La disputa por México que encabeza la derecha (o bloque conservador) mediante sus guerras sucias mediáticas y jurídicas –de cara a las elecciones de 2024– es hoy la disputa por los recursos naturales (especialmente el litio y el petróleo), por la fuerza de trabajo y por retornar a la hegemonía de la corrupción, advierte el doctor Fernando Buen Abad. En entrevista con Contralínea, el filósofo explica que el capitalismo es un sistema económico corrupto por definición, que se basa en inventar todo tipo de canalladas para robarle a los trabajadores el producto de su trabajo. Por ello, señala que de los sectores empresarial y político corruptos habrá una “nueva ofensiva mediática brutal” de la que ya hay síntomas muy claros. Y por ello observa la urgencia de fijar una posición en la que lo conquistado en este sexenio –aún con sus imperfecciones y con sus contradicciones– no tenga regreso
En las elecciones presidenciales de 2024 se pondrá a prueba la politización del pueblo de México, pues en juego estará el proyecto de nación entre el criminal neoliberalismo o el llamado humanismo mexicano, del que se empiezan a sentar las bases pero que aún requiere de profundas reformas constitucionales para arrebatar por completo todas las áreas capturadas por grupos de intereses creados. La contienda electoral implica, entre muchas cosas, quiénes (los oligarcas o los pobres) se beneficiarán del erario nacional, de los recursos naturales y de la fuerza de trabajo. También representa la disyuntiva entre la consolidación de los derechos sociales o su definitiva extinción, así como el respeto a los derechos humanos o, de nueva cuenta, la conversión de éstos a servicios privatizados a los que sólo accede quien tiene dinero. En juego esta, pues, el no retorno al pasado corrupto y violatorio de los derechos humanos y colectivos.
Consultado acerca de esta disputa por el país en el contexto latinoamericano, donde varios procesos de carácter progresista también han triunfado por la vía electoral y otros tantos han sido descarrilados mediante golpes de Estado, el doctor Fernando Buen Abad Domínguez observa que los representantes de la derecha están acostumbrados a privilegios de todo tipo que se fundan en modelos de corrupción, que han sido y que son, a la fecha, razón de muchas luchas en todo el Continente. Y considera que la lucha contra la corrupción es agenda obligatoria en la región.
Ello, abunda, “por las calamidades enormes que ha significado el hurto, el asalto disfrazado de institucionalidad y de legalidad, y de todos los disfraces habidos y por haber”. Del caso mexicano, el filósofo apunta que esta lucha contra la corrupción tiene multiplicidad de expresiones; una de ellas es la corrupción política, y la otra, la más dolorosa y más costosa, “la corrupción empresarial, no de todos, pero sí de un grupo, un sector del empresariado mexicano que ha sido cómplice de los saqueos más brutales”.
El director del Instituto de Cultura y Comunicación y del Centro Sean MacBride de la Universidad Nacional Lanús; Rector Internacional ad honoren de la Universidad Internacional de las Comunicaciones de Venezuela explica a Contralínea que ese sector empresarial corrupto es el que está dolido “porque el pueblo de México determinó por la vía democrática que quería un rumbo distinto, que quería combatir la corrupción y para eso encontró un líder idóneo, que ha venido luchando desde hace muchos años por esta consigna, por esta batalla contra la corrupción, que es el presidente [Andrés Manuel] López Obrador”.
Asimismo, considera que esa derecha, además de enfurecida y encolerizada por haber perdido sus privilegios o alguna buena parte de ellos, “ahora se da cuenta en su impotencia que tiene perdidas las elecciones próximas, se da cuenta esa derecha que tiene una crisis profunda, que tiene una crisis intelectual muy profunda, no tienen propuestas de Estado, no tienen visión de recomposición de los tejidos sociales, no tienen una propuesta democratizadora profunda verdadera, no tienen autocrítica que sería en todo caso un baluarte de la inteligencia política, en fin”.
Por ello, explica que por ahora ese empresariado está atrincherado en una batalla mediática. “Y lo que tienen en mente, entre otras cosas, es reapropiarse de los recursos naturales del país, especialmente el litio y petróleo que hoy son tan codiciados. Hay una oligarquía que está empecinada en malbaratar el agua de México y hay una oligarquía empecinada en regalar la mano de obra del pueblo trabajador mexicano. Entonces la disputa por México es hoy la disputa por los recursos naturales, la disputa por la fuerza de trabajo de los trabajadores nuestros y la disputa por retornar a la hegemonía de la corrupción que durante tantas décadas nos lastimó y nos costó tanto”.
