El arte de la guerra

El arte de la guerra

Oscar Enrique Díaz Santos*
 
Hace más de 2 mil 500 años, el estratega Sun Tzu señalaba que “la guerra es un asunto de importancia vital para el Estado; un asunto de vida o muerte; el camino hacia la supervivencia o la destrucción. Por lo tanto, es imperativo estudiarla profundamente”.
 
Sabiamente el pensador chino indica que “hay que valorarla en términos de cinco factores fundamentales, y hacer comparaciones entre diversas condiciones de los bandos antagonistas, de cara a determinar el resultado de la contienda”. Para él son: la política, el clima, el terreno, el comandante y la doctrina.
 
La política significa todo lo que hace que el pueblo esté en armonía con su gobernante, de modo que le siga donde sea, sin temer por sus vidas ni por correr algún peligro. El clima se refiere a la noche y el día, el frío y el calor, días despejados o borrascosos, y el cambio de las estaciones. El terreno implica las distancias, y hace referencia a dónde es fácil o difícil desplazarse, si es campo abierto o lugares cerrados, y cómo esto afecta las posibilidades de supervivencia. El comandante debe tener como cualidades: sabiduría, sinceridad, benevolencia, coraje y disciplina. Por último, la doctrina se debe comprender como la organización del ejército; las graduaciones y rangos entre los oficiales; la regulación de las rutas de suministros, y la provisión de material militar.
 
La obra El arte de la guerra se basa en el engaño. Por lo tanto, cuando se es capaz de atacar, se debe aparentar incapacidad; cuando las tropas se mueven, fingir inactividad; si se está cerca del enemigo, se debe aparentar que se está lejos; si está lejos, simular lo contrario. Poner cebos para atraer al enemigo. Golpearlo cuando esté aturdido. Prepararse contra el enemigo cuando está seguro en todas partes. Evitarlo durante un tiempo cuando es más fuerte. Si el oponente tiene un temperamento colérico, intentar irritarlo. Si es arrogante, fomentar su ego. Si las tropas enemigas están bien preparadas tras una reorganización, intentar alterarlas. Si están unidas, sembrar la disensión entre sus filas. Atacar al enemigo cuando no esté listo, y aparecer cuando no lo espera. Éstas son las claves de la victoria para el estratega.
 
Si las estimaciones realizadas antes de la batalla indican victoria, es porque los cálculos cuidadosamente realizados muestran que tus condiciones son más favorables que las del enemigo; si indican derrota, es porque muestran que las condiciones favorables para la batalla son menores. Con una evaluación cuidadosa, uno puede vencer; sin ella, es imposible. Menos oportunidades de victoria tiene el que no realiza cálculos en lo absoluto.
 
Estos extractos de la obra de Sun Tzu, permiten analizar la situación que vive México en los últimos cinco años. El presidente Felipe Calderón señaló que cuando llegó a la presidencia se encontró con un problema de inseguridad y de actuación indiscriminada del crimen organizado y fue lo que lo llevó a iniciar un combate contra éste.
 
Nadie que profese principios y valores puede estar en contra de aspirar a tener un México seguro. Ningún integrante de la sociedad, que no sea delincuente, puede afirmar que no se combata al crimen organizado y a la delincuencia común. En todas las ciudades, pueblos y comunidades se quiere vivir en paz.
 
Pero lo más importante es cómo combatir al crimen organizado sin que implique el sacrificio de la sociedad civil. Algunos sectores señalan que falla la estrategia del presidente, pero no he escuchado una propuesta diferente a la de devolver al Ejército a sus cuarteles. La Universidad Nacional Autónoma de México desarrolló una que a mi parecer debe ser analizada a profundidad por el presidente y su gabinete de seguridad; existen diferentes invitaciones de movimientos civiles como el del escritor Javier Sicilia. Sin embargo, ninguna de éstas se toma con seriedad. Y entonces aquí es en donde falla el factor político que establece Sun Tzu. Actualmente nadie se atreve a seguir a su gobernante porque teme por su vida. Aquellos que se aventuran a denunciar (entre ellos muchos periodistas) están muertos. Nadie sigue al gobernante porque no existe confianza en la estrategia que decidió, un enfrentamiento frontal, y el arte de la guerra se basa en el engaño.
 
El clima y el terreno es mejor manejado por el crimen organizado. Esto porque lo conocen, porque viven en él. Muchos integrantes del Ejército llegaron a esos terrenos sin conocerlo y sin saber qué se encontrarían.
 
El factor comandante no tiene credibilidad: no es sabio; no se precibe sincero; no es benévolo; su coraje se convierte en desesperación, y no existe una disciplina en la forma de atender la guerra que él mismo inició (y de una forma inadecuada). El gobierno no es capaz de brindar oportunidades de empleo; por el contrario las últimas cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía indican que el desempleo ha aumentado. La pobreza no ha disminuido; por el contrario, en el actual gobierno 15 millones de mexicanos se han incorporado a la pobreza.
 
Finalmente, la doctrina, desde el punto de vista de Sun Tzu, tampoco funciona. En los cuerpos policiacos, principalmente sus comandantes, existe un alto grado de corrupción y frecuentemente nos encontramos que los delincuentes son policías. Da la impresión que ser un policía es más un negocio que un compromiso con la sociedad. Los policías infunden miedo y el Ejército también.
 
Presidente Felipe Calderón, estoy a favor del combate al crimen organizado. Todos queremos vivir en paz, pero lo exhorto a ser más inteligente en la lucha contra este cáncer. Convoque a la sociedad en su conjunto, no sólo al Congreso de la Unión o a los movimientos civiles. Hay que comportarse como un verdadero comandante y saber hacer política. De lo contrario, se va a quedar solo. Está perdiendo la guerra emprendida. En su memoria quedarán los muertos de Juárez, de San Fernando, de Monterrey y los más de 40 mil que han caído durante su gobierno.
 
*Doctor en economía por la Universidad Nacional Autónoma de México y especialista en presupuesto, administración y gasto público