Se acabó la luna de miel entre el FMI y el primer ministro conservador húngaro Viktor Orban. Quien se declara en rebeldía ante las draconianas medidas del organismo financiero internacional no es un gobierno de América Latina o África. Tampoco es un gobierno de izquierda. Se trata de un país europeo y de un gobierno abiertamente derechista
Jérome Duval / Red Voltaire
Hungría, que ostentará por seis meses la presidencia de la Unión Europea a partir del 1 de enero de 2011, sufre intensamente las consecuencias de una crisis financiera que no acaba. A pesar de no estar tan alejada de los objetivos de Maastricht en materia de déficit (3.8 en 2008), Hungría se ha convertido en el primer país de la Unión Europea en obtener el apoyo financiero del Fondo Monetario Internacional (FMI), la Unión Europea y el Banco Mundial.
En octubre de 2008, se adopta para Hungría un plan por 20 mil millones de euros: 12 mil 300 millones son prestados por el FMI; 6 mil 500, por la Unión Europea, y 1 mil, por el Banco Mundial. El valor de la deuda aumenta mecánicamente. Además de la pérdida irrecuperable de eficiencia por el pago de los intereses que engorda el déficit, las condiciones son severas para la población: aumento del impuesto al valor agregado en 5 puntos, hoy día al 25 por ciento; edad legal de jubilación elevada a los 65 años; congelación de los salarios de los funcionarios por dos años; supresión de la paga extra a los jubilados; disminución de la ayuda pública a la agricultura y los transportes públicos…
La extrema derecha entra en el Parlamento
Hungría, previamente gobernada por los socialdemócratas, había conseguido salvaguardar un sistema social relativamente proteccionista, pero la aplicación de tales medidas de austeridad inducidas por el FMI desagradó a la ciudadanía y benefició a la derecha conservadora, que ha ganado las elecciones legislativas de abril de 2010. Y eso a pesar de que la victoria del nuevo primer ministro conservador, Viktor Orban, ha sido rápidamente saludada por la agencia de calificación de riesgo Fitch Ratings, que estima que su partido, la Asociación de Jóvenes Demócratas (Fidesz, por su acrónimo en húngaro), al obtener la mayoría necesaria para modificar la Constitución, “representa una oportunidad para introducir reformas estructurales”.
Los socialdemócratas han conocido así una derrota histórica y han abierto el camino a la extrema derecha (Jobbik, The Movement for a Better Hungary), que ha entrado en el Parlamento por primera vez, con un porcentaje de 16.6 por ciento.
Al llegar a la jefatura del Estado, el gobierno lanza declaraciones alarmistas sobre la situación financiera del país: acusa de subestimación de la deuda por el Ejecutivo anterior, que llevaría el déficit real al 7.5 del producto interno bruto (PIB), bastante más que el 3.8 calculado por el FMI. ¿Golpe de efecto o falsificación de las cuentas? Al día siguiente, 5 de junio de 2010, una ola de pánico provoca la caída de las bolsas de Londres, París, Budapest… y el euro se deprecia por el temor de dificultades semejantes a las de Grecia. El gobierno bajo presión intenta entonces sobreponerse y multiplica los comunicados para calmar, bien que mal, a los desatados especuladores.
¿Tasar el capital o el trabajo?
Para reducir el déficit al 3.8 del PIB en 2010, como le reclaman el FMI y la Unión Europea, el gobierno prepara la instauración de una tasa temporal sobre el conjunto del sector financiero, que permitiría recaudar un 0.45 del activo neto de los bancos (calculado no sobre los beneficios, sino sobre el montante global de los negocios), de tasar un 5.25 por ciento los ingresos de las compañías de seguros y un 5.6 por ciento para las otras entidades financieras (bolsa, agentes financieros, gerentes de fondos de inversión, etcétera). Hungría eleva así la apuesta de Obama que ha abordado una tasa de sólo 0.15 por ciento a los bancos. Pero esta medida, que debería aportar alrededor de 650 millones de euros de recaudación anual durante dos años (en 2010 y 2011), es decir, alrededor de 0.8 por ciento del PIB según el gobierno, no ha gustado a los bancos, que están presionando y amenazando con retirar sus inversiones en Hungría. En cuanto al FMI, ha paralizado toda negociación y amenaza con cerrar el grifo de crédito acordado en 2008. Aun así, el plan que debía inicialmente expirar en marzo fue prolongado hasta octubre del mismo año.
Queda evidenciado así que el proyecto de tasa sobre el sector financiero, verdadera manzana de la discordia entre el FMI y Hungría, bloquea la continuación del préstamo. El FMI estima que el país debe tomar medidas de adecuación con el dogma neoliberal en curso: entiéndase por éste el tasar a los pobres antes de tasar a los bancos; ciertamente, los pobres tienen poco dinero, pero hay muchos pobres.
Además, el proyecto de poner techo a las remuneraciones en la función pública, incluyendo el salario del gobernador del Banco Central, está totalmente en las antípodas de las recomendaciones del FMI, que prefiere una nivelación por lo bajo, reduciendo o congelando los salarios como en Grecia o Rumanía, por ejemplo. Alerta de no hacerse ilusiones por todo esto, viniendo de un partido en el poder que ya había favorecido la penetración del neoliberalismo en la década de 1990.