El doctor en filosofía, máster en filosofía política, especialista en filosofía de la imagen, filosofía de la comunicación crítica de la cultura estética y semiótica apunta que las ofensivas mediáticas de esa derecha que están desatándose ahora mismo son “una antesala clara de lo que va a pasar en tanto se definan las candidaturas formalmente y en tanto quien resulte candidato formal por el proyecto de Morena y el proyecto de transformación del país.
Tan pronto se defina quién será, entonces tendrá que definirse una plataforma política con metas concretas, con compromisos específicos. Y eso va a ser, a mi entender, el punto de partida de una nueva ofensiva mediática brutal en la que ya tenemos síntomas muy claros”.
Al respecto, observa que las más recientes campañas de desprestigio contra el gobierno federal son lo que se llama en algunos laboratorios como globos de ensayo, “para ir midiendo capacidad de generación de sentido común, de opinión pública y encadenar con esto, repito, una ofensiva que para los próximos meses veremos recrudecer enfáticamente”.
—Cuando se habla de corrupción quizá no se alcanza a entender la gravedad de lo que implica, y es necesario reconocer que la corrupción en términos reales es violatoria de los derechos humanos y que puede costar hasta la vida de las personas. En los gobiernos pasados teníamos en México un Estado totalmente capturado por estos grupos oligárquicos y políticos que solo veían por su bienestar, ¿cómo hemos avanzado en ese sentido de que por lo menos ya no se fomenta la corrupción desde la Presidencia de la República?
—Mire, si hemos de ir al corazón del problema hay que decirlo con toda claridad, porque el capitalismo es un sistema económico corrupto por definición; un sistema que se basa en inventar todo tipo de canalladas para robarle a los trabajadores el producto de su trabajo, lo que conocemos por el “plus producto”.
Un sistema que se las ingenia para que las horas de trabajo rindan al trabajador apenas una muy mínima expresión de las riquezas que el propio trabajador genera. Es un sistema que ya desde ahí está demostrando su definición esencial de sistema corrupto, un sistema que no ha garantizado a lo largo de su historia una situación de igualdad entre quienes producen la riqueza realmente: los trabajadores, y entre los medios, los modos y las relaciones de producción. Un sistema que todo lo contrario, lo que ha hecho es inventar capas de organizaciones políticas, capas de organizaciones burocráticas que han sido en su inmensa mayoría en la historia del capitalismo servirles a la lógica de la explotación de los pueblos y del planeta, de los recursos naturales. Por tanto en cuanto tengamos como elemento de definición esencial de un sistema el permiso para la corrupción, entonces esa corrupción se va a desplegar y a repetir en todas las gamas que uno se pueda imaginar.
“Es tan corrupta la explotación, el capitalismo por definición, como es corrupto aquel que un día se enarbola la bandera de representante o de dirigente político y sale a una plaza pública y promete cosas y después no las cumple; eso también es un acto de corrupción. Es un acto de corrupción abusar por ejemplo de tantos miles y miles de presos en las cárceles que están ahí bajo un proceso que se eterniza y que no se agiliza porque es un comercio de algunos abogados, más bien ‘gángsters’ y algunos jueces que lo son también bastante corruptos; y entonces el propio sistema judicial parece un nicho de corrupción que solamente podemos encontrar algunos ejemplos, algunas salvedades, que las hay. Pero realmente lo que uno puede ver y pensar del Poder Judicial, del Poder Ejecutivo, del Poder Legislativo en su inmensa mayoría es que han recogido una tradición de corrupción que es faltar a los compromisos históricos constitucionales, además, con los pueblos.
“Decía el propio presidente Andrés Manuel López Obrador: ‘la corrupción es como las escaleras, tiene que barrerse de arriba hacia abajo’, y yo creo que es absolutamente correcto el asunto, la gracia está en encontrar la escoba indicada para hacer esa limpieza. Y México tiene una tarea política de fondo muy importante pero también una tarea cultural rigurosa y exigente para poder confrontar estos fenómenos de corrupción en todos los ámbitos. Mire usted, es tan corrupto robarle al trabajador el producto de su trabajo como corrupto es en un aula ir a traficar a los estudiantes una bibliografía que esconde otras, una bibliografía tendenciosa o un modelo de enseñanza que es más bien doctrinario que científico. Es tan corrupto en los laboratorios científicos encontrar personas que han sido formadas y que han sido educadas por las universidades públicas para el desempeño de los laboratorios más complejos y que estas personas abandonen su conciencia de clase, su conciencia científica, su conciencia de profesionales y entreguen sus conocimientos de manera servil a las empresas transnacionales que viven de las enfermedades de los pueblos, que viven de las calamidades que los pueblos padecen. Así que es tan amplio el abanico de ejemplos y de expresiones de la corrupción que realmente se necesita un movimiento, un movimiento profundo, cultural, científico para, por supuesto, definir correctamente la corrupción en el tiempo actual, definirla también en tiempo real y ser capaces de detectarla con antelación, con objetividad y para las sanciones sociales de justicia social que hacen falta. Eso es una agenda obligatoria.
