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Regresó Peña de ser uno más del montón que asistió a la firma de paz entre los guerrilleros y el gobierno colombiano. Pero nuestro país está incendiado con las provocaciones de Nuño –obviamente con autorización de Peña–, para que las policías federal y oaxaqueña embistieran a profesores y pobladores de Nochixtlán con un saldo ocho muertos, cientos de encarcelados y miles de agredidos física y verbalmente con insultos como: “¡pinches oaxacos, ríndanse!”. “¡Viejas chapilineras, váyanse a hacer tortillas”! y, “¡Putos huarachudos!”. ¿Quienes necesitan educación y evaluación? ¿Peña, Nuño, los policías, sus jefes, el desgobernador Gabino Cué? El país está al borde de una explosión social porque el gobierno federal y de Oaxaca, como otros muchos estados ya llegaron al límite de sus abusos a punta de fusiles, gases lacrimógenos, macanazos y disparos desde los helicópteros. Y para imponer la “reforma” peñista con sangre, las fuerzas federales están en guerra contra mexicanos armados con piedras y un valor a toda prueba.

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Peña mandó llamar a los empresarios que protestaron por una hora en la calle de la capital del país; los escuchó y les dio todo lo que quisieron, ordenando a los legisladores que los excluyeran de las leyes ya aprobadas contra la corrupción. En cambio a los maestros que insistentemente han pedido ser escuchados y dialogar sobre la draconiana reforma laboral que es usada para quitarles sus plazas, descontarles sueldos y hasta encarcelarlos, les aplica la más brutal embestida, les da atole con el dedo en la reunión con Gobernación y las amenazas cumplidas de Nuño. Con lo cual le dice al pueblo de parte de quién está.

Farol de la calle y oscuridad de su casa, Peña felicita la Paz colombiana mientras guarda silencio por el ataque a Nochixtlán; por el que debía haber pedido al Senado la destitución de Cué, poniendo a disposición de la Procuraduría General de la República (PGR) a las policías federales por su abuso de poder y cesado a Nuño, quien no es ya un funcionario, sino un provocador detrás de las pistolas disparando impunemente contra mexicanos que han demostrado no ceder terreno al peñismo criminal. Es la prepotencia del poder presidencial.

Contra los profesores, balas; contra los empresarios, el servilismo puro. Peña tiene dos maneras para atender peticiones: de inmediato las de los empresarios, banqueros, millonarios, Televisa, Tv Azteca y toda la oligarquía con el poder del capitalismo, con diálogo y disculpas de por medio en Los Pinos. En cambio al pueblo, a las familias de los 43 estudiantes y los fusilados en Tlatlaya, a los indígenas, campesinos, maestros y pobres, la indiferencia total. Para estos no hay diálogo, sino represiones; trabas a sus manifestaciones (Peña y Mancera como dueños de la Plaza de la Constitución) y hasta los mandan matar como si ya hubiera un golpe militar y la Constitución y los derechos humanos estuvieran suspendidos.

Entre los gobernantes que no piensan políticamente ni actúan democráticamente, existe la creencia de que una sociedad civil (Adam Ferguson, Un ensayo sobre la historia de la sociedad civil) no debe generar conflictos, protestas ni reclamaciones en manifestaciones públicas, como dice nuestra Constitución: asociándose o reuniéndose pacíficamente (o responder violentamente frente a las provocaciones o represiones violentas de los gobernantes), para tomar parte en los asuntos políticos del país y “hacer una petición o presentar una protesta por algún acto de autoridad”.

Estos actos son la legítima expresión de la democracia directa contra la falta de atención de la democracia indirecta para discutir y convenir respecto de un problema. Y mediante debates públicos o consultas populares (Artículo 35, fracción VIII, de la Constitución), pactar un acuerdo para la impugnada “reforma” laboral con máscara educativa que, según Nuño y Peña y Osorio, no se puede negociar porque es ya una adición a la misma Constitución; y que como contenido no se encuentra en el catálogo de vetos. Si Peña ya negoció con los empresarios sacarlos del combate a la corrupción, no hay explicación para que no negocie la suspensión de la “reforma educativa”; prepare una consulta nacional y resuelva el conflicto magisterial, pacificando al país en ese asunto y que las escuelas públicas recobren su normalidad.

Pero es que atrás de Nuño está una agrupación empresarial que presiona para no negociar la citada “reforma”, y minar los principios laicos, gratuitos y públicos de la educación para uniformarla y supeditarla a la educación privada; y así formar cuadros al servicio del neoliberalismo (Héctor Guillen Romo, México frente a la mundialización neoliberal, Era, 2005; y de David Harvey, Breve historia del neoliberalismo, Akal, 2015). Esos capitalistas no quieren maestros de las normales rurales ni egresados de las escuelas públicas de estudios superiores; pues con las escuelas privadas surge el pluralismo político, la poliarquía, el populismo, el conservadurismo, la derecha y la izquierda con sus centros que alimentan las diferentes opiniones, partidos, grupos de presión y hasta sectas, para la disputa de la conducción de los gobiernos.

Si los gobernantes no cumplen con sus obligaciones, abusan del poder, se revuelcan en la corrupción y se otorgan impunidad, es legítimo que estallen los problemas. Es lo que se ha denominado la paradoja democrática, en el ensayo –con el mismo nombre– de la politóloga Chantal Mouffe (editorial Gedisa). Por lo que la sociedad no tiene más opción que enfrentarse y cuestionar al monopolio de la violencia gubernamental (Juan Ferrando Badía, Democracia frente a la autocracia; editorial Tecnos). La paz social no es absoluta, pues ante el control autoritario de la democracia representativa, está la reacción de la democracia directa con sus protestas que generan conflictos, que son problemas a resolver.

Álvaro Cepeda Neri

[BLOQUE: OPINIÓN][SECCIÓN: CONTRAPODER]

Contralínea 497 / del 18 al 23 de Julio 2016

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