“Está bien la tasa bancaria, bien la austeridad”
Christoph Rosenberg, que dirigía la delegación del FMI en Hungría, ha indicado que la organización internacional deseaba obtener más precisiones sobre el presupuesto del año próximo: “Cuando volvamos la próxima vez, a menos que lo hagamos la semana próxima, el gobierno habrá lógicamente avanzado sobre el presupuesto de 2011, y éste será muy importante”.
Una vez más, el FMI se apresta a revisar la propuesta del gobierno e intervenir directamente en la elaboración del presupuesto húngaro en detrimento de toda soberanía. Mientras espera, el FMI estima que el país tendrá que tomar “medidas suplementarias” de austeridad para alcanzar los objetivos de déficit que él mismo ha fijado. Por su parte, el ministro de Economía, Gyorgy Matolcsy, declara, en una entrevista: “Hemos dicho que no podemos desarrollar nuevas medidas de rigor (…) Hace cinco años que aplicamos medidas de austeridad, por eso estamos como estamos.
“Vamos a desarrollar la tasa bancaria; sabemos que es una pesada carga suplementaria, pero también sabemos que podemos alcanzar un déficit del 3. 8 por ciento. Está bien la tasa bancaria, bien la austeridad”, añadió. A fin de protegerse de una extrema derecha en plena ascensión en las elecciones municipales de principios de octubre, la derecha conservadora en el poder quiere evitar medidas demasiado impopulares y rechaza toda continuación de negociación con el FMI.
¿Ruptura consumada entre Hungría y el FMI?
El 17 de julio, el Fondo Monetario Internacional suspende la negociación y consecuentemente el desembolso de más cantidades sobre el préstamo acordado. En un primer momento, la sanción de los mercados no se hizo esperar y la moneda nacional, el florín, retrocedía entorno al 2.4 por ciento a la apertura, mientras que la Bolsa perdía más de un 4 por ciento. El primer ministro, Viktor Orban, toma la iniciativa y consigue calmar las especulaciones al agradecer al FMI su “ayuda de tres años”, indicando que “el acuerdo sobre el préstamo expiraba en octubre, y que, por tanto, no había nada que suspender. Los bancos están en el origen de la crisis mundial. Es normal que contribuyan al restablecimiento de la situación”, señaló.
La nueva ley sobre la tasa financiera, que prevé además una reducción del impuesto sobre las pequeñas y medianas empresas del 16 al 10 por ciento, ha sido aprobada a mano alzada (301 votos a favor y sólo 12 en contra) el 22 de julio por el Parlamento dominado por el Fidesz del señor Orban. Sin sorpresa, desde el día siguiente, las agencias de calificación financiera Moody’s y Standard & Poor’s ponen bajo la vigilancia la calificación de la deuda soberana húngara con un posible descenso en la escala. El papel de estas agencias, jueces y parte de un sistema especulativo mortífero, se precisa en poco tiempo: mejora la nota con el ascenso al poder de un gobierno conservador creyéndolo en la vía de la austeridad capitalista, y cuando se da cuenta de que las medidas toman un camino divergente del dogma neoliberal, se apresura a bajarla.
Le Monde defiende a los acreedores
Contrariamente a lo dicho por el diario Le Monde en su edición del 20 de julio, hay que apoyar la insumisión exhibida por el gobierno húngaro hacia el FMI y defender la idea de que haga lo mismo con su otro acreedor, la Unión Europea. Distanciarse de sus acreedores no constituye en absoluto un insulto hacia el pueblo húngaro, que deberá finalmente reembolsar una deuda cuyas condiciones impuestas por el FMI y la Unión Europea son ya una pesada carga para la población.
Evidentemente, hay que ir más allá de una simple ruptura diplomática, proponiendo por ejemplo un frente de países unidos contra el pago de la deuda, pues como tan bien dijo Sankara, antiguo presidente de Burkina Faso, algunos meses antes de ser asesinado: “La deuda no puede ser pagada porque, en primer lugar, si no pagamos, nuestros fiadores no morirán. Estemos seguros. Por el contrario, si pagamos, seremos nosotros los que moriremos. (…) Si sólo Burkina Faso se niega a pagar la deuda, yo no estaré aquí en la próxima Conferencia. Por el contrario, con el apoyo de todos, que necesito el apoyo de todos, podremos evitar el pago. Y evitando pagar, podremos consagrar nuestros magros recursos a nuestro desarrollo”. Sólo una movilización popular que reclama la verdad del destino de las sumas prestadas, al tiempo que la satisfacción de las reivindicaciones en términos de salario, empleo o protección social permitirá hacer pagar el costo de la crisis a los verdaderos responsables.
Es por ello que es primordial para los pueblos de Europa y el resto del mundo el auditar las deudas manchadas de ilegalidades para repudiar el pago. Es un primer paso hacia la soberanía que permitiría enviar los enormes fondos dedicados a la devolución de la deuda a las verdaderas necesidades de las poblaciones en materia de sanidad, educación o pensiones de jubilación, de salvaguardar sus servicios públicos más que ofrecerlos a las empresas privadas.
Contralínea 204 / 17 de Octubre de 2010