“Yo me imagino que cualquiera de los candidatos que resulte, candidata o candidato, para las elecciones próximas, estos representantes de la cuarta transformación deberán en su agenda sí, necesariamente, enriquecer el concepto de la lucha contra la corrupción. Deberán sí, necesariamente, enriquecer las palestras para que la corrupción no sea un enunciado más de vociferaciones de predicadores, y la lucha contra la corrupción sea realmente participativa, que resulte ser el clamor de un pueblo que toma la palestra y que dice y que denuncia ahí donde lo ve, ahí donde lo siente, ahí donde lo sufre, todo episodio de corrupción. Soy de la idea de que esto es una agenda obligatoria para los próximos meses. Sí, además de querer conservar el proyecto de la transformación, se requiere ratificar y profundizar. Ninguna otra fuerza política hará esto, ninguna otra fuerza política tiene ni interés, ni fuerza moral si quiera para proponer semejante movimiento contra la corrupción. Creo que ya más allá de enunciarla o denunciarla, lo que hay que hacer es sancionarla meticulosa y profundamente sin equivocarse en sancionar a las víctimas más que a los victimarios”.
—Doctor, va quedando más claro de qué tamaño es la disputa por México y también por qué hay intervención de otros países en este proceso interno. Precisamente porque la derecha busca perpetuar este modelo criminal, porque no se le puede llamar de otra forma al capitalismo neoliberal. En este sentido, ¿qué lectura le da a que el bloque conservador haya elegido como su principal redactor del proyecto de nación a un representante precisamente del neoliberalismo como es José Ángel Gurría?
—Pues ya podríamos escribir el horóscopo de semejante documento, ya podríamos nosotros ahora mismo adivinar cuáles serán las líneas duras al calor de la propia crisis de ellos, que son capaces de escribir. Yo le puedo adelantar cosas que no me sorprendería que aparecieran: por ejemplo, estoy seguro que en ese documento aparecerá algún tipo de triquiñuela sintáctica para reponer la idea de resucitar al neoliberalismo a como dé lugar. En alguna de esas triquiñuelas aparecerá seguramente la idea de un Estado que se descomprima, un Estado que se reduzca, un Estado que se achica. Seguramente en ellos está en su cabeza la idea de retomar los rumbos del salinismo de [Carlos] Salinas de Gortari y de [Ernesto] Zedillo y de todos estos entreguistas del país que tienen como productividad sistemática, como son sus jefes, como son sus patrones, que tienen como productividad el mandato de privatizarlo todo, de entregar las riquezas naturales del país y desarmar la fuerza política del Estado que tiene que intervenir para resolver los problemas de los pueblos.
“Yo le puedo adelantar, sin ser pitoniso pero que me queda muy claro que una de las estrategias que ellos están pensando es fortalecer a la mafia del poder judicial para, desde ahí, tener el control sobre las decisiones económicas y políticas del país. No me sorprendería de ninguna manera que ellos estuvieran ya dibujando un esquema incluso procedimental para frenar los avances que la cuarta transformación ha logrado. Estoy seguro que ellos están pensando en ampliar los años de trabajo, en retirar –como ya lo dijo [Vicente] Fox en sus declaraciones tan obscenas– las ayudas sociales, y hay que reservarse para ellos todos los privilegios habidos y por haber. Y para eso tienen leguleyos y además mafias de abogados gángsters que sirven a la composición, repito, de esta estructura mafiosa disfrazada de leyes y disfrazada de jurisprudencia. Y yo creo que no estaría muy errado si esto que acabo de decir lo pudiésemos cotejar una vez que estas personas presenten sus documentos, porque el plan de ellos en realidad no es más que la obediencia a los proyectos transnacionales que les dictan desde el imperio. Es eso, cruda y dura la realidad.
