Recientemente, la noticia del recorte de 75 por ciento del presupuesto de diversas dependencias del gobierno federal, como parte del plan de austeridad republicana, ha sido motivo de preocupación entre diferentes sectores de la sociedad mexicana. Especialmente, uno de esos recortes ha causado sorpresa, preocupación e indignación entre quienes nos dedicamos a las actividades relacionadas con el ambiente. Es el recorte al presupuesto operativo de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp).
Las Áreas Naturales Protegidas (ANP) son zonas del territorio nacional que son importantes por su gran biodiversidad, y son parte de la estrategia oficial para la conservación de nuestro patrimonio natural. En México existen 182 ANP que abarcan más de 90 millones de hectáreas –esto es un 14 por ciento del territorio nacional– tanto terrestres como marítimas. En dichas áreas subsisten tanto ecosistemas amenazados –el bosque de niebla, los arrecifes de coral– como especies en peligro de extinción –el jaguar, la vaquita marin–-. Las ANP son administradas por la Conanp, dependencia federal que forma parte de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat). En la Conanp trabajan profesionistas con diferentes formaciones y enfoques; sin embargo, la parte medular de su equipo son los guardaparques y los habitantes de las comunidades presentes en las ANP, ya que su entusiasmo, experiencia y conocimiento de la biodiversidad en sus lugares de origen permiten llevar a cabo programas de estudio de flora y fauna, actividades productivas sostenibles: manejo forestal, cultivo de café de sombra, educación ambiental, ecoturismo, entre otras.
A pesar de la labor fundamental que realiza, la Conanp, desde hace varios años –notablemente durante el peñanietismo–, ha sufrido reducciones importantes en sus asignaciones económicas, lo que ha generado problemas operativos en dicha institución. Así, no es raro saber que existen ANP en donde no hay dinero para pagar gasolina e insumos, por lo que los guardaparques no pueden salir a hacer su trabajo al campo, o lo hacen con lo indispensable, en el mejor de los casos. Además de las dificultades económicas, varios trabajadores de la Conanp están vinculados a ella mediante contratos de corto plazo, lo que abona a su precariedad laboral en un entorno que, además, a menudo pone en riesgo su vida y su integridad, ya que en varias ANP operan grupos delincuenciales. De hecho, existe la idea de que el debilitamiento económico y operativo de la Conanp en particular, y de la Semarnat en general, es parte de una estrategia oficial, deliberada de entrega de los recursos naturales del país a entes privados o particulares, legales –empresas mineras, petroleras– o ilegales –cárteles de la droga, talamontes–.
La gran sorpresa es que, en lo que va de la actual administración federal –la autodenominada “Cuarta Transformación” –, el debilitamiento de la Conanp parece seguir la tendencia de los anteriores gobiernos neoliberales. Con los recortes propuestos en su decreto presidencial de hace unas semanas, el presidente de la República ha disminuido el crónicamente insuficiente presupuesto de la Conanp, con lo cual pone en jaque –aunque Semarnat lo niegue en sus comunicados oficiales– a una institución clave en la conservación del patrimonio natural de México.
Finalmente, conviene recuperar las palabras del presidente cuando, al ser cuestionado sobre el porqué su gobierno no pedía préstamos a las agencias internacionales, contestó que no era justo endeudar a las futuras generaciones. Dicho pensamiento también se podría aplicar en un sentido ambiental: tenemos una deuda ecológica con los habitantes más jóvenes de nuestro país, y una manera de contrarrestar y compensar esa deuda inicua es mediante la conservación de los ecosistemas, por lo que no sólo es indispensable fortalecer a instituciones como la Conanp, sino también incrementar su extensión y capacidad (¿cuántas nuevas reservas naturales se decretarán en su sexenio, señor presidente?). Recortar dinero al cuidado de la naturaleza no es opción: sin nuestra biodiversidad no habrá transformación ni mejora en las condiciones de vida de los mexicanos.
Omar Suárez García*
*Biólogo y ornitólogo; doctorante en el Centro Interdisciplinario de Investigación para el Desarrollo Integral Regional (Unidad Oaxaca) del Instituto Politécnico Nacional