Quito, Ecuador. África es un continente gigante con 54 Estados soberanos. Mientras que América Latina y el Caribe coinciden en igual número de Estados, tomando en cuenta las numerosas islas de la región. Sin embargo, todavía hay territorios dependientes de antiguas potencias coloniales en dichas regiones.
Las guerras de independencia en Latinoamérica arrancaron a inicios del siglo XIX. Al final, los nuevos Estados se constituyeron en repúblicas presidenciales –de forma temporal, Brasil fue imperio y México tuvo dos momentos imperiales–. En 1898, Cuba recién logró la independencia. Mientras que Puerto Rico, igualmente liberado, pasó a depender de Estados Unidos y se transformó en un “Estado Libre Asociado”.
Por su parte, África fue un territorio gigante con población esclavizada desde un largo pasado histórico. En plena era capitalista, mereció el generalizado interés de Europa y se acordó su reparto en la Conferencia de Berlín (1884-1885), inaugurando así la expansión imperialista. Las independencias de las colonias ocurrieron después de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y la descolonización se prolongó hasta mediados de la década de 1970.
América Latina y el Caribe conservaron la independencia formal. La dependencia económica, que estaba en manos de Europa, particularmente Inglaterra, durante el siglo XIX, pasó a ser propiedad de Estados Unidos en el siglo XX sobre la base de la doctrina Monroe.
El colonialismo europeo marcó las estructuras históricas del subdesarrollo, la pobreza, la dependencia externa y las profundas divisiones sociales. Se distinguen por el dominio interno de élites privilegiadas y ricas frente a la mayoría de los habitantes, quienes siguen en condiciones de pobreza y exclusión. Mientras África es el continente con la mayor polarización humana y la miseria más alta en el mundo, Latinoamérica y el Caribe son las zonas más inequitativas entre los continentes.
El saqueo de recursos, las intervenciones directas de las potencias para garantizar sus intereses, la brutal incursión de compañías extranjeras ávidas de minas y tantos otros productos naturales de las variadas geografías, la subordinación política o la explotación inhumana de sus habitantes. Estas condiciones han sido rasgos comunes en la Historia bajo el colonialismo y durante la era del capitalismo industrial e imperialista de Europa y Estados Unidos.
Comenzaron a cambiar entre avances, estancamientos y retrocesos desde la postguerra. La Conferencia de Bandung (1955) puede considerarse como el punto de partida. En ese entonces, se dio el nacimiento del llamado el Tercer Mundo. Reivindicó no sólo independencia y soberanía, sino también, acordó el “No alineamiento” con el capitalismo –hegemonizado por Estados Unidos– ni con el socialismo – que tenía a la URSS al frente–. Sin embargo, África contó con el apoyo y defensa del segundo bloque en sus procesos de descolonización.
La globalización capitalista y transnacional del mundo a raíz del derrumbe del socialismo trajo una época compleja y de variadas repercusiones económicas, donde se impuso una verdadera recolonización.
Desde las décadas finales del siglo XX en América Latina, la penetración del neoliberalismo y el papel del Fondo Monetario Internacional resultaron nefastos. Sin embargo y de igual manera, crecieron las relaciones económicas con Rusia, China y otros países y regiones. Se incluyen los todavía escasos vínculos que han logrado establecerse entre América Latina y el Caribe con África.
De manera inevitable, la globalización incubó el ascenso antiimperialista, anticolonialista y soberanista de África, Latinoamérica y el Caribe. En las condiciones actuales, también se ha vuelto indetenible los ascensos históricos de Rusia y China, así como de entidades regionales como los BRICS. La hegemonía de Occidente ha tenido que cambiar y se está configurando un mundo multipolar. Las “viejas” potencias advierten el fenómeno.
Estados Unidos trata de retomar la senda de la doctrina Monroe. Mientras Europa busca relanzar los acercamientos tanto con América Latina y el Caribe como con África. Entre tanto, Rusia ha logrado ampliar su influencia particularmente en el segundo. Y por su parte, China ha entrado en el continente africano y en Latinoamérica.
En la reciente cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños y la Unión Europea –realizada el 17 y 18 de julio de 2023–, se acordó una declaración final (https://rb.gy/pifqn). En ésta, se condena la esclavitud y la trata de esclavos –que incluye la trata transatlántica– como “tragedias atroces” y un “crimen de lesa humanidad”.
Asimismo, en la Segunda Cumbre Rusia-África –realizada el 27 y 28 de julio de 2023–, la declaración final es contundente en señalar: “Promover la culminación del proceso de descolonización de África y buscar compensaciones por los daños económicos y humanitarios infligidos a los Estados africanos como resultado de las políticas coloniales, incluida la restitución de los bienes culturales arrebatados en el proceso de expolio colonial” (https://shorturl.at/yKUY9).
Por un lado, la Cumbre con la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños no admitió el alineamiento de esta región con Europa en la condena a Rusia por la guerra de Ucrania. De igual manera, anteriormente la Comunidad logró rechazar el bloqueo a Cuba.
Por otro lado, la Cumbre con África reconoció el histórico apoyo de Rusia a la causa anticolonial, pero impulsó un plan específico para acordar la paz en Ucrania. Las críticas de varios gobernantes africanos contra Occidente fueron explícitas y hasta radicales. No están dispuestos a que continúen las sanciones unilaterales.
Para África, América Latina y el Caribe, tanto Rusia como China no son potencias “enemigas”. Al contrario, ofrecen posibilidades e instrumentos económicos válidos para la promoción del desarrollo. Por ejemplo, los acuerdos sobre energía, comunicaciones, infraestructuras, créditos e inversiones que deberán fortalecerse en el futuro. Con distintos alcances, ya están presentes en los dos continentes representantes del Sur Global.
Estos procesos de cambio mundial aún no son considerados con fortaleza en los debates políticos. Países como Ecuador, cuyo retroceso en esta materia es impresionante, tiene un gobierno que todavía cree en la ideología neoliberal y en la libertaria, así como en los tratados de libre comercio para los buenos negocios de élites empresariales ajenas a las condiciones de vida y trabajo de la población que se han deteriorado en seis años.
En los procesos hacia las elecciones presidenciales de varios países latinoamericanos, estos temas no han sido abordados. Sin embargo, el fortalecimiento del Tercer Mundo –sobre la base de los acercamientos entre América Latina, el Caribe y África– deberá atenderse y fomentarse a fin de garantizar el afianzamiento de los principios de soberanía e independencia que se han renovado ante un nuevo mundo multipolar.
Juan J Paz-y-Miño Cepeda/Prensa Latina*
*Historiador y analista ecuatoriano
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