“Y a mí, más que espantarme lo que a ellos se les pudiera ocurrir, especialmente de personajes como Gurría, del que, conociendo un poco su pelaje, su estirpe, su currículum y su trayectoria, uno puede tener otro pronóstico que el del horror. Pero, por cierto que la pregunta dura no es por lo que ellos van a hacer sino más bien: ¿qué es lo que estamos haciendo nosotros desde otro ámbito, desde otra perspectiva, desde otras fuentes? La pregunta dura a mi entender también es: ¿cómo estamos preparándonos en términos reales para que estas agendas se discutan, para que estas agendas nos permitan construir lo que en términos teóricos se llama el punto de no retorno? La urgencia de fijar una posición en la que lo ganado, lo conquistado aún con sus imperfecciones y con sus contradicciones no se retorne, no tenga reflujo, no tenga regreso; es decir, no tenga frenos y en todo caso lo que tenga sea alicientes incluso de autocrítica. Repito, la autocrítica es una herramienta científica del trabajo político cotidiano que es de extrema utilidad para poder corregir, avanzar y reorganizar allá donde no se hubiera podido hacer lo que se pensó y lo que se quiso. Creo que México está en una circunstancia en la que necesitamos transparentar nuestra necesidad de autocrítica, necesitamos sincerar a fondo y de corazón aquellas cosas en las que sabemos estamos pudiendo con muchos problemas, pero aquellas en las que sabemos que no estamos pudiendo como se quisiera.
“Y hay desafíos enormes, uno de ellos es un desafío extraordinariamente grande: hacerle justicia a la clase trabajadora y dignificar los salarios en todos los campos de la producción en México. El atraso salarial de México es no solamente vergonzoso: si uno mira lo que han ganado los que han saqueado al país, comparado con los ingresos de un pueblo que es el que produce y genera la riqueza, realmente las asimetrías son enormes. Tenemos rezagos en materia de educación, que son muy sensibles y que comienzan por la propia problemática salarial y laboral de los maestros, de los educadores en todos los niveles. Tenemos rezagos en el campo, por ejemplo, de la alimentación del pueblo de México, y es inexplicable con un país que tiene tanta riqueza agrícola y ganadera, con mares, etcétera, que tenga hoy todavía hermanos en las ciudades y en los pueblos padeciendo o salteando las comidas porque no alcanza para todos los días. Es decir, padeciendo las limitaciones que no debería padecer nadie en un país tan rico. Y estos son rezagos históricos, que entiendo debe ser la agenda política del ahora que no podemos aceptar nosotros ni eufemismos, ni vocabularios elegantes, ni diplomáticos. Tenemos que hablar con crudeza de los problemas de México, tenemos que hablar con crudeza de lo que se está haciendo todavía con insuficiencia y todavía con problemas, repito, con contradicciones pero que tienen que ser corregidas sobre la marcha de un consenso nacional de participación.
“Hay que democratizar al país a fondo, creo que una importante forma de la lucha contra la corrupción es la democratización hasta el último rincón del país. Y entonces que haya democracia en la comunicación y comunicación en la democracia, y que haya democracia en las aulas, y que haya democracia en las universidades, y que haya democracia en las fábricas y en las oficinas todas. La democracia no puede ser una especie de entelequia o un desplante para un día de elecciones y nada más, la democracia tiene que ser una cultura vigorosa de todos los días y eso es una revolución que tiene que estar en la agenda de los líderes y dirigentes en los próximos meses, en las próximas semanas, ya estarán encabezando el próximo periodo político de México. Y yo creo que tenemos que ponernos exigentes: es nuestro derecho como ciudadanos pero también es nuestra obligación; aglutinar, fortalecer la participación, democratizar la participación, democratizar a Morena por cierto que también necesita ser un ejemplo y un bastión de una democracia muy vigorosa, democratizar los procesos en todos los ámbitos del país y por cierto permitir que esa democratización también sea el advenimiento de una agenda verdaderamente de las luchas sociales y de los clamores que están hoy en la base del pueblo, algunas veces incluso no siendo escuchadas.
