el interés de aquel país. En los últimos meses, hemos atestiguado un crecimiento exponencial de francas y flagrantes violaciones al derecho internacional y al orden jurídico que moldeó al mundo tras la Primera Guerra Mundial, pero, sobre todo, tras la segunda gran conflagración de la historia contemporánea.
Por lo menos tres eventos dan cuenta de lo que busco argumentar aquí: el derecho internacional está herido, no sabemos si de muerte, pero se acerca fatídicamente a los estertores: 1) el 7 de octubre de 2023 comenzó un asalto a la Franja de Gaza por parte de las Fuerzas de Defensa Israelíes que aún no cesa. Sudáfrica presentó ante la Corte Internacional de Justicia una querella acusando de genocidio a Israel; de manera sistemática, Estados Unidos ha vetado prácticamente todas las resoluciones en el Consejo de Seguridad de la ONU que promueven un cese al fuego y el ingreso de la ayuda humanitaria a la Franja de Gaza. Se ha acusado a Israel de genocidio y de violar los convenios de Ginebra y lo relativo a territorios ocupados; 2) a inicios de abril, Israel bombardeó el consulado de Irán en Damasco, Siria, en clara violación a la Convención de Viena que se refiere a la inviolabilidad de las sedes diplomáticas; 3) fuera de Medio Oriente, el pasado 5 de abril, fuerzas militares asaltaron la Embajada de México en Ecuador violando la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas y la Convención de Caracas relativa al derecho de asilo; la finalidad del asalto era sustraer por la fuerza al exvicepresidentede ese país, Jorge Glass, que se encontraba asilado en la sede diplomática mexicana.
Se plantea como hipótesis si estos eventos son una muestra de la configuración de un Nuevo Orden Mundial, en tanto que el marco jurídico que rige las relaciones internacionales –y que se creó justamente con el fin de evitar violaciones a los derechos humanos y proteger a las y los civiles en conflictos armados– está siendo completamente rebasado como a la luz de los últimos acontecimientos mundiales se ha venido observando. La respuesta de Irán al ataque a su consulado en Damasco no se hizo esperar. Entre el 13 y 14 de abril pasados se llevó a cabo un ataque guiado por drones aduciendo al artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas que establece: “el derecho inherente a la legítima defensa individual o colectiva en caso de un ataque armado hasta que el Consejo de Seguridad tome medidas necesarias para mantener la paz y la seguridad internacionales”.
Diversos analistas han señalado que estos eventos y la escalada en Medio Oriente es la antesala de una Tercera Guerra Mundial. En mi opinión, que se suma a otras voces, es que se está reconfigurando el mundo hacia un nuevo orden mundial en el que la gran hegemonía que fue Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial está perdiendo su poder en diversos ámbitos. La guerra que se libra en territorio ucraniano así lo demuestra, la salida de Afganistán después de 20 años y sin lograr la derrota al completo de los talibanes, el crecimiento de los BRICS y en particular de China y Rusia como grandes competidores en el campo económico, comercial y político, entre otras variables por analizar.
La lectura que se puede hacer al ataque defensivo de Irán tiene diversas vertientes más allá de la premonición de la Tercera Guerra Mundial. Noam Chomsky –en su Modelo de Propaganda, del que escribí en una entrega anterior– habla de las víctimas dignas y las víctimas indignas. Traigo este asunto a colación en tanto que tras la incursión de Irán en Israel –vía drones teledirigidos– los mandatarios del mundo, incluido el gobierno y la Secretaría de Relaciones Exteriores de México, se apresuraron a condenar el ataque y dar un espaldarazo a Israel. Esto, en términos de propaganda, a mi juicio, pone a Israel y a Netanyahu como víctimas y diluye la atención sobre el genocidio en la Franja de Gaza, y en el asunto central que ha generado conflictos en la zona a lo largo del tiempo: 75 años de ocupación que son ya insostenibles en un mundo cambiante.
Ruth Dávila*
*Directora de la División de Estudios Multidisciplinarios del Centro de Investigación y Docencia Económicas, CIDE-CONAHCYT.
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