Desde el mediodía, decenas de miles de mujeres salieron a las calles del centro de la Ciudad de México para exigir justicia, libertad y respeto. En el marco del Día Internacional de la Mujer, cientos de ellas se unieron en un acto de sororidad para marchar por las víctimas de violencia de género, hubo quienes compartieron su propia historia, otras marcharon por la memoria de las desaparecidas.
Las calles se transformaron en marea violeta:mujeres de todas las edades, con pancartas, mantas o solo su presencia; algunas bailaban, otras gritaban, las más, coreaban consignas de lucha entre los retumbos de los tambores. “¡Alerta, alerta, alerta que camina, la lucha feminista por América Latina. Y tiemble, y tiemble, y tiemblen los machistas que América Latina será toda feminista!”, gritaban varios contingentes. “¡Las mujeres marchando también están luchando!” y “¡vivas se las llevaron, vivas las queremos!”, exclamaron en más de una ocasión en camino al Zócalo capitalino.
Entre el eco de las manifestantes, apareció Carmen. Acompañada de su hija y entre lágrimas, cuenta a Contralínea la historia de violación que sufrió su pequeña con tan solo siete años de edad. “Santiago tocó a mi niña, la violó y la metió en un ropero para agredirla. Tienen que entender que las niñas no se tocan, no se tocan”. Se quebrarse, se vuelve llanto, se vuelve furia.
Más adelante, a una cuadra de distancia, la joven Fernanda reivindica su lucha con un cartel en la mano. La joven narra Contralínea su tormento:“tengo 15 años y el día de hoy vengo [a la marcha] porque mi padrastro abusó de mí durante siete años. Empezaron los abusos desde que yo tenía cinco años, vivía con mi mamá hasta que una noche ella se fue a un concierto sola con sus amigas, me dejó a cargo de mi padrastro y me drogó. Cuando yo desperté, él estaba sobre mí besándome y yo estaba completamente desnuda, y mi madre me obligó a callarme por decir que yo le estaba queriendo quitar a su esposo”.
Las formas de violencia contra el género femenino son muchas, se multiplican, destrozan, matan. Hoy marcha la mamá de Ivana Huato. Asiste en memoria de su hija para exigir que las instituciones judiciales no liberen a quien la asesinó. “Quiero que se haga justicia. Las autoridades no pueden permitir que el asesino de mi hija salga en libertad porque al salir van a seguir, van a seguir matando niñas. Masacraron a mi hija y la violaron, la fueron a tirar a Tlaxcala. Quiero justicia solamente”.
Al llegar al Zócalo, la euforia se exacerba. El humo diluye las siluetas de los edificios para vislumbrar a miles de mujeres que danzan, gritan y queman pancartas. Las niñas y niños son tomados de la mano por sus madres, algunas se reúnen con sus amigas y se abrazan al tomarse fotos.
Entre el tapiz de demandas aparece Carla Carillo. Con ardor en sus palabras, acusa a su exprometido Sergio “N”, “un político panista”: “él me golpeó estando en Cancún, Quintana Roo, estando en un viaje que hicimos. Abrí una carpeta de investigación, la cual durante mucho tiempo estuvo detenida por sus influencias políticas. Afortunadamente con el cambio de fiscal de Quintana Roo, mi carpeta pudo avanzar. El delito es violencia familiar”.
La mayoría de las mujeres violentadas de forma física no ven la luz de la justicia. El Poder Judicial está en deuda con las víctimas de feminicidio, con las violadas, con las golpeadas… Carmen, Daniela, Fernanda, Carla son algunas de las miles de historias que hoy reivindicaron la lucha feminista que busca quebrar el silencio de la impunidad. Su historia es más que una simple cifra. “¡Ni una menos, ni una menos, porque vivas nos queremos!”
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