“Yo entiendo que, con esa masa de criterios que hoy están sobre la mesa del debate se puede consolidar un muy buen programa electoral, un muy buen programa de campaña que no sea está vez la voz individual de un candidato sino que sea el clamor de las agendas de todos los frentes que están hoy exigiendo justicia social en el país. A mi entender lo único realmente nuevo que se puede presentar es eso: esta vez no venir con la especulación o los inventos de un líder o de un candidato, sea quien fuere, sino venir con una agenda, que ese candidato haya recogido de las bases, de las luchas, de la raíz profunda del pueblo mexicano. Y entonces sea él capaz de ser el vocero de esas luchas, un vocero fiel, un vocero confiable, un vocero comprometido o una vocera comprometida que fuese. Pero, con la consigna de presentar esta agenda política que no es de las cúpulas, que no es la de las mafias, que no es la de los burócratas, una agenda que es de un pueblo que está hoy exigiendo, clamando por una profunda transformación que además tiene que profundizarse y ensancharse en todo el país.
“Y a esto el llamado político que a mí se me ocurre es el de consolidar una estrategia comunicacional realmente efectiva en la que la voz la tengan los movimientos y las luchas sociales para poder construir con esas voces el coro del clamor de lucha, que México tiene de cara a una victoria que seguramente deberá ser una victoria no para ganar solamente desde el punto de vista cuantitativo sino para ganar desde el punto de vista cualitativo, es decir ganar muchos pero ganar con gran calidad de conceptos, de principios y de planes que además se puedan y se deban cumplir en el muy corto plazo.
—Doctor, ¿acaso el camino del no retorno también tiene que ver con la radicalización de la lucha de los de abajo y en todo caso como tendría que ser ese camino más radical para entender que nunca va a haber conciliación en el capitalismo, porque los oligarcas nunca van a generar modelos basados en la igualdad, siempre se va a fomentar la desigualdad porque ellos siempre van a estar amasando riqueza a costa de lo que usted también nos decía; la explotación de los trabajadores?
—Sí, bueno es que es un proceso. Todo esto efectivamente comienza por reconocer, por un lado el carácter histórico de la contradicción central que es la contradicción capital-trabajo. Esta contradicción sólo se resuelve cuando el trabajador es el que define como construye la riqueza, el que participa directamente en los medios, en los modos y en las relaciones de producción. Es decir, cuando los trabajadores pueden intervenir en todos los actos del proceso de la producción, definiendola incluso, cúal es la producción que se necesita realmente para un periodo histórico, con qué características, con qué prioridades. Porque bajo el capitalismo vemos ejercicios de inversión productiva realmente descomunales en cosas que realmente no son urgentes, que no son indispensables. Hasta en eso debe participar y por eso es que es importante que la contradicción se defina, de qué manera se transforma el concepto de participación en cada una de las etapas de la producción. Es verdad también que bajo el capitalismo es irreconciliable esto, porque, por un lado ellos son los dueños del monopolio de la violencia, ellos controlan las armas, ellos controlan a los ejércitos, ellos controlan a todas las fuerzas represivas y están dispuestas a ponerlas en la calle para reprimir a la más mínima de las expresiones de un pueblo que quiere decirles que está harto del hambre, de la exclusión, de todos los abusos que vemos en todos los niveles, empezando por el abuso que representan los bajísimos salarios que se pagan por jornadas absolutamente extenuantes de trabajo y en todas las áreas.
“Es cierto que, entonces, ante la problemática y como no hay soluciones milagrosas y como también la historia de cada pueblo tiene sus condiciones y tiene sus propias fuerzas activas movilizándose, los recetarios son inútiles para esto. Lo que no es inútil es pensar primero que ante el problema vamos a tener algún tipo de resultado positivo si estamos desorganizados ante este problema económico, político, cultural, educacional, incluso estético e ideológico que atravesamos en México y en América Latina. Si estamos pensando que lo vamos a resolver de manera individual porque a algún genio se le ocurrió escribir un libro o una conferencia o algún o alguna anécdota, pues la verdad es que estamos condenados al fracaso por esa vía, porque ya lo hemos visto una y otra vez que el individualismo no solamente no resuelve los problemas de los pueblos, sino que además los empeora. Y entonces lo que resulta indispensable es la organización de los pueblos en torno a una fórmula de organización.
