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Libia, 7 años de desgracia iniciados por la OTAN

Libia, 7 años de desgracia iniciados por la OTAN

Roma, Italia. Hace 7 años, el 19 de marzo de 2011, comenzaba la guerra contra Libia, dirigida por Estados Unidos, primero a través del AfriCom [1] y después mediante la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), bajo el mando estadunidense. En 7 meses se realizaron unas 10 mil misiones de ataque aéreo, con el uso de decenas de miles de bombas y misiles.

Italia participó en esa guerra aportando cazabombarderos y sus bases aéreas, rompiendo así el Tratado de Amistad y Cooperación que había firmado con Libia. Ya antes de la agresión aeronaval, sectores tribales y grupos islamistas hostiles al gobierno libio habían recibido financiamiento y armas para que operaran en Libia y se había procedido a infiltrar allí fuerzas especiales, principalmente de Catar. Así fue destruido aquel Estado que, en la costa africana del Mediterráneo, registraba “altos niveles de crecimiento económico y elevados indicadores de desarrollo humano”, como señalaba el mismísimo Banco Mundial en 2010. Unos 2 millones de migrantes, en su mayoría africanos, encontraban trabajo en Libia.

Al mismo tiempo, Libia hacía posible, con sus fondos soberanos, el nacimiento de organismos económicos independientes en el seno de la Unión Africana, como el Fondo Monetario Africano, el Banco Central Africano y el Banco Africano de Inversión.

Estados Unidos y Francia –como lo demuestran los correos electrónicos de la entonces secretaria de Estado, Hillary Clinton– se pusieron de acuerdo para bloquear primero el proyecto de Muammar el-Gadhafi de creación de una moneda africana alternativa al dólar estadunidense y al franco CFA, que Francia todavía impone a sus excolonias africanas.

Ya destruida la Yamahiriya y asesinado Gadhafi, el botín libio es enorme: grandes reservas de petróleo –las mayores de África– y de gas natural; el inmenso manto freático nubio de agua fósil, un oro azul que puede llegar a ser más valioso que el oro negro; el territorio mismo de Libia, de primera importancia geoestratégica; los fondos soberanos [creados bajo el “régimen” de Gadhafi] de unos 150 mil millones de dólares que el Estado libio tenía invertidos en el exterior, “congelados” en 2011 por mandato del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas.

De los 16 mil millones de euros de los fondos libios bloqueados en la Euroclear Bank –en Bélgica– ya han desaparecido 10 mil millones sin que se haya emitido ninguna autorización de retiro de fondos. El mismo proceso de rapiña está teniendo lugar en los demás bancos europeos y estadunidenses.

En la Libia actual, los ingresos fiscales provenientes de la exportación de recursos energéticos –que fueron 47 mil millones en 2012 pero sólo 14 mil millones en 2017– se comparten entre facciones de poder y las transnacionales. La moneda libia –el dinar– que antes valía 3 dólares se cambia actualmente a 9 dinares por 1 dólar mientras que los bienes de consumo corriente se importan pagándolos en dólares, con una tasa de inflación anual de 30 por ciento.

El nivel de vida de la mayoría de la población se ha derrumbado por falta de dinero y de servicios esenciales. La seguridad es inexistente y no existe un verdadero sistema judicial. Los migrantes africanos se llevan la peor parte. Falsamente acusados (alegaciones que los medios occidentales alimentaron ampliamente) de ser “mercenarios de Gadhafi”, fueron encarcelados por las milicias islamistas, incluso en jaulas para fieras del zoológico, torturados y a menudo asesinados.

Libia se ha convertido en la principal vía de tránsito, controlada por traficantes de personas, de un caótico flujo migratorio hacia Europa.

También son perseguidos los libios acusados de haber apoyado a Gadhafi. En la ciudad de Tawerga, las milicias islamistas de Misurata, respaldadas por la OTAN (se trata por cierto de las mismas que asesinaron a Gadhafi) emprendieron una verdadera campaña de purificación étnica, torturando, violando y matando. Los aterrorizados sobrevivientes huyeron de esa ciudad.

Hoy unas 40 mil personas que vivían en Tawerga tratan de sobrevivir en condiciones inhumanas, sin poder regresar a esa ciudad. ¿Por qué no hablan de eso los representantes de la izquierda que hace 7 años reclamaban a gritos una intervención militar en Libia en nombre de los derechos humanos?

Manlio Dinucci/Il Manifesto/Red Voltaire

[Opinión]