Las bebidas endulzadas con azúcar son igual de dañinas que las que emplean edulcorantes no calóricos. Diferentes estudios han demostrado los daños a la salud humana que estos ingredientes pueden causar; además, expertos en salud y políticas públicas advierten que su ingesta provoca enfermedades crónicas
Segunda parte y última. Con el objetivo de evitar la aplicación de impuestos a las bebidas azucaradas y refrescos, una de las propuestas de Coca-Cola México –representada por Patricio Enrique Caso Prado– fue trabajar “de manera coordinada con la Secretaría de Salud para desarrollar un proyecto piloto que promueve la migración de consumo hacia bebidas bajas y sin calorías”. No obstante, esta tampoco es una alternativa saludable para la población, de acuerdo con expertos en la materia.
El tránsito de las bebidas con azúcar a edulcorantes artificiales –que no contienen calorías– es algo que sólo recomienda la industria. “El problema de los edulcorantes es que se han vinculado a todo tipo de enfermedades, alteraciones en la microbiota intestinal, tumores cerebrales, enfermedades crónicas, mayor mortalidad”, entre otras, advierte Simón Barquera Cervera, doctor en nutrición aplicada y epidemiología nutricional por la Universidad de Tufts, Boston, en Estados Unidos.
Agrega que hay muchas razones por las que de azúcar normal a edulcorantes es una pésima idea y por tanto no se debe apoyar. “El objetivo de la política pública no es dejar de consumir [bebidas] azucaradas para consumir bebidas chatarra edulcoradas artificialmente, el objetivo es hidratarnos saludablemente y eso es con agua”.
Al respecto, Juan Carlos Salgado Hernández, doctor en políticas de salud por la Universidad de Carolina del Norte, Estados Unidos, indica que “si la industria se compromete a reducir azúcar, de todas formas siguen siendo productos ultraprocesados; de todas formas siguen siendo productos con cosas añadidas y la evidencia es muy clara: los productos ultraprocesados fuertemente se vinculan con desenlaces negativos en salud”.

Edulcorantes, un riesgo que es mejor evitar
En México, “la ingesta de edulcorantes ronda las 9 mil 411 toneladas, lo que lo coloca como uno de los principales países consumidores a nivel mundial”, advierte una publicación de la revista Nutrients. Además, hay más de 6 mil productos alimenticios que contienen edulcorantes de manera global. La sucralosa es el más utilizado.
A través del Laboratorio Nacional de Protección al Consumidor, la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), advierte el riesgo que representan las bebidas con edulcorantes, por la “disminución en la sensibilidad a la insulina y aumento de concentración de glucosa sanguínea”.
Un análisis de las bebidas saborizadas y jugos envasados a la venta en el mercado mexicano –incluido en el número 578 de la Revista del Consumidor– indica que el 60.78 por ciento de los 51 productos revisados contiene edulcorantes no recomendables en infantes.
Al respecto, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) señala que el consumo de edulcorantes puede causar “posibles efectos indeseables de su uso a largo plazo, como un mayor riesgo de diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares y mortalidad en adultos”. Otros estudios sugieren que pueden desarrollar síndrome metabólico, esteatosis hepática, hígado graso no alcohólico, enfermedades cardiovasculares, caries, alteraciones en la microbiota intestinal, o incluso migrañas.
Una investigación en Nature Metabolism encontró que la alta ingesta de sucralosa puede aumentar la sensación de hambre por afectar el “mecanismo clave del hipotálamo” que es responsable de la regulación del apetito.
Con toda la evidencia científica que existe, el doctor Barquera critica que las compañías refresqueras argumenten que hay seguridad sanitaria en edulcorantes no calóricos. “Ellos dicen que es seguro” porque en sus pruebas con roedores no muestran una toxicidad al consumirlo: “no te intoxicas si tomas uno, pero no sabemos qué va a pasar con los que lo estén tomando a largo plazo”.
En entrevista para Contralínea, el también director del Centro de Investigación en Nutrición y Salud (CINyS) –del Instituto Nacional de Salud Pública– alerta: “no nos gustaría ver que todo el ambiente alimentario al que están expuestos los niños ahora se infeste de estos productos de los que se desconocen sus efectos secundarios y que en 20 años estemos pagando daños de salud no previstos […], lo que queremos es regresar a una alimentación natural basada en plantas” y que no crezca el mercado de productos chatarra.
La revista Current Research in Food Science explica la diferencia entre los edulcorantes naturales y artificiales. Los primeros son componentes químicos dulces que se extraen “directamente de la naturaleza y obtenido mediante un tratamiento” en metabolitos secundarios o plantas. Entre ellos, sacarosa, alcoholes de azúcar, glicósidos terpenoides y algunos polifenoles. Pueden “ser ligeramente menos dulces que los artificiales, [pero] generalmente se consideran más seguros para el consumo”.
Los artificiales son sustitutos del azúcar. La mayoría son “bajos en calorías y ricos en dulzor, lo que los hace atractivos tanto para los consumidores como para los fabricantes de alimentos”. Los que tienen un dulzor igual o menor a la sacarosa, “se utilizan comúnmente para mejorar el volumen, sabor y propiedades de conservación”. Aquellos de dulzor mayor, “se utilizan ampliamente en el procesamiento de alimentos debido a su baja contribución al valor energético del producto”.

Una reformulación mal entendida
En 2014, México se convirtió en el primer país del continente americano en implementar un impuesto a las bebidas azucaradas. Gravaba “de manera uniforme a todas las bebidas con azúcar añadido, indistintamente el contenido, siempre y cuando sea positivo […] este tipo de diseños no necesariamente fomenta tanta reformulación”, explica a Contralínea el doctor Salgado, quien ha especializado su investigación en los impuestos de México y el mundo a estos productos.
Agrega que “es preferible […] un impuesto al volumen que un impuesto al precio”, porque los segundos “son más susceptibles a la manipulación de estrategias de precio” por parte de la industria. Y de los relativos al volumen, agrega que “generan incrementos al menos igual al monto del impuesto” y no fomentan la reformulación.
Pero hay otro tipo de medidas, como las que han aplicado en Sudáfrica o Reino Unido, que implementaron un impuesto escalonado o por niveles a los refrescos; es decir, incrementaba de acuerdo con el gramaje de azúcar que tuviera cada producto. “Este tipo de políticas [sí] han fomentado una reformulación masiva”, señala el también investigador del CINyS.
No obstante, el doctor Carlos Salgado advierte que “pueden tener costo no intencionado, desde la parte de salud pública”. Ello, debido a que la disminución del azúcar se relaciona con el incremento de edulcorantes no calóricos, una estrategia que ha hecho la industria refresquera en otras partes del mundo, pero que tampoco es recomendable en términos sanitarios.
Por ello, indica que la medida original del gobierno mexicano sobre impuestos a bebidas azucaradas para 2026, que incluía a los productos con edulcorantes, un “área de oportunidad que en 2014 no se cubrió”. No obstante, ello cambió luego de conversaciones con la industria de refrescos.
A partir de ese momento, se modificó la primera iniciativa, y se cambió a otra que diferenciaba los montos: 3.08 pesos a las bebidas con azúcar “normal” y 1.5 pesos por litro a las elaboradas con edulcorantes no calóricos.
Al ser consultado sobre si esta decisión podría provocar que las empresas transitaran todavía más hacia los edulcorantes, el investigador señala que todo depende de lo económico: principalmente por la evaluación de si reformular es menos o más costoso que pagar el gravamen.
Por ello, destaca el etiquetado frontal de advertencia, implementado en México desde octubre de 2020 para que las personas observaran de manera clara si algún producto contenía excesos de azúcar, grasas, sodio o calorías. Además, se agregó una leyenda para alertar de cafeína y edulcorantes en los mismos.
Eso provocó que no aumentara el uso de edulcorantes, incluso que disminuyera en algunos casos. En la industria refresquera “disminuyó el incentivo para moverlo totalmente a edulcorantes porque […] los consumidores iban a ser informados”, señala el doctor Salgado con base en sus investigaciones.

La industria busca manipular las narrativas
Cuando el gobierno de México anunció la medida de impuestos original, la Asociación Mexicana de Bebidas (MexBeb) emitió un comunicado en el que aseguró: los productos sin calorías ni azúcar son “ampliamente promovidas y aceptadas a nivel global como opciones seguras que apoya a la reducción del sobrepeso y obesidad”.
También criticaron que el gravamen no cumplía con reducir los índices de obesidad. Y agregaron que “la ONU y sus agencias han evaluado y rechazado repetidamente la recomendación de impuestos a las bebidas azucaradas […] porque no existe evidencia real de que estos impuestos cambien los patrones de consumo ni mejoren la salud”. Contrario a estas aseveraciones, la Organización Mundial de la Salud ha publicado directrices en las que desaconseja el uso de edulcorantes no calóricos como una solución al control de peso o reducción de enfermedades no transmisibles como la obesidad.
Esta recomendación “incluye todos los edulcorantes no nutritivos sintéticos y naturales o modificados que no están clasificados como azúcar”, y aplica “a todas las personas, excepto a las que padecen diabetes preexistente”, pero no aplica a los productos no alimenticios ni a los edulcorantes que sí contienen calorías en menor cantidad, precisa un comunicado de la OPS, de mayo de 2023.
Para el doctor Barquera Cervera continúa con las advertencias sobre el consumo de estos productos: “la Asociación Americana de Pediatría no lo recomienda, las personas que trabajan en conducta dicen que no es bueno reforzar estos sabores tan intensos y tan dulces en los niños”.
La MexBeb asegura que actualmente el 55 por ciento del portafolio de las empresas que representan en México es de productos bajos en azúcar o sin calorías. Contralínea hizo una búsqueda entre el portafolio de bebidas azucaradas de Coca-Cola en México, que tiene más del 70 por ciento del mercado total de estos productos. Entre sus ventas, Coca-Cola tiene la presentación “original” del refresco, en diferentes volúmenes. Esta contiene sellos de advertencia por exceso de azúcar y calorías, así como por su contenido de edulcorantes y cafeína no recomendables en infantes. Su presentación “sin azúcar” y light incluye cafeína y edulcorantes.
Otros refrescos de su compañía, como Victoria, Escuis, Fanta, Fresca, Sidral Mundet o Sprite están elaborados con cantidades de azúcar por encima de los lineamientos de salud, así como incluyen edulcorantes.
Respecto de la mercadotecnia, la empresa describe al “Sprite” como una bebida con “actitud”, que “busca inspirar a los jóvenes a ser honestos consigo mismo”. En sus jugos “del Valle”, supuestamente bebidas a base de fruta, la empresa afirma “que pueden aportar nutrición a la dieta diaria”, a pesar de que contiene excesos de azúcar y calorías, y algunos de sus sabores, edulcorantes.

Incluso tiene bebidas diseñadas para la venta después de la actividad física, como el Powerade o más recientemente el Flashlyte. Estos productos, aunque los tratan de relacionar con la salud, contienen excesos de azúcar y calorías, y algunos hasta exceso de sodio. O sus productos lácteos, en la marca Santa Clara, que aunque por sí sola no es una bebida dañina, han elaborado presentaciones de sabores en volúmenes de 250 mililitros, con excesos de azúcares y calorías.



