“En algún momento se ha pensado que la formulación debe ser a través de los partidos políticos o a través de movimientos sociales o de organizaciones diversas que pueden ser artísticas, científicas, deportivas, etcétera, y que en cada una de las escalas y en cada uno de los frentes tenga a su vez un programa de transformación que modifica el correlato de las fuerzas y las decisiones internas. Yo sigo creyendo que el concepto de partido todavía no se ha desarrollado como debía haberse hecho, todavía creo que los partidos políticos tienen mucho por hacer y decir si es que realmente son partidos de la base, partidos de los pueblos, y si es que realmente pertenecen a un programa de transformación para derrotar estas asimetrías o desigualdades de las que estamos hablando, pero no son los únicos. Y creo que los momentos históricos van ofreciendo posibilidades. Yo veo como una urgencia enorme que esta discusión sobre las contradicciones internas del sistema capitalista y las contradicciones internas incluso en los procesos organizativos, se ventilen con una dinámica en la que no hay manera de salir, sino abriendo la participación de los distintos frentes. No veo posible, por ejemplo, una organización política de masas fuerte en México que no esté constituida poderosamente por sindicatos, que a su vez sean sindicatos poderosos por su vida democrática, y por la juventud que están discutiendo los problemas que no son solamente económicos sino los problemas del futuro y de la política del país, que no están discutiendo la grilla sino están discutiendo la política de fondo. Qué es eso: igualdad de oportunidades pero sobre todo igualdad de condiciones. Y para que la igualdad de condiciones sea factible lo que requerimos es primero que haya unidad de acuerdo unitario en eso, y que nos permita ese acuerdo unitario consolidar y concitar los métodos, los pasos, los tiempos con que hay que trabajar para avanzar. Esto sí se llama radicalizar porque en el sentido digamos común de la palabra radicalización, lo que significa ir a las raíces y sí que necesitamos ir a la raíz de los problemas, no solamente sus consecuencias y no solamente a sus efectos, hay que ir a las causas de todos los problemas, pero la causa de los problemas es dificilísimo caracterizarla o explicarla, pero no por mi opinión personal o por lo que yo dije haber estudiado de no sé qué teóricos, sino que la causa profunda se descubre en colectivo. Y esto le pasó por ejemplo a uno de los más importantes filósofos y políticos de nuestro tiempo que se llama Carlos Marx. A él le fueron a pedir los compañeros organizados de las clases trabajadoras, le fueron a pedir ayuda, le dijeron:
‘oye, don Carlos’ o no sé cómo le habrán dicho: ‘ayúdanos a escribir este conjunto de ideas, organizarlas en un documento para poder debatir’. ¿Debatir qué? La organización de un partido, de una fuerte fuerza organizada de los trabajadores para resolver los problemas que los angustiaba y que los tenían martirizados. Y Marx insistió en esto y se las ingenió para la última palabra de su manifiesto, manifiesto de los trabajadores, del manifiesto comunista. Ahí dijo muy claro, la última palabra que puso en cinco letras, muy chiquita la palabra pero muy contundente a la pregunta, ¿cómo vamos a salir de este desastre, de este berenjenal que es el capitalismo?, la respuesta fue: unidos, unidos, si no es con la unidad no hay chance de salir.
“Y esta construcción de la unidad es algo que no hemos cumplido todavía, es una de nuestras grandes deudas en la batalla de las ideas, en la batalla política. En todos los frentes nos está haciendo mucha falta la unidad: nos está haciendo falta restringir los egos, restringir los individualismos, convertir el yo en nosotros, que hace falta para que la etapa sea superada por nosotros y no por un caudillo, un líder o un iluminado de esos que andan vendiendo Vicente Fox y toda su pandilla. Lo que estamos necesitando es que la organización además florezca como producto de la interacción humana con base en un plan, en un programa y ese programa debe ser, como bien se ha dicho, humanista y revolucionario. Un programa en el que volvamos los ojos sobre la especie humana, que volvamos los ojos sobre el planeta para defenderlo y cuidarlo, ahora que están pasando desgracias en los ecosistemas por razones múltiples por culpa del capitalismo; y que seamos capaces, repito, de con un programa humanista que vuelva a reponernos como objetivo fundamental luchar por la humanidad, ahí creo que esta el camino.
“Y esto no es una utopía, es una perspectiva política y es un compromiso que tiene metodología, que tiene bases científicas y que además tiene posibilidades objetivas y concretas. Porque basta con ver lo que otros pueblos han hecho a lo largo de sus historias para aprender de esos grandes e importantes logros y saber por donde caminar. En México tenemos por ejemplo una experiencia maravillosa que produjo la asamblea popular de los pueblos de Oaxaca, donde justamente una asamblea logró establecer un concepto de organización social para resolver en muy poco tiempo los problemas que parecen irresolubles, entre otros, la seguridad, la educación, la distribución de alimentos. En fin, ese es el camino: la organización participativa, democrática y comunitaria, que yo creo que nos debería a nosotros exigir que estos temas sean parte de la agenda política de las campañas de la transformación en los próximos meses”.
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