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Sudamérica: una región plantadora de árboles, pero sólo de dos especies

Sudamérica: una región plantadora de árboles, pero sólo de dos especies

Sudamérica: una región plantadora de árboles, pero sólo de dos especies

Sudamérica es una de las principales regiones de plantación de árboles en el mundo, sin embargo, la mayoría son de pino y eucalipto para las industrias maderera y papelera. Esto termina por favorecer la degradación del suelo y la destrucción de la vegetación autóctona natural

Buenos Aires, Argentina. En el mundo, es cada vez más frecuente escuchar un principio simple para actuar contra la crisis climática: plantar árboles. Los bosques son los mayores sumideros de dióxido de carbono, el gas de efecto invernadero que impulsa el calentamiento global.

En 2018, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas afirmó que una forestación significativa puede contribuir a los esfuerzos para limitar el aumento de la temperatura media mundial a 1.5 grados Celsius. Para ello, se necesitarían cientos de millones de hectáreas de árboles nuevos.

Sudamérica es una de las principales regiones de plantación de árboles a nivel global. Tiene la segunda mayor superficie del mundo, la cual se concentra, sobre todo, en Brasil, Argentina, Chile y Uruguay.

Sin embargo, si bien el 15 por ciento de los aproximadamente 131 millones de hectáreas de plantaciones se encuentran en América del Sur, no han ayudado a resolver los problemas de deforestación de la región. Tampoco han demostrado ser eficaces para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.

La mayoría de las plantaciones son productivas y, en la mayoría de los casos, monocultivos industriales de pinos y eucaliptos. En otras palabras, se produce una única especie en áreas gigantes, con técnicas que aceleran el crecimiento como el uso de fertilizantes y pesticidas. Esto favorece la degradación del suelo y la destrucción de la vegetación autóctona natural.

“Estos monocultivos no recuperan el carbono de la misma manera que los bosques naturales secundarios. Se puede eliminar un poco de carbono, pero no fomentan la biodiversidad porque son especies exóticas”, explica Carlos Nobre, científico del sistema terrestre en el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Sao Paulo y destacado investigador en temas forestales en Brasil.

Millones de hectáreas de especies exóticas

En América del Sur, 97 por ciento de las plantaciones son de especies exóticas, principalmente pino y eucalipto. Se utilizan, sobre todo, para obtener madera y pasta de papel. Brasil, Argentina, Uruguay y Chile albergan algunas de las mayores superficies plantadas de la región: durante el siglo pasado, los cuatro países introdujeron estas especies para desarrollar sus industrias papelera y maderera. Ello, con la ayuda de subvenciones e iniciativas gubernamentales para promover su uso.

El ingeniero forestal de Chile, Mauricio Aguilera, señala que las plantaciones surgieron para combatir la erosión causada por la agricultura y la quema de vegetación nativa antes de 1950. Después de este proceso, se comenzó a plantar pino y eucalipto. Asimismo, se industrializó su producción. Esto ocurrió en otros países, donde se plantaron árboles en tierras degradadas. Dio lugar a un rápido crecimiento de los campos forestales.

Hoy en día, entre los cuatro países suman alrededor de 16 millones 800 mil hectáreas de plantaciones forestales. La mayoría se concentra en Brasil con 67 por ciento. Luego en Chile, 19 por ciento; Argentina, 7.1 por ciento, y Uruguay, 7.1 por ciento.

El Eucalyptus globulus –de rápido crecimiento– ha proliferado en la región y en sus sectores forestales: las plantaciones de eucalipto para la producción de pasta de papel predominan en estos países excepto en Chile, donde predomina el pino.

Según Hivy Ortiz –quien desarrolla iniciativas regionales de agricultura sostenible y resiliente en América Latina y el Caribe para la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO)–, el panorama de la industria forestal de la región ha cambiado a lo largo de los años. “Los programas de plantaciones originalmente estaban asociados a incentivos forestales. Ahora son, en su mayoría, inversiones privadas”, explica a Diálogo Chino.

Según un reporte del Banco Mundial, en 2021 la mitad de las exportaciones forestales se enviaron a Estados Unidos (28.6 por ciento) y China (23.2 por ciento). La otra mitad se distribuyó entre 204 países. La mayor parte de esta industria forestal se compone de una combinación de capitales nacionales e internacionales.

“El pino y el eucalipto, en sus lugares de origen, pueden tardar en crecer hasta 28 años porque son sitios más áridos o de latitudes más cercanas a los polos, pero en la mayor parte de Sudamérica se demora cuatro veces menos y por eso también plantar aquí se vuelve tan atractivo”, asegura Mónica Bedoya, administradora ambiental en la Universidad Tecnológica de Pereira, en Colombia.

¿Qué impactos generan las plantaciones?

En la última década, científicos y organizaciones han advertido sobre los problemas relacionados con las plantaciones de pinos y eucaliptos que desplazan a los bosques nativos. Las consecuencias incluyen la facilitación de la propagación de enfermedades e incendios. Y, al mismo tiempo, consumen grandes cantidades de agua y perjudican los niveles de biodiversidad. “En estos terrenos sólo crece eso. Tú estás debajo y no crece nada más”, asegura Bedoya.

La Universidad Politécnica Salesiana de Ecuador informa que la invasión de plantaciones de pinos y eucaliptos puede poner en peligro zonas de gran biodiversidad. Esto se debe a que acelera el estrés hídrico local y modifica los suelos mediante la salinización y la acidificación.

En Brasil, las plantaciones de eucalipto están asociadas a la degradación del suelo en los bosques de la zona de la Mata Atlántica. El ingeniero forestal de Imazon, Paulo Amaral, asegura que queda alrededor de 6 por ciento de bosque nativo en esa región.

Según Aguilera, la industria se centra en la eficiencia: reforestar la misma tierra al plantar más árboles a un ritmo más rápido y en espacios más reducidos. Explica que si bien ha permitido reducir ciertos impactos, persisten daños en el agua y en el suelo. “Efectivamente puede que hayan secado quebradas y aguas de consumo humano de algunas personas que viven en el campo. Posiblemente, porque se plantaron a una densidad muy alta, porque se ubican cerca de las fuentes de agua”.

También, la alta densidad de plantaciones puede promover incendios forestales. En el caso de los pinos, es un proceso natural, sin embargo, puede generar estragos como los siniestros de 2017 y 2023 en Chile. Esto se debe al hecho de que hay tantos árboles juntos.

¿Pueden existir beneficios ambientales?

En Chile, algunos expertos forestales destacan como un gran beneficio la capacidad de reducir la presión de deforestación al bosque nativo. “Si no fuera por estas plantaciones con especies exóticas, nosotros tendríamos muchos menos bosques originales”, asegura el ingeniero forestal chileno, Edison Garcia Rivas.

A diferencia de Brasil, tiene un territorio más limitado. Por ello, las plantaciones se sitúan entre cordilleras. Además, constituyen una quinta parte de la cubierta forestal chilena. Desde que se eliminaron los subsidios a la industria en 2012, la expansión de las plantaciones ha disminuido en los bosques nativos.

Esto sucede en el caso de Uruguay. Según asegura el director nacional forestal, Carlos Faroppa, a Diálogo Chino: “Desde hace años, nuestro país tiene deforestación cero”. Se debe a que la vegetación original nunca tuvo mucha cobertura. En cambio, predominaron varios tipos de pastizales y “la serie de regulaciones que el gobierno viene implementando desde hace años”. Faroppa se refiere a las medidas y certificaciones de exportación que apoyan la gestión sostenible de la producción.

En el caso de Brasil y Argentina, las plantaciones aún no juegan un rol benéfico para la protección de los bosques, aunque no se descarta la posibilidad. Amaral asegura que las plantaciones en la Amazonía pueden “ser una forma de proteger los suelos en etapas iniciales, aunque nunca a largo plazo”.

La integrante de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN), Ana Di Pangracio, considera que las actividades forestales deben estar mejor reguladas y se debe incentivar la siembra de árboles nativos. “En Argentina, y estoy segura que en el resto de la región, algo que se debe a nivel de gestión es el ordenamiento del territorio”.

Ortiz no ve a las plantaciones forestales como una actividad degradante, pero advierte: “tienen la función principal de reducir la amenaza al bosque nativo, siempre que se produzca de forma controlada y manejada, sin talar bosque nativo para poner plantaciones”.

Planes de restauración

Existen proyectos incipientes destinados a la restauración de los bosques nativos en Sudamérica desde hace más de una década. La mayoría consisten en remover los incentivos a industrias como la forestal. Además, plantean nuevos marcos normativos que busquen la restauración a través de prácticas productivas mixtas, por ejemplo, la protección de zonas específicas de bosques y, en casos de zonas perturbadas, la plantación de bosques nativos.

Brasil, Chile y Uruguay ya no subsidian la industria forestal. Algunos –como Chile– apuntan hacia una producción tanto agropecuaria como silvícola. La jefa de la división de especies y biodiversidad del Ministerio de Ambiente de Chile, Daniela Manuschevic, explica: “las plantaciones multifuncionales buscan conservar y producir tanto productos forestales no madereros como hongos y berries”.

Esta sustitución de los monocultivos ayuda a la restauración del suelo. A su vez, aumenta las tasas naturales de captura de carbono.

En cuanto a las iniciativas de reforestación, uno de los ejemplos más emblemáticos es el de Re.green en Brasil que busca plantar un millón de hectáreas en la Amazonía y los bosques del Atlántico. Según el investigador de la Universidad de Sao Paulo, Rodrigo Rodrigues, éste es uno de los más grandes proyectos y va en consonancia con los objetivos de deforestación cero en el país.

Algunos de los esfuerzos de reforestación de América Latina son grandes iniciativas estatales, financiadas por el Estado o por fondos medioambientales, por ejemplo, el Fondo para el Medio Ambiente Mundial o el Fondo Verde para el Clima.

En Brasil, Chile, Uruguay y Argentina, existen proyectos más pequeños financiados por empresas privadas. Carlos Nobre destaca el caso de Vale, una compañía minera de hierro que se comprometió a plantar 500 mil hectáreas de bosques nativos.

Cuando la deforestación continúa y los suelos degradados se vuelven cada vez más impermeables, Manuschevich afirma que las consecuencias para las ciudades o pueblos pueden ser “catastróficas”. Concluye con una sencilla declaración de intenciones: “En el contexto del cambio climático, ya sean precipitaciones o sequías extremas, los bosques multifuncionales y diversos nos proveen un seguro, una posibilidad de que los impactos no sean tan severos”.

Matias Avramow/IPS (Inter Press Service